Opinión

Pandemia: peligroso panorama

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El movimiento conocido como Primavera Árabe, de 2010 a 2012, trajo consigo una serie de manifestaciones violentas contra muchos Gobiernos de países árabes (fundamentalmente) con una turba enfurecida por la falta de oportunidades laborales, la violación de los derechos humanos y la ausencia real de democracia. 

En la actualidad, el golpe al tejido social y económico provocado por la pandemia está convirtiéndose rápidamente en bálsamo para lubricar nuevos movimientos sociales y civiles en aquellos países que, desde antes de desatarse la urgencia sanitaria global por el SARS-CoV-2, ya venían tocados con un lastre de desigualdad, pobreza, exclusión e inequidad. 

Las presiones están brotando:  lo que más me sorprende es que no iniciasen mucho antes, tomemos en cuenta, que llevamos más de un año con el tema de la maldita pandemia que ha paralizado la producción, alterado las cadenas de suministro global y destruido muchas formas de la economía tradicional… es decir, no solo ha provocado hasta el momento más de 4 millones de fallecidos en el mundo también ha dejado mucha miseria y destrucción económica. 

La gente de a pie ha aguantado estoicamente las medidas tomadas por muchos gobiernos en el mundo, algunas severísimas con confinamientos forzosos, cuarentenas largas, toques de queda, control total de las libertades civiles y hasta de la libre circulación; así como el mandato para miles de negocios de permanecer cerrados al no corresponder a la categoría de esenciales. 

Esto ha pasado con la economía formal, pero tal parece que no existiese la economía informal: todo ese amplio y ancho inframundo del dinero en negro movilizado por muchísimas actividades que todos los días dan de comer a millones de familias tanto en los países industrializados y más desarrollados como en los menos. 

Si para la gente en la economía formal, los gobiernos (algunos) decretaron paquetes de ayuda de emergencia económica en forma de subsidios, cheques o pagos directos, para las personas de todas las edades que viven y subsisten de la economía informal no ha habido ninguna sola ayuda… de ningún gobierno y en ningún país. 

Estamos hablando que millones de habitantes no pueden resistir más, están absolutamente solos y abandonados a su suerte y la pandemia con el avance de varias variantes tampoco parece darse por vencida. 

La gente tiene hambre, temor, incertidumbre y múltiples necesidades por satisfacer sobre todo alimentar a los suyos; las protestas van cundiendo por esa ira social que cruje cuando el estómago lleva varios días vacío… y no hay ninguna perspectiva de que mejore. 

Desde Colombia, hasta Cuba, Sudáfrica, Nicaragua, Irak, Afganistán, Chile, Haití y los próximos países que se sumen, porque esta ola de irritación social no va a finalizar pasado mañana. 

El hambre siempre termina pasando por la guillotina a los gobernantes y cambiando los regímenes políticos, así cayó la monarquía en Francia y se han escrito letras de sangre y de transformación en los anales de la Historia. 

La pandemia está convirtiéndose en ese revulsivo no solo como acelerador en lo digital, en lo tecnológico o resorte cualitativo en muchos sectores… de igual forma cambiará a la gente en lo social y tendrá un impacto político en dos vías: una, en las urnas y otra, en las calles. 

A colación

Ya son varios los analistas internacionales que advierten de un incremento en los populismos y las ideologías extremas como consecuencia de todo el miedo y la incertidumbre provocadas por la pandemia. Al final es una especie de sálvese quien pueda y el resultado será más ostracismo. 

No todos los países más afectados son los menos desarrollados, las economías más industrializadas y desarrolladas tienen ahora mismo graves desafíos con una masa de desempleados creciente y la presión de una juventud preparadísima que espera vivir peor que sus padres e incluso que sus abuelos. 

En Francia, no hace mucho, el presidente Emmanuel Macron, llegó a recibir una alerta de Defensa en el sentido de que la nación gala estaba al borde de una guerra civil. 

En España, tampoco los datos son halagüeños: el Instituto Nacional de Estadística dio a conocer que el año pasado, casi se duplicó la pobreza severa al crecer hasta el 7% de la población lo que significa que siete de cada cien españoles la sufren mientras que uno de cada cuatro ha llegado al borde de la pobreza. De momento, solo hay filas del hambre de gente que se acerca a pedir comida a alguna institución religiosa, fundación o bien ONG, pero nadie descarta una ola de protestas. A ver si no experimentamos un tsunami sociopolítico global…