Regionalización, oportunidad para el Mediterráneo

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Vivimos tiempos interesantes y desafiantes. El mundo se hacía más pequeño y pensábamos que la globalización era el destino de la humanidad. Ahora esa certeza se pone a prueba.

Los avances científicos, económicos, sociales y técnicos logrados durante la última década superan los logrados en 100 años. Los logros de los últimos dos años superan aún más a los de la última década y el ritmo futuro será aún más rápido. El escenario es emocionante.

En este momento clave, la cooperación mediterránea es más necesaria que nunca porque nos enfrentamos a una crisis global que aún es evitable.

La región mediterránea debe y puede hacer un mejor uso de la logística como palanca de su desarrollo económico y ecológico. La regionalización emerge como una gran fuente de oportunidades.

La diversidad de nuestra región debe ser un gran catalizador para el crecimiento y la integración, para la creación de nuevas empresas y la internacionalización. El talento mediterráneo sin fronteras crea valor, un estilo inclusivo y adaptable que cultiva la capacidad de sacar lo mejor de un entorno diverso.

El cambio climático y la escasez de agua amplificarán el impacto de los diferentes conflictos, generando nuevos desafíos. El crecimiento previsto en los próximos años del turismo, el tráfico marítimo, la acuicultura o la búsqueda de hidrocarburos exigen medidas para ordenar estos usos y conseguir la sostenibilidad de su enorme riqueza.

Durante demasiado tiempo, las empresas han organizado sus operaciones teniendo en cuenta los costos. La crisis de salud de la COVID-19 ha destacado la necesidad de que las empresas diseñen sus cadenas de suministro en torno a la competitividad del riesgo en lugar de solo al costo. Por lo tanto, las empresas internacionales y europeas se verán guiadas a mitigar los riesgos recurriendo a la deslocalización, que podría ser costosa, o la diversificación regional, que es menos costosa.

La regionalización es una fuente de inmensas oportunidades, especialmente cuando se pueden reducir las barreras al comercio y se pueden desbloquear métodos de transporte más rápidos y rentables. Los bienes y servicios logísticos de extremo a extremo deben diseñarse para ayudar a garantizar que los bloques comerciales regionales creen entornos para que las empresas prosperen, con un profundo conocimiento de las regiones en las que operan.

El nuevo paradigma económico y comercial estaría provocando el acortamiento de las cadenas logísticas, convirtiéndose cada vez más en cadenas regionales.

En este contexto, la región mediterránea podría convertirse en una próspera frontera de producción complementaria norte-sur, su ubicación geográfica permite acortar los circuitos logísticos con la UE y África, y reducir la huella de carbono. El coste de la mano de obra, aunque superior al de Asia, sigue siendo muy ventajoso, sin olvidar el potencial de innovación científica y tecnológica que ha puesto de manifiesto la COVID-19.

Pero hay que enfrentarse a los retos de esta deslocalización y el interés de la co-industrialización entre diversas economías mediterráneas y europeas. 

Probados por la COVID-19, varios países industrializados han decidido reorganizar sus cadenas de valor, para optar por la reubicación nacional o regional. Esta tendencia actual, de la que forman parte las cadenas de valor industriales, posiblemente podría constituir una oportunidad para la región mediterránea.

El cambio histórico que se avecina implica la implementación de un programa ambicioso que apoye la integración de las economías mediterráneas. Los desafíos exigen la suma de compromisos que todos debemos tener. Se dice que el mar Mediterráneo es demasiado estrecho para separarlo y demasiado ancho para unirlo. Europa necesita implicarse ya que su futuro está íntimamente relacionado con la capacidad de desarrollo económico y social de los países del sur del Mediterráneo y de África.

Ahora es el momento de volver al Mediterráneo. Es el momento de pensar, intercambiar, colaborar y actuar y de comprender que el cambio fundamental proviene de la satisfacción de las necesidades insatisfechas, empoderando a las personas para que impulsen el cambio que se desea crear y de dar forma al futuro de la economía mediterránea y global.

Hay que repensar la relación entre UE y el Mediterráneo e impulsar un proyecto común capaz de competir en el mundo de grandes aéreas geográficas o uniones económicas gigantes, donde el Mediterráneo se convierta en el lugar clave que proporciona soluciones a los problemas de la cadena de suministro global y que el futuro en el Mediterráneo y Europa no dependa de la geopolítica global.

Tenemos que superar los retos para crear riqueza y contribuir al bien común fortaleciendo el tejido social de manera sostenible y respetuosa con la dignidad humana y la naturaleza. 

Este viaje al Mediterráneo es el camino hacia el futuro que, por su estabilidad y crecimiento económico en toda la zona, depende de la participación de todos los actores de la sociedad civil para impulsar la inversión y generar riqueza. 

Porque en ningún lugar como en el Mediterráneo se escribe el futuro, se cruzan no solo los caminos, sino las oportunidades y los talentos. En ningún lugar como en el Mediterráneo se atesora experiencia de progreso y colaboración y la capacidad de hacer de cada reto y cada aparente contradicción una oportunidad. 

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