Opinión

Nueva tensión entre las superpotencias

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El presidente Joe Biden, que inauguró su mandato en son de paz, ha empezado a enseñar los dientes ante sus enemigos potenciales. Los nuevos destellos de la política exterior norteamericana dan la impresión de que se vuelve a los tiempos de la Guerra Fría, con advertencias claras a las dos superpotencias, Rusia y China, con las que mantiene tradicionalmente diferencias ideológicas y de principios políticos como la democracia y la libertad.

Con Rusia, el propio presidente ha iniciado un nuevo rifirrafe al calificar de asesino a su colega ruso, Vladimir Putin. Se trata sin duda de un insulto muy fuerte con el que muchos ven una revancha por las implicaciones de Moscú en las elecciones presidenciales que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca. Entonces la campaña de Biden se vio empañada desde los primeros momentos por las “fake news” dirigidas a desacreditarle.

Como se recordará, Biden tuvo que enfrentar duras acusaciones de corrupción fundamentadas en la presencia de un hijo suyo durante el tiempo que participó como consejero de una empresa ucraniana. A lo largo de la legislatura anterior, la relación de Putin y Trump fue considerada como anormal; una relación de verdaderos aliados y colaboradores, no de adversarios. La reacción del Kremlin fue llamar a consultas al embajador en Washington.

El envenenamiento del opositor Alexei Navalny y su encarcelamiento cuando regresó a Rusia es la gota que colmó el vaso de la Administración norteamericana, que no concuerda con muchos de los acuerdos secretos que se sospecha mantuvieron los dos jefes de Estado en su etapa de luna de miel. Con Biden, todo parece anticipar que los restos de la vieja tensión generada durante los años de Guerra Fría volverán a activarse.

Tampoco con China, la otra superpotencia que disputa a Estados Unidos la supremacía internacional, las cosas corren mejor. Estos días pasados se celebró la primera reunión de alto nivel diplomático entre representantes de ambos Gobiernos y el encuentro puede decirse que terminó como el rosario de la aurora con acusaciones e insultos recíprocos poco habituales en este tiempo de encuentros y, por supuesto, sin acuerdo alguno.

Tanto el secretario de Estado, Antony Blinken, como el jefe de la delegación norteamericana, como el miembro del Politburó Wang Yi, sacaron a flote los agravios mutuos que enfrentan a los dos regímenes. Estados Unidos acusó a los chinos de realizar continuos ciberataques contra el mundo libre y violaciones continuas de los derechos humanos tanto contra las minorías musulmanas como contra los tibetanos y, más recientemente, en Hong Kong donde la represión de las libertades se ha implantado como sistema.

Por su parte, el representante chino respondió en el mismo tono airado, acusando a Estados Unidos de considerarse los amos del mundo, intentando imponer su sistema democrático a los demás países y limitando su independencia. La reunión terminó de forma desabrida y dejando la duda de si el presidente chino participará en la cumbre virtual el Día de la Tierra, prevista para el 22 de abril.