Por qué el independentismo amplía su ventaja en Cataluña

Elecciones en Cataluña con una alta abstención

Las elecciones en Cataluña volverán a sorprender a los europeos y a los analistas de todo el mundo. Después de diez años de proceso independentista, con un referéndum ilegal y una condena por sedición como hitos, los ciudadanos siguen otorgando la mayoría holgada a los partidos políticos que han arruinado esta región española desde el punto de vista moral, pero sobre todo desde la óptica económica y de futuro de sus próximas generaciones. Los medios de comunicación a los que ha costado tanto corregir su impresión de que no hay represión contra las ideas en España sino persecución de los delitos cometidos, vuelven a asistir a la victoria y la presuntuosidad de formaciones políticas que en países de nuestro entorno más cercano estarían suplicando la legalización por defender la destrucción del país en el que concurren a los procesos electorales. Ven cómo el constitucionalismo y el unionismo no convencen a la mayoría de los que votan, porque quedarse en casa mientras el independentismo se moviliza para lograr un nuevo triunfo no puede considerarse excusa. 

El regocijo de Junqueras y Puigdemont es hoy el mismo que tendrá Putin, que tanto ha contribuido desde su gobierno a desestabilizar la democracia española difundiendo noticias falsas en los momentos más exacerbados del nacionalismo antiespañol. La noticia sin embargo es nefasta para la UE, que ve elección tras elección cómo un fenómeno trasnochado casi un siglo atrás revive en pequeños territorios para amenazar la normalidad institucional de un proyecto europeo de libertad y progreso en el que los separatismos deberían quedar desterrados. 
Las elecciones regionales del domingo en España demuestran también que la dejación de responsabilidades en política se paga, sobre todo cuando la situación delicada más aconseja tomar la iniciativa y ocupar espacios que en caso contrario ocuparán tus adversarios. La candidatura de Ciudadanos ha perdido treinta escaños en el Parlamento autonómico y pasa de ser primera fuerza a penúltima, porque le temblaron las piernas cuando más necesario era mostrar determinación, en contraste con lo que acaba de anunciar el ganador, que irá a la investidura, aunque la pierda. La responsabilidad de la nueva líder de este partido es hoy la misma que demostró su antecesor cuando adoptó la decisión de abandonar un proyecto al que había llevado al más absoluto desastre. Como en aquella masacre del día de San Valentín, su derrota es extensible a la del Partido Popular, siglas completamente desconectadas de la realidad catalana, atropelladas por el nuevo partido Vox con el que el líder del PP ha roto amarras hace menos de tres meses. La fractura infantil y recalcitrante de la derecha española promete muchos años de gobiernos de izquierdas, moderada y extrema.

Los ganadores en las urnas podrían no gobernar. Con los mismos votos obtenidos por el ahora ministro Iceta en 2017, el Partido Socialista ha pasado de 17 a 33 escaños, a ganar las elecciones en voto popular y disputarle la victoria en escaños a la primera fuerza independentista. La estrategia de tener al aspirante al gobierno catalán apostado cómodamente en la popularidad que otorga ser la máxima autoridad sanitaria en una pandemia mortal y arrasadora se ha demostrado acertada en términos partidistas. Sánchez ha triunfado en primera instancia en estos comicios, pero su victoria cortísima se podrá medir realmente cuando se forme gobierno: si el candidato Illa no es president y ERC prefiere como parece alimentar el bloque rupturista, esa victoria será amarga y podría derivar además en inestabilidad para el gobierno central. 

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