Polisario, beligerancia y propaganda como adicción

Brahim Ghali

Esta semana amanecíamos con la sorprendente noticia publicada en España por la agencia Europa Press, en la que se hacía eco de un comunicado del Frente Polisario, y cuyo titular decía: “El Polisario denuncia la muerte del jefe de la Gendarmería en un ataque de Marruecos con un dron israelí”. La sorpresa no es tanto por el hecho en sí, sino por ser la segunda vez en dos semanas que se comunicaba el mismo suceso. Si damos por hecho, como así parece, que no ha habido error por parte de la agencia de noticias, que no hay dos personas con similar nombre y cargo en las filas del Polisario, o que esta persona no haya muerto dos veces, tan solo nos queda la opción de una sobreexplotación de la figura del fallecido por parte del Polisario para su habitual y sonrojante propaganda. Una forma de proceder bastante execrable por otra parte. Y también nada sorprendente, todo sea dicho.

No vamos a negar que desde aquí lamentamos cualquier fallecimiento que pudiera producirse derivado de las presuntas hostilidades, en eso que durante estos últimos meses se ha venido a llamar guerra. Muertes perfectamente evitables desde el disparatado viaje a ninguna parte en el que Brahim Ghali y su imprudente beligerancia llevan meses embarcados, y sobre cuya conciencia tendrán que pesar. Pero la tarea que de manera impúdica realiza día tras día el aparato de comunicación del Polisario supera los límites de lo tolerable.

Probablemente esta haya sido la noticia de mayor repercusión de un enfrentamiento del que, por otra parte, la cobertura informativa de su desarrollo continúa brillando por su ausencia. Sin duda un caso inédito en la historia bélica moderna, ya que se trata de la primera contienda en la que, transcurridos seis meses, aún no hemos visto ningún material audiovisual de la misma, fiable y contrastado. Un dudoso record que pone en duda una vez más la veracidad de la disputa sobre el terreno, al menos a la escala que el Polisario pretende trasladarlo ante la opinión pública.

El fallecido en cuestión respondía al nombre de Adaj el Bendir. Había sido recientemente nombrado jefe de la gendarmería en junio pasado, aunque se incorporó a las filas del Frente Polisario en 1978, participando en la guerra con Marruecos. Según el comunicado (el de hace dos semanas) emitido desde fuentes oficiales del Polisario, El Bendir falleció “en el campo de honor” cuando se encontraba cerca de Tifariti, “donde acababa de participar en un ataque en la zona de Bir Lehlou contra el muro”. En el campo de honor, contra el muro. El absurdo al servicio de más propaganda. Un ámbito en el que no parecen existir los límites éticos.

El otro aspecto a reseñar que suscitó interés en esta noticia fue el rumor de que Brahim Ghali acompañaba al fallecido durante el ataque, y que incluso era el objetivo principal. Nada más lejos de la realidad. El señor Ghali llevaba meses desaparecido, pero no en combate, valga el juego de palabras cinematográfico. Y con él, lo ha estado su liderazgo, que en los tiempos que corren tal vez lo necesitasen los suyos. Sin dar la cara en este periodo clave, amigo de la estrategia del avestruz ¿Cómo iba el señor Ghali a fallecer “en el campo de honor” junto a su jefe de gendarmería? Ahora mismo, mientras escribimos estas líneas, nos llega la noticia de que ha entrado en España por razones de salud. Pero no hay justificación posible, lo anteriormente descrito viene de mucho más atrás, y esta última noticia no hace sino apoyar más la idea de que su relevo está más cerca de lo que creemos.

Por otra parte, resulta hasta jocoso el intento de glorificar al personaje con la tradicional retórica de exaltación patria que el Polisario suele utilizar en estas ocasiones. Con un discurso más propio de las guerras napoleónicas, fuentes saharauis indicaron que no es tan difícil que muera un alto cargo sobre el terreno. Por ello afirmaron que “nuestros mandos suelen estar en primera línea del frente. Y tampoco sería extraño que algún día falleciera en el campo de batalla el mismo Brahim Ghali. Al contrario, para él sería un honor. Nuestros mandos saben que la forma de infundir la moral en las tropas es dar ejemplo y estar ahí, en la primera línea del frente.

Si el mensaje como no, además de propagandista, se hacía con objeto de infundir moral a los jóvenes combatientes saharauis, mucho nos tememos que lo único que habrá producido es un buen puñado de carcajadas. Y es que no hay que indagar mucho para saber que la práctica totalidad de los máximos dirigentes del Polisario a lo largo de los años han fallecido no precisamente en el campo de batalla. Excepción hecha de El Uali Mustafa Sayed, desde Ali Beiba hasta Mohamed Abdelaziz, pasando por otros históricos como Mohamad Jaddad llegaron hasta la tercera edad como dirigentes del Polisario sin excesivos sobresaltos antes de fallecer. Eso sin profundizar en la infinidad del resto de cuadros de escalafones inferiores que podrían engrosar la nómina de los que fallecieron en sus aposentos.

Esta forma de enmascarar la realidad no es nueva. En el Polisario el tiempo se detuvo hace décadas, con prácticas similares dentro de este perpetuo ‘juego de la silla’ en lo que al reparto de cargos se refiere, aunque siempre entre los mismos caducos personajes. Especialmente singular es el caso de los primeros ministros, donde desde 1976 hasta la actualidad han ido rotando en el cargo las mismas cinco personas, de forma cíclica, a lo largo de diez etapas.

Estos ejemplos recién citados van estrechamente ligados. Divinizar a la cúpula para justificar su cesarismo y gerontocracia de cara al exterior, donde todo es inmovilismo en el que se prohíbe cualquier tipo de discrepancia. A este lado del estrecho puede que, como siempre, tenga un pase entre sus entregados afines. Pero en los campamentos el rechazo es cada vez mayor, allí es más palpable que nunca la ‘bunkerización’ de la cúpula del Polisario, distanciada de una población joven que vive en el hastío de la indefinición permanente mientras se la ignora y se le niega su cuota de representación en los órganos de poder. Y que encima ahora se la envía a la ‘guerra’ con soflamas vacuas que para colmo enaltecen a sus decadentes líderes.

Tal vez sea este uno de los pocos legados positivos que pudiera salir de esta presunta guerra. Ese demencial requisito de haber participado en acciones de guerra para poder ostentar cargos de dirección dentro del Polisario inhabilita cualquier posibilidad de cambio o aperturismo, cambios que se antojan imprescindibles hacia una clase dirigente más joven que supere la fractura generacional con el grueso de la población. Es lo único serio que podría salir de todo esto, la única utilidad. Abrir las ventanas y ventilar. Tal vez así los más jóvenes se avengan a buscar la salida dialogada que desde el Polisario se les niega, desde la ONU se invita, y desde el resto de la sociedad civil saharaui se reclama con urgencia desde el surgimiento de nuevos liderazgos como el del MSP.

Por desgracia nos tememos que no será así. La desvergüenza con la que se vienen utilizando en los últimos meses la propaganda al servicio del autobombo, la grandilocuencia y la exaltación guerrera así lo atestiguan. No es necesario irse a los medios para comprobarlo, ahí tenemos los más de 160 partes de guerra, casi indistinguibles uno de otro, salvo por su rancio olor a naftalina. Solo nos queda desear que la situación no se agrave, que pronto haya un cambio de liderazgo y que impere la cordura. Como rezaba el célebre poema de Thomas Gray, que siglos después inspiró a aquel desgarrador alegato antibelicista que magistralmente Stanley Kubrick llevó a la gran pantalla, “(…) los senderos de la gloria no conducen sino a la tumba”. Aún estamos a tiempo de evitarlo.
 

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