Noticias falsas y respiradores turcos

Turkey respirators

La amplia difusión de bulos y noticias falsas a través de las redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea está siendo uno de los efectos más curiosos y preocupantes del confinamiento. Cabría pensar que estar metidos en casa con todo el tiempo del mundo nos daría tiempo para pensar y contrastar las noticias antes de compartirlas, pero lo cierto es que la reclusión ha aumentado nuestra credulidad. La impotencia y la frustración de estar quietos sin poder hacer nada, además del miedo y la angustia que sentimos por nuestros seres queridos, nos llevan a ser menos críticos de lo habitual y a tomar como ciertas informaciones que normalmente pondríamos en cuarentena. Por otra parte, algunos de los principales medios de comunicación españoles no están haciendo bien su trabajo, lo que añade confusión a unos tiempos en los que la claridad es más necesaria que nunca.

Casi todos somos parte del problema. Lo voy a ilustrar con una noticia falsa -o mejor dicho, una noticia poco ajustada a la realidad- que yo mismo llegué a dar por cierta y que durante un par de días canalizó mucho resentimiento y frustración en las redes sociales. Se trata de un ejemplo perfecto de cómo la rapidez por publicar exclusivas, la falta de rigor periodístico y la mala comunicación gubernamental acaban generando polémicas que pueden incluso llevar a incidentes diplomáticos. El pasado 3 de abril, uno de los principales diarios españoles publicaba que “Turquía se queda con respiradores que España compró a China”. Según la noticia original, Ankara habría decidido requisar una serie de respiradores que dos comunidades autónomas españolas habrían adquirido en China aprovechando que el avión que las traía a nuestro país hacía escala en suelo turco. La información parecía verídica, pues esos mismos días se habían dado varios casos de incautaciones o robos de material sanitario entre varios países. 

Ese mismo día, la ministra de Asuntos Exteriores de España había dado una rueda de prensa telemática en la que anunciaba que Turquía había decidido quedarse con dichos respiradores pues consideraba que los necesitaban para tratar a sus propios enfermos. Tanto la oposición parlamentaria como el presidente de una de las comunidades afectadas pidieron al Gobierno mayor contundencia diplomática, mientras que la prensa afirmaba que el gobierno español daba por perdido el cargamento. En ese momento, la indignación se llevó por delante a mi espíritu crítico y de verdad creí que Erdogan nos había robado los respiradores. Al fin y al cabo, la noticia había aparecido en dos de los principales diarios nacionales, y la propia web de RTVE informaba esa noche que “las autoridades turcas han bloqueado en Ankara un avión proveniente de China cargado con respiradores adquiridos por España”.

Un día más tarde, otro gran diario nacional aclaraba la situación. Resulta que los respiradores no habían sido comprados en China e incautados en Turquía, sino que eran de fabricación turca. Según dicho diario, el Gobierno turco habría restringido la exportación de material sanitario unas semanas antes por los temores de desabastecimiento. También sugerían que la donación de material sanitario por parte de Ankara que había llegado el 1 de abril era una especie de compensación por estos retrasos, más allá de que se hubiera hecho en el marco de la petición oficial de ayuda de España a la OTAN -Turquía y la República Checa fueron los primeros países en responder-. 

A esta noticia se le sumaba el comunicado oficial 028 del Ministerio de Exteriores. En efecto, el Gobierno español reconocía las restricciones a la exportación de material sanitario establecidas por Turquía a finales de marzo y agradecía al Gobierno turco el haber agilizado los trámites para que pudieran completarse las adquisiciones que habían hecho varias comunidades autónomas. El único trámite pendiente era la concesión de la licencia de exportación al cargamento de respiradores, condicionada a la situación sanitaria en Turquía. En caso de que no se produjese la entrega del material, concluía el comunicado, se reembolsaría la cantidad pagada por las comunidades. Finalmente, el Gobierno turco acabó concediendo los permisos -algo que muchos otros países no han hecho- y los respiradores llegaban a España el miércoles 8 de abril. Lo que había sido calificado por parte de la prensa como un robo que requería una respuesta diplomática contundente quedó en un mero malentendido burocrático.

Sin embargo, los desmentidos y matizaciones no suelen ocupar el espacio que tienen las noticias originales, y todavía quedan muchas personas que creen que el Gobierno turco robó respiradores adquiridos por las comunidades autónomas españolas en China. Como mencionaba al principio del artículo, yo mismo estuve convencido de ello durante un par de días en los que estuve enfadadísimo con los turcos, a quienes acusaba internamente de haber traicionado a sus aliados. Y es que la preocupación que muchos sentimos por la situación sanitaria hace que tengamos los nervios a flor de piel y que saquemos conclusiones precipitadas. 

Este estado de ánimo puede ser sin duda aprovechado para sembrar el odio y la división difundiendo mentiras, rumores y noticias falsas. Seguramente la mayoría de nosotros hemos recibido ya mensajes con audios o vídeos manipulados o con información incorrecta, como por ejemplo la grabación que aseguraba que se estaban requisando mascarillas para ser enviadas a Francia y que resultaron ser paquetes de folios. En ese sentido, es comprensible que desde el Gobierno se intenten anunciar medidas para luchar contra la desinformación, aunque no es tan sencillo como parece. Como hemos podido ver, la propia televisión del Estado difunde en ocasiones informaciones que no son correctas. En el caso del avión con respiradores incautados que no venía de China, ¿estamos ante un rumor difundido a sabiendas por el gobierno, o fue un error del periodista encargado de escribir la noticia? ¿Se trata simplemente de un malentendido, o hay algún tipo de intencionalidad política? ¿Podemos calificar la información de la web de RTVE -que sigue sin ser rectificada- como un ejemplo de bulo o noticia falsa, o es tan solo un desafortunado ejemplo de mala comunicación gubernamental? Si decidiéramos perseguir a quienes difundan desinformación, ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar?

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