Opinión

Palestina se queda sola

photo_camera Bandera palestina

Durante siete décadas, desde la formación del Estado de Israel en 1948, la defensa de la soberanía de Palestina ha sido una de las reclamaciones más extendidas globalmente. Los gobiernos de los países árabes, organizados en el paraguas de la Liga Árabe, han sido siempre los principales apoyos de la causa palestina, tanto a nivel económico como diplomático. Los aliados árabes asistieron militarmente a Palestina en las guerras de 1948, 1967 y 1973.

Todavía hoy, hasta 17 países árabes no reconocen el estado de Israel ni mantienen relaciones diplomáticas con sus gobiernos. Sin embargo, Israel sí mantiene relaciones pacíficas (aunque no exentas de tensión) con sus dos vecinos inmediatos, Egipto y Jordania. Egipto e Israel firmaron los históricos Acuerdos de Paz de Camp David en 1979, y Jordania se convirtió en el segundo país árabe en reconocer a Israel en 1994, en el marco del Tratado de Oslo. El progresivo acercamiento de Israel con sus vecinos no quita que la posición oficial de la mayoría de gobiernos de la Liga Árabe sea la de apoyar la independencia de un futuro estado palestino e incluso insistir en que Israel es un estado ilegítimo. Sin embargo, la causa palestina se ha diluido, y ha dejado de ser una prioridad para los gobiernos que antaño la hicieron propia.

Contactos pioneros

Durante la última década, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, en el poder desde 2009, ha llevado a cabo una estrategia de acercamiento con los estados árabes, en especial con Arabia Saudí, probablemente el país más influyente en la Liga Árabe hoy en día. La comunicación entre Israel y el bloque árabe todavía se lleva a cabo sobre todo a través de canales extraoficiales, pero no es ningún secreto: en 2017 el Ministro de Energía israelí admitió por primera vez que existían contactos entre Israel y Arabia Saudí, y ese mismo año el Ramatkal (la más alta posición del ejército israelí) dio una entrevista a un medio saudí por primera vez en la historia.  

Israel también ha maniobrado para incrementar la cooperación con otros dos países claves en la Liga Árabe: Emiratos Árabes Unidos y Omán. Con Emiratos incluso ha llegado a realizar ejercicios militares en bases de Estados Unidos y en el mar Mediterráneo, algo impensable hace apenas unas décadas. Y Netanyahu realizó una inesperada visita a Mascate, Omán, en 2018. El Ministerio de Exteriores omaní declaró con motivo de la histórica visita que Israel era ya “un país aceptado de Oriente Medio". Gracias a esta estrategia de acercamiento con los países árabes de la zona, Netanyahu pretende reivindicarse ante sus ciudadanos como un líder interesado en alcanzar la paz en una región tan frágil como Oriente Medio.

El enemigo común

Existe un claro motivo detrás del gradual acercamiento diplomático entre los países árabes e Israel. En la diplomacia hay pocas cosas que unan más que la percepción de tener un enemigo común, más aún si ese enemigo tiene la posibilidad de adquirir armas nucleares en el futuro. Irán se ha convertido así en la razón principal por la que países que ni siquiera reconocen a Israel hayan optado por empezar a normalizar las relaciones bilaterales. Aislar a Irán es el gran objetivo del bloque árabe liderado por Arabia Saudí y su príncipe heredero Mohamed bin Salman, y que comparte Israel. Contrarrestar la influencia de Irán en Oriente Medio, ya sea en Irak, Yemen, Siria o Líbano, es la máxima prioridad estratégica de la monarquía saudí. 

El bloque árabe ha sido antaño el mayor escaparate que tenía la causa palestina para exponer sus reclamaciones ante la comunidad internacional, pero los intereses geopolíticos se han impuesto a las antiguas e idealistas reclamaciones de la soberanía palestina. En otras palabras, el miedo a Irán ha desplazado a la causa palestina. Baste con comparar dos casos para entender el cambio de rumbo del bloque árabe respecto a la cuestión palestina.

En 2009, todos los países de la Liga Árabe apoyaron explícitamente a Palestina en una reclamación hecha ante la Corte Penal Internacional de la Haya para que investigara los presuntos crímenes de guerra cometidos por Israel en la Franja de Gaza. Este apoyo colectivo de la Liga Árabe fue crucial para dar voz a Palestina y acabó llevando al histórico reconocimiento de Palestina como estado observador de la ONU (sin derecho a voto) en 2012

Apenas una década después, en 2020, Donald Trump presentó su llamado Acuerdo del Siglo, un tratado negociado sin presencia palestina y que favorece desproporcionadamente a las reclamaciones de Israel. El hecho de que la mayoría de los estados árabes hayan apoyado este plan (tal y como se demostró en su presentación en Washington, a la que acudieron los embajadores de Bahréin, Omán y Emiratos Árabes Unidos) demuestra que aquellos tiempos en los que la causa palestina estaba en el centro de las reclamaciones del mundo árabe forman parte del pasado. 

Es posible que, si en los próximos meses el Gobierno israelí decide llevar a cabo la anexión de buena parte de Cisjordania (uno de los dos territorios palestinos junto con Gaza) según lo establecido en el Acuerdo del Siglo, la reacción de sus vecinos árabes sea esta vez más contundente y crítica con Israel. Sin embargo, parece poco probable que el apoyo a la causa palestina vaya más allá de declaraciones cosméticas sin ningún efecto real. El bloque árabe, en definitiva, parece haber pasado página, y en cambio Palestina, y por extensión sus cinco millones de habitantes, se está quedando sola.