Opinión

Por una Europa de los ciudadanos

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Existen ciertos puntos o elementos fundamentales que hay que abordar, tratar y analizar para poder llegar a una Europa de los ciudadanos.

1. Problemas globales exigen soluciones globales

Vivimos en un mundo multipolar en el que solo la dimensión otorga relevancia y en el que los Estados territorial o económicamente “gigantes” son absolutos protagonistas. Esta situación obliga a los pequeños Estados a asociarse para escapar de la irrelevancia.

A esa tendencia asociativa primaria viene ahora a sumarse otra fuerte tendencia derivada de la magnitud de los problemas que afrontamos y de la dimensión planetaria de muchos de ellos. El cambio climático, la inevitable transición hacia una energía “limpia”, la lucha contra la desigualdad o la erradicación de la pandemia son razones funcionales para la asociación de Estados.

La concurrencia de esas tendencias ha dado lugar a agrupaciones continentales de Estados que se han integrado en los limitados instrumentos de gobernanza mundial actualmente operativos. La principal agrupación continental de Estados es la Unión Europea (UE).  

Sin embargo, la UE no está hoy en su mejor momento. Sus políticas de coerción parecen poco eficaces en el terreno económico cuando los Estados Unidos o China han tomado medidas arancelarias o fiscales en nuestro perjuicio; pero incluso en el seno de la propia UE esas políticas han resultado poco eficaces frente a las tentaciones iliberales de Polonia, de Hungría y de un número creciente de países del Este europeo.

Tampoco sus políticas comunes han funcionado mucho mejor frente a problemas como la emigración ilegal o la lucha contra la pandemia. Se diría que, estando de acuerdo en que afrontamos problemas globales y en la necesidad de buscar soluciones globales, no somos capaces de implementar soluciones globales.

2. Gobernar la globalización

En el año 2002, Joseph E. Stiglitz publicó su obra ‘El malestar en la Globalización’, un ensayo que vino a constatar la existencia de importantes desajustes en el proceso de globalización. Así, Stiglitz afirma: “La globalización actual no funciona. Para muchos de los pobres de la tierra no está funcionando. Para buena parte del medio ambiente no funciona. Para la estabilidad de la economía global no funciona”. 

Era una visión pesimista formulada cuando lo peor estaba todavía por llegar. Pero lo peor llegó, una crisis que se originó por la desregulación del sector financiero, pero que terminó por impactar en todos los sectores de la economía. 

Ese pesimismo en el análisis se corrige a la hora de proponer soluciones, unas soluciones que apuntan en la dirección de “gobernar” el proceso de globalización. Por decirlo en palabras del propio Stiglitz: “A escala mundial, el motivo por el que la globalización no funciona es la gobernanza”.  Es la falta de un gobierno mundial, por limitadas que puedan ser sus funciones, lo que produce desequilibrios y pone de manifiesto incapacidades en múltiples campos y hoy especialmente en la lucha contra la pandemia que nos golpea. 

Poco a poco el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio junto con el G-7 y el G-20 van introduciendo patrones de gobernanza a nivel global, hasta el punto de permitir afirmar que el siglo XXI es ya el siglo de la gobernanza mundial, del mismo modo que el siglo XX fue el de la política de bloques y el XIX el de los Estados y su secuela imperialista. 

Es sin duda un camino de esperanza, aun cuando no está exento de vacilaciones y retrocesos. Es, sin embargo, enteramente insuficiente y eso da mayor protagonismo a las organizaciones de gobierno continental y por tanto a la Unión Europea.

3. Esto no va de burocracia

Reclamar más y mejor gobernanza no puede ser entendido como reclamar más burocracia o mayor intervencionismo de las administraciones. La propia UE ha sido acusada en muchas ocasiones de excesivamente burocrática e intervencionista. Gran parte de los argumentos a favor del Brexit se derivan de esa crítica. 

Sin embargo, más y mejor gobernanza global no equivale a más burocracia ni a mayor intervencionismo con carácter general. Regular los movimientos internacionales de capitales a corto plazo, los mercados derivados o establecer una imposición mínima unificada para las grandes empresas transnacionales parece imprescindible, pero ninguna de esas medidas supone restricción alguna para la actividad del ciudadano medio. 

La creación de los fondos Next Generation, con los profundos cambios que han producido en las pautas de conducta de la UE, demuestra que existen mecanismos con un fuerte impacto sobre la realidad económica y social, sin implicar excesivas regulaciones y sustituyendo estas por un binomio de planificación ex -ante y control de ejecución ex– post. 

El excepcional volumen de recursos movilizados por la UE como instrumento de reactivación económica exige que estos sean utilizados donde mayor impacto puedan producir, y esto exige una concepción descentralizada del Plan en el que tengan un importante protagonismo las administraciones sub-estatales y metropolitanas en la medida en que estas tienen una mayor proximidad en los centros en los que los recursos son más necesarios y capaces de producir efectos. 

4. Una densa red de ciudades: Europa

Europa es hoy una densa red de ciudades en las que se concentra la mayoría de su población, pero también la mayor parte de su capacidad de producción y de demanda de servicios sociales. 

Un amplio conjunto de esas ciudades constituye territorios metropolitanos que exceden del ámbito municipal para configurar comunidades con creciente voluntad de asumir nuevas áreas competenciales, precisamente en el campo de la economía, la innovación científica o la lucha contra la desigualdad. 

Esa red de ciudades tiene formas y niveles de gobernanza muy diferentes que van desde su configuración como entes federales en Alemania y Austria a organizarse como ciudades región en Francia, Italia o Portugal o pura y simplemente como entidades metropolitanas como en el caso de Holanda, Inglaterra o Polonia. 

En nuestro caso, la Constitución española reconoce a las Comunidades Autónomas la capacidad de crear Áreas Metropolitanas, capacidad únicamente ejercida en el caso de Cataluña mediante la constitución del AMB.

El elemento común de todas estas fórmulas organizativas es la superación del marco municipal para encontrar respuestas a los retos que presentan la movilidad, la contaminación, la transición energética, la vivienda o la lucha contra la desigualdad y la exclusión.

Más de 30 de esos conglomerados urbanos forman parte de la red European Metropolitan Authorities (EMA), que tiene un importante rol como interlocutor de la Comisión y del Consejo y que debería asumir un protagonismo creciente en la aplicación de los fondos Next Generation.

Para llegar a construir una Europa de los ciudadanos tendremos primero que desarrollar la Europa de las ciudades.

Juan José Folchi, abogado del Estado y abogado de profesión, conseller d’Economia i Finances en el Gobierno de la Generalitat presidido por Tarradellas, diputado en la segunda legislatura del Parlament de Catalunya y miembro del Comité Impulsor de Barcelona Distrito Federal (BDF).