Opositores a Putin: la democracia frustrada

Vladimir Putin, President of Russia

Las cancillerías de los países occidentales miran a Rusia con recelo hace mucho tiempo. Las sospechas sobre sus injerencias en procesos políticos y sociales en Europa y América son fundadas, y en algunos casos han pasado de ser meras conjeturas. Y la situación se repite ahora que todos sufrimos las debilidades que ha provocado la pandemia mundial y algunas potencias aprovechan para minar la credibilidad y el funcionamiento normal de sus posibles rivales. Las declaraciones a El País del noruego Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, ponen el foco en Rusia y China con sus acusaciones a países aliados sobre el origen del virus. Es curioso cómo han indignado las acusaciones contra China por haber creado el agente patógeno en un laboratorio, incluso trufadas de bulas por enajenamiento hacia quienes las han lanzado, y, sin embargo, nadie ha reparado y mucho menos ha mostrado la misma indignación por las acusaciones de China a todos los demás. Se están utilizando, dice Stoltenberg, el ciberespacio y las redes sociales para difundir acusaciones falsas aprovechando la crisis mundial, con la guardia bajada y los recursos sanitarios y militares pendientes del destrozo en la seguridad que ha supuesto el contagio masivo.  

Mientras todo esto ocurría en el planeta, Rusia sigue adelante en su democracia a medias que apuntala el régimen de Vladimir Putin. El plebiscito sobre la reforma constitucional para convertir el país en un modelo semi bolivariano ha concitado el apoyo de casi el 80% de los votantes, aunque muchos de los que tenían derecho a voto han protestado no participando en el espaldarazo al “Putin Forever”. Pocas semanas después de garantizarse el apoyo a un mandato hasta 2036, Putin ha visto cómo la calle se le rebela pese a la represión a la disidencia, y esta misma semana hemos comprobado que muchos rusos no comulgan con los platos cocinados que el presidente les sirve para su digestión forzosa. La Plaza Pushkin ha sido el escenario de la protesta con cientos de personas exigiendo democracia real para uno de los países que ostenta el liderazgo mundial, y sobre todo que cese la persecución a los opositores, la política que Putin lleva aplicando muchos años, en la que se persigue incluso a periodistas por sus informaciones críticas hacia el Kremlin. Estas son hoy las plataformas y las personas que lideran los movimientos, tímidos y dificultosos, de oposición al presidente.

Partido Libertario. Fundado en 2007, defiende un liberalismo en sintonía con los postulados de Adam Smith. Es una especie de mota en el hombro de Putin: no está siquiera registrado legalmente, y si lo estuviera no tendría grandes posibilidades de dar a conocer su mensaje, Luchar democráticamente porque el Estado tenga un papel residual en el país donde el Estado ha sido omnipresente, es una lucha difícil y en desigualdad de condiciones. Poco antes de la irrupción del coronavirus, los libertarios participaron en un evento en protesta por la falta de libertad en internet. Mikhail Svetov, su cara más reconocible, comprobó días después cómo la Policía registraba su apartamento e incautaba el servidor de conexión a la red.

Movimiento “Vesná” (Primavera). Funciona como una organización no gubernamental y defiende la independencia de Ucrania respecto a la “gran Rusia” que postula el presidente Putin. En 2015, pocos días antes de una protesta convocada por Vesná en Moscú contra la intervención militar en Ucrania, fue asesinado a tiros el político liberal Boris Nemtsov, cuando caminaba cerca del Kremlin junto a su compañera

Rusia Abierta. La fundación del antiguo magnate del petróleo Mikhail Jodorkovski, un opositor a ultranza del Gobierno y del presidente, del sistema ruso en suma, cuyo antagonismo respecto del líder es mundialmente conocido. Ha promovido el movimiento “Niet”. Jodorkovski pasó diez años en la cárcel por delitos económicos. 

Alexei Navalny. Es el principal crítico de Putin en la actualidad. Creó la Fundación Anticorrupción y fue candidato a la Alcaldía de Moscú. Ha empleado el resorte que más rechaza el Gobierno, internet, para difundir sus mensajes y su labor opositora (tiene más de dos millones de seguidores en redes). La Unión Europea y Estados Unidos consideraron la sentencia que le condenó a prisión en 2013 como política. 

Maria Aliojina. Activista anti-Putin y componente del grupo Pussy Riot, es otra de las destacadas opositoras que ha saboreado la vida en prisión por sus ideas. Estuvo casi dos años en prisión por actuar ante la Catedral de Cristo Salvador de Moscú y digiriendo sus canciones contra Putin. Realiza gestiones con su plataforma Sona Prawa para denunciar la situación de los reclusos en Rusia y la falta de transparencia “en los campos de prisioneros”. 

Andrei Pivovarov. Líder de “Niet”, fue detenido en 2015 durante una campaña electoral. Ha sido una de las voces que ha liderado la protesta de esta semana contra la reforma constitucional, y será quien presente las firmas recogidas en el Tribunal Supremo de Rusia.

Sergei Furgal. El gobernador de Jabárovsk, de quien recela con razón Putin, ha sido acusado de asesinato por sucesos ocurridos hace quince años, y encarcelado hace una semana. Su popularidad va en ascenso en su región y eso es visto por Moscú como una amenaza. 

Rapero Face. Ivan Dryomin es uno de los participantes en las protestas y una voz difícil de silenciar para Putin toda vez que la juventud rusa le considera como un héroe de la música y referencia. Incluso llegaron a proponerle trabajar para el Kremlin, con su negativa. 

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