Opinión

Ofensiva en pos de liquidar el chavismo

photo_camera Nicolás Maduro, president of Venezuela

La cabeza de Nicolás Maduro ya tiene precio: 15 millones de dólares, la cuarta más alta de la historia de las ofrecidas por Estados Unidos, después de las del liquidado líder de Al Qaeda,  Osama Bin Laden (25 millones), de su sucesor, Ayman al-Zawahiri (25 millones), y del narcotraficante mexicano Rafael Caro (20 millones). El Departamento de Estado norteamericano aún podría subir la recompensa, tanto por él como por el número dos del régimen chavista, Diosdado Cabello, y por el ministro de Defensa, el general Vladímir Padrino, por los que pagaría 10 millones de dólares, la misma cantidad por cierto que ofreció por el ya eliminado líder de Daesh, Abu Bakr al-Baghdadi. 

¿Vivos o muertos? De momento, el Departamento de Estado solo quiere información conducente a su arresto, y que puedan comparecer ante un tribunal estadounidense, acusados de haber creado una red de narcotráfico con el propósito de inundar Estados Unidos de cocaína. La trama, apodada el Cartel de los Soles (por las insignias que llevan, en vez de estrellas, los altos mandos de las Fuerzas Armadas bolivarianas), apoyada en los suministros por antiguos narcoguerrilleros de las FARC, habría introducido ya cientos de toneladas en territorio norteamericano, y cuyos ingentes beneficios habrían convertido en multimillonarios a Maduro y a los demás acusados. Las inmensas fortunas de estos revolucionarios bolivarianos estarían repartidas por todo el mundo, blanqueadas en gran parte mediante activos de todo tipo, principalmente de carácter inmobiliario. 

De todo ello acusa William Barr, el fiscal general de Estados Unidos, a Maduro, al que inculpa como jefe máximo del Cartel de los Soles, y a otros trece miembros o ex miembros destacados del chavismo, algunos luego disidentes del socialismo bolivariano.  Entre estos últimos hay dos ex generales: Hugo ‘el Pollo’ Carvajal, ex director de la Inteligencia Militar, y Clíver Alcalá, mayor general del Ejército. 

Dos testimonios que serán fundamentales

Carvajal, refugiado en España, se esfumó mientras se tramitaba su extradición a Washington, aunque en diversos medios de la oposición venezolana en el exilio seguían situándole a finales de este marzo escondido en algún lugar de la península ibérica. 

En cuanto a Clíver Alcalá, que la semana pasada había sido también acusado por Caracas de preparar un golpe de Estado en connivencia con el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, prefirió entregarse a las autoridades colombianas y que estas le depositaran en un avión con destino a la capital norteamericana. Alcalá manifestó antes de entregarse su disposición a testificar contra Maduro, Cabello y Padrino, lo que le convierte automáticamente en un testigo especialmente protegido. Su deposición ante el tribunal, así como la hipotética del ‘Pollo’ Carvajal, se supone que serían lo suficientemente demoledoras como para que los reos de narcoterrorismo pasen varias vidas en prisiones de alta seguridad, tal vez en compañía de antiguos, astutos y presuntamente todopoderosos traficantes como por ejemplo el capo mexicano ‘Chapo’ Guzmán.

La ofensiva del fiscal general William Barr, de acuerdo, por supuesto, con el Departamento de Estado, pretende asestar el golpe definitivo al régimen chavista, sostenido no obstante  aún por Cuba, China, Irán y Rusia. Es precisamente el presidente Vladímir Putin quién tiene las riendas del poder venezolano al haberse incautado de hecho de su mermada producción petrolífera, y cuyo hombre fuerte en Caracas es casualmente el general Padrino. Cabe interpretar por tanto este movimiento de Estados Unidos también como una advertencia muy seria a Rusia. Lo mismo cabe decir de Irán, cuyo ‘delegado’ en Venezuela es el también acusado ministro de Industrias y Producción Nacional, Tareck el Aissami, a quién el fiscal Barr también vincula con los terroristas de Hizbulá.

Tan mal han debido de ver el panorama futuro Nicolás Maduro y sus aliados que a mediados de la semana pasada dirigieron una carta conjunta al secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, instándole a que “solicite el levantamiento completo e inmediato de esas medidas [las sanciones internacionales] ilegales, coercitivas y arbitrarias de presión económica”. Los ocho países que la firman, Venezuela además de China, Cuba, Corea del Norte, Irán, Nicaragua, Rusia y Siria, se agarran a la guerra contra el “enemigo común” que es el coronavirus para pedir prácticamente la indulgencia plenaria de la comunidad internacional. No parece que la consigan, al menos  en esta cuaresma.