Portazo de los generales argelinos a la reconciliación histórica con Francia

Argelia

Revés brutal al presidente francés, Emmanuel Macron, y a su campaña por una lectura común franco-argelina de los 132 años de ocupación y colonización, y sobre todo de los ocho años de la guerra de la independencia de Argelia (1954-1962). La iniciativa de Macron ha sido rechazada de plano por los generales argelinos, encabezados por su jefe de Estado Mayor, el general Said Chengriha, a pesar de los primeros y decisivos pasos dados por el actual inquilino del Palacio del Elíseo: la apertura de los archivos secretos a los historiadores, y el reconocimiento de que el matemático y uno de los líderes de la Resistencia argelina, Alí Boumendjel, había sido torturado hasta la muerte por las tropas francesas. 

Desde que el historiador Benjamin Stora entregara a Macron su catálogo de recomendaciones para cerrar las heridas de aquel conflicto, la reacción argelina, lejos de aceptar la mano tendida hacia la reconciliación memorialística, se ha distinguido por redoblar las acusaciones hacia la antigua metrópoli. La cúpula militar se muestra así particularmente hostil a que las nuevas generaciones se liberen de la pesada carga del rencor. 

Se da la circunstancia de que el general Chengriha es el primer jefe de la cúpula militar argelina que no luchó en aquella guerra, lo que vendría a indicar que ha tomado firmemente el testigo de su antecesor y verdadero hombre fuerte de Argelia, el general Gaid Salah, que obligó a dimitir al presidente Abdelaziz Bouteflika antes de sufrir él mismo una fatal parada cardio-respiratoria.

Aquel movimiento de Salah tenía como objetivo detener las cada vez más extendidas y numerosas protestas del movimiento Hirak, en las que se expresaba el hartazgo por el inmovilismo de un régimen tutelado desde la independencia por los militares, primero a través del partido único FLN (Frente de Liberación Nacional) hasta 1989, luego autorizando la irrupción de nuevos partidos, entre ellos los radicales islámicos que a punto estuvieron de implantar una república islámica en el país, pero que provocaron una larga y larvada guerra civil de ocho años y medio millón de muertos.

El Ejército, columna vertebral del régimen

Menos estridente que Gaid Salah, el nuevo hombre fuerte del régimen parece comulgar plenamente con el punto neurálgico del pensamiento castrense argelino: las Fuerzas Armadas, principales artífices de la victoria sobre Francia, están legitimadas para garantizar la unidad y estabilidad del país, misión que consideran inalienable y, por lo visto, eterna. 

Para realizar tal misión, Chengriha considera que el Ejército debe ser y comportarse como un cuerpo sin fisuras. Así, ha logrado la absolución a primeros de este mismo año de los generales Mohamed Lamine Mediene, el temido “Tawfiq” y Osman Tartaq, que habían estado al cargo de los poderosos servicios secretos, y que habían sido condenados a quince años de prisión poco después de la evicción del presidente Bouteflika. 

Se trata de un mensaje contundente: el Ejército sigue firme y los poderes del actual presidente, Abdelmadjid Tebboune, estarán sujetos al visto bueno de la cúpula militar. Valga como ejemplo que el inquilino del Palacio de la Mouradia, que había anunciado en febrero un amplio reajuste en su Gobierno, no ha podido cambiar ni al primer ministro ni a los titulares de las carteras más controvertidas. 

En paralelo, el general Chengriha ha subido el diapasón en sus acusaciones a Francia, a la que culpa de estar detrás, junto con otras potencias extranjeras, de la nueva explosión de manifestaciones de Hirak. Al mismo tiempo, se revitaliza el recuerdo de la guerra por la independencia, acentuando tanto las acciones de aquella “gloriosa revolución” como el supuesto número de mártires (chouada) que costó aquella lucha. 

El jefe del Estado Mayor no hace sino aumentar la cantidad de víctimas argelinas cada vez que tiene ocasión de recordarlo, y ya habla abiertamente de “millones”, en una sobrepuja en la que ha aprovechado incluso la revelación hecha por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, según la cual su colega argelino, Abdelmajid Tebboune, le habría informado de que “Francia habría masacrado a más de cinco millones de argelinos” en los 132 años que duró el período colonial. Los historiadores franceses sitúan en alrededor de 250.000 las víctimas autóctonas, de las que no menos de 50.000 habrían sido asesinadas por el propio FLN. 

Que tal sea el pensamiento sincero de Tebboune o bien que le haya sido impuesto por Chengriha, lo cierto es que el presidente argelino se pronunció el pasado 22 de marzo por medio de Abdelmajid Chikhi, su consejero para la Memoria Nacional. Según su solemne declaración, el informe Stora no sería sino un dosier franco-francés, de modo que “oficialmente, es como si tal informe no existiera” [para el Gobierno argelino]. 

Parece, pues, que la reconciliación a través de una visión compartida de la historia, por grave que fuera, tendrá que esperar un tiempo. Entretanto, se seguirá atizando el odio magnificando los agravios. Quizá porque el Ejército argelino no quiere perder la base histórico-ideológica sobre la que asienta su inmenso poder.    
 

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