Oriente Medio, un escenario incierto

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Pasados unos días de los ataques que han sacudido a todo Oriente Medio y prácticamente al mundo entero, es buen momento para realizar un primer análisis de lo sucedido y los posibles escenarios que pueden plantearse a partir de este momento.
En primer lugar hay que tener claro que lo sucedido se enmarca en la espiral de movimientos estratégicos que potencias locales y externas están llevando a cabo en las últimas semanas en la que a día de hoy es la zona más volátil del mundo y donde se está decidiendo el nuevo balance de poder mundial. 
Dos de esos actores son EEUU e Irán. No es objeto de este documento analizar las acciones previas de ambos hasta llegar al punto en que nos encontramos, pero a nadie se le escapa que la pugna entre ambos es muy prolongada en el tiempo y que hasta el momento se ha venido desarrollando en terreno ajeno. El último campo de juego es Irak, lugar donde Irán ha sido quien ha decidido confrontar a su enemigo en una sucesión de acciones en las que ninguno de ambos contendientes  ha medido bien el alcance de sus acciones, o tal vez sí.
El hecho más notorio por su simbolismo ha sido la muerte del carismático general iraní Qassem Suleimani, líder de la fuerza de élite Quds de la Guardia Revolucionaria y verdadero artífice de la creación y expansión de toda una serie de grupos y milicias a imagen y semejanza de Hezbollah. Esta acción ha recibido todo tipo de críticas, siendo considerada como desproporcionada y una irresponsabilidad por las consecuencias que puede acarrear la respuesta de Irán.
Pero sin entrar  a recorrer todo el camino que nos ha llevado a este punto, es preceptivo repasar los últimos acontecimientos y los posibles escenarios que se nos presentan.
El detonante de los últimos acontecimientos fue el ataque a la base denominada K1 situada a 15 kilómetros al noroeste de la ciudad de Kirkuk. Durante el mismo, más de una treintena de cohetes fueron lanzados contra las instalaciones donde se alojaba personal estadounidense, iraquí y tropas de la coalición que desde 2014 luchan contra el Daesh. Las consecuencias fueron un estadounidense muerto y varios heridos entre iraquíes y americanos. Ataques similares a éste ya se venían sucediendo en todo el país durante los últimos meses, siendo atribuidos a grupos chiíes vinculados a Irán. Todo ello enmarcado en las protestas que estallaron en Bagdad y en las principales ciudades del país, exigiendo un cambio en la forma de gobierno y en las élites que desde la caída de Sadam Hussein han ocupado los puestos de poder. Caben pocas dudas de que la mano de Irán a través de las milicias creadas por Suleimani está detrás de estas protestas, o como poco está usando éstas para los intereses de la potencia persa. En concreto, EEUU acusó a la milicia Kataib Hezbollah de ser la autora material del lanzamiento de los cohetes.
La certeza por parte de EEUU de esta responsabilidad, le llevó a responder atacando cinco enclaves de la citada milicia y causándoles al menos 29 bajas.  Esta respuesta tuvo su contrarréplica en las calles de Bagdad llevando a una multitud frente a la embajada de Estados Unidos y llegando a producirse un intento de asalto de la misma, lo que elevó la tensión a niveles máximos y al envío de refuerzos del USMC para incrementar la seguridad de las instalaciones. 
En este punto es importante hacer dos consideraciones. La primera es que durante el episodio relatado, los manifestantes no portaban banderas iraquíes. Es decir, no era una reacción de la población iraquí por la actuación de los norteamericanos. Por el contrario, todas las banderas y símbolos que portaban pertenecían a la milicia Kataib Hezbollah o a otras milicias chiíes afines. La segunda consideración es que la etapa convulsa que ha estado viviendo Irak en los últimos meses con protestas a lo largo de todo el país estaba motivada por el rechazo de la población a los intentos de interferencia iraní en el sistema político de Irak. En cambio, en una jugada magistral, se ha logrado que tras el ataque que costó la vida al contratista norteamericano, todas esas protestas hayan dirigido su rabia hacia la tutela efectiva de EEUU sobre Irak. Cada cual que saque sus propias conclusiones, pero tengamos muy presente que en este “juego” nada sucede por casualidad y “ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos”.
Evidentemente intentar asaltar la embajada, penetrar en la misma y llegar hasta la zona de espera de las visitas recordó a muchos imágenes de épocas pasadas. Y desde luego puso al descubierto las cartas del régimen iraní y la hoja de ruta diseñada por el ya difunto Suleimani.
Hasta ahora solo se ha hecho referencia a  hechos objetivos. Pero es el momento de adentrarse en el terreno del análisis. Tanto de los hechos posteriores como de lo que puede implicar.
Ante el desafío claro y evidente por parte del régimen de Irán a los intereses de EEUU y su ya declarado posicionamiento en los conflictos de Siria y Libia, el asalto a la embajada activó una respuesta que, a pesar de lo que pueda pensarse, no fue algo ni impulsivo ni fruto de la improvisación. Es cierto que un objetivo de alto valor como era Suleimani se supone que debería ser mucho más difícil de localizar y neutralizar, pero si algo caracterizaba al general iraní era su carisma, su prestigio de líder, forjado en el campo de batalla y demostrado, dejándose ver allá donde sus hombres actuaban, a menudo en primera línea y con cierto aire de impunidad. Por ello, la oportunidad no tardó mucho en presentarse. Pero lo que indica claramente que esta respuesta era algo ya planeado y preparado para llevar a cabo en caso de ser necesario es que el objetivo no sólo era Qassem. En el mismo ataque se abatió a Abu Mahdi al Muhandis, su hombre fuerte en Irak, y sólo 24 horas después, un convoy de líderes de la milicia Hashid Shaabi sufrió otro ataque que al menos les causó seis bajas.
Esto nos demuestra que la intención de EEUU no sólo era eliminar al general iraní. La operación evidentemente iba mucho más allá y tenía como objetivo eliminar a cuantos líderes de esas milicias chiíes fuera posible en un intento de golpear duramente todo el entramado tejido por Suleimani. Si las acciones continuarán o proseguirán más allá es una incógnita. Aunque lo más probable es que haya una segunda fase lista para ser puesta en marcha en caso de que la respuesta iraní sea llevada a cabo por las diferentes milicias. Y el objetivo más simbólico de esa lista es sin duda el jeque Nasralla. De lo que haga Hezbollah dependerá su futuro más próximo. Y justo este es el tema candente: la respuesta del régimen de los Ayatollah. Multitud de voces se han levantado después del ataque contra Qassem Suleimani clamando la irresponsabilidad ante la respuesta que dicha acción puede generar. Del mismo modo que ni los objetivos ni las acciones conducidas por EEUU han sido algo improvisado, tampoco se han dejado al azar las posibles consecuencias de estas. Todos los posibles escenarios han sido estudiados, así como la reacción ante cada uno de ellos. Y a pesar de que los movimientos políticos de los dos últimos días en Irak parecen ir en sentido contrario, el objetivo es mantener la posición en Irak y desactivar la influencia que está ejerciendo de un modo creciente Irán a través de sus proxies. Además, el momento ha coincidido con las protestas surgidas en Irán, reprimidas duramente precisamente por el general fallecido. En este tipo de asuntos las coincidencias no son lo habitual. Todo sucede según un plan previsto.
El mayor riesgo que se ha asumido a la hora de eliminar al líder natural de todas las milicias que actúan tanto en Irak como en Libano, Siria, Libia, etc es la pérdida de control de estas. Un general con el carisma de Suleimani las dirigía y controlaba sin fisura alguna. Él era quien dirgía la estrategia y coordinaba las acciones. Su desaparición puede llevar a una pérdida de ese control y que alguna decida actuar por su cuenta, o bien, que quien tome su lugar no goce ni de su carisma ni de su visión sobre cómo llevar a cabo sus propósitos, tomando una senda más beligerante o violenta. Este no parece ser el caso, ya que ha sido su lugarteniente el que ha ocupado su lugar, y su perfil no encaja en ese tipo.
Pero volviendo al capítulo de la respuesta iraní. ¿Qué opciones se  presentan? Varias son las que diferentes analistas y expertos han apuntado, y alguna de ellas plantea un contexto novedoso e interesante.
Por un lado existe la opción de una posible respuesta convencional. Esta, en todo caso, consistiría en un ataque contra objetivos o interese norteamericanos en la región. Descartado el empleo de la Fuerza Aérea por lo que ello implica de necesidad de inteligencia, planificación, medios, apoyo sobre el terreno para designar objetivos y el elevado riesgo de pérdidas propias, sólo quedan dos opciones: un ataque con misiles o varios ataques coordinados de las milicias comandadas por el general abatido, bien mediante elementos suicidas o bien mediante el lanzamiento de cohetes contra los objetivos. Esta opción es factible pero de nuevo supone la implicación de personal sobre el terreno y el riesgo de enfrentamiento con las Fuerzas de Seguridad iraquíes, que no pueden permitir que una milicia afín a un país extranjero campe y opere a sus anchas por su territorio, lo cual terminaría por ser contraproducente para los intereses de Irán en su país vecino.
Otra opción que puede plantearse es la de ataques terroristas contra instalaciones de EEUU fuera de Irak. Esta sería una respuesta de bajo nivel o complementaria a otro tipo de acciones, y no estaría a la altura de la proclamada “venganza” deseada.
Golpear a unidades de la flota de EEUU en el Golfo Pérsico supondría una escalada demasiado arriesgada para Irán. Las implicaciones de un conflicto que derive en un posible cierre del estrecho de Ormuz o una subida desproporcionada del precio del crudo por la disminución en el abastecimiento acabarían por volverse en contra de Irán y pondría en su contra a actores que hasta el momento, o se han mantenido al margen, o han condenado la acción de Estados Unidos.
Y por último, el más interesante de todos y del que se ha hablado con frecuencia en ciertos círculos de las redes sociales es el de un ataque cibernético. 
Una acción de estas características puede llegar a ser más devastadora que un ataque convencional. Pero tiene varios problemas, tanto para el que la lleva a cabo como para el que la sufre. Y si se materializara nos situaría en un escenario hasta el momento desconocido.
Para el atacante, el principal problema es el control de dicho tipo de ataque. No es nada fácil diseñar un arma informática que sólo afecte a un o a unos objetivos concretos, y el riesgo de que se acaben produciendo daños colaterales masivos es muy grande. Tanto o más como de que, una vez lanzado el ataque, éste acabe afectando al propio atacante. La red es global y una vez lanzada el “arma cibernética” se pierde el control absoluto sobre ella. Sólo hay que imaginar las consecuencias de un ataque contra la red de suministro eléctrico o de abastecimiento de agua de una o varias ciudades. El caos que provocaría podría ser de proporciones inimaginables.
Pero para el que recibe el ataque, aparte de las consecuencias del mismo, los problemas no son menores. En primer lugar por la dificultad de atribuir con certeza la autoría del mismo. Es muy difícil señalar a un país en concreto como responsable de una acción de estas características. Las formas de enmascarar su procedencia son casi infinitas.
Pero en el caso de que se llegara a identificar al autor, se presenta un problema no menor. Actualmente no existe un marco legal específico que regule las acciones bélicas en el ciberespacio. Se está aplicando una normativa pensada para conflictos convencionales a un dominio totalmente nuevo y con unas características diferentes. Lo más aproximado a una legislación internacional específica al respecto es el conocido como “Manual de Tallin sobre la Normativa Internacional aplicable a la Ciberguerra”, desarrollado por el Centro de Excelencia y Cooperación de Ciberdefensa de la OTAN.
Así pues, a día de hoy sería aplicable el “Ius in Bellum”, los principios de derecho internacional humanitario que regulan los conflictos armados que marcan la Distinción, la Proporcionalidad, la Necesidad Militar y la Humanidad como principios básicos aplicables a cualquier conflicto. Lo interesante es conocer cómo se aplica esa normativa en el dominio cibernético.
¿Qué acción llevada a cabo por Irán en ese dominio podría ser considerada “casus belli”?
¿Cómo podría, en caso de plantearse esa situación responder a su vez EEUU? ¿Sería admisible desde el punto de vista una respuesta convencional a un ataque cibernético?
Como puede observarse, en sólo unos días no sólo se ha puesto en juego la estabilidad de toda la región de Oriente Medio, sino que se están abriendo unos escenarios ignotos hasta el momento y que van a cambiar por completo los conflictos tal y como hasta ahora los hemos conocido.
Habrá que estar muy atentos a los acontecimientos.
 

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