Opinión

Registros de un año pandémico en América, África y Asia

photo_camera Atalayar_Joe Biden

En noviembre de 2020, Timothy Snyder, profesor de la Universidad de Yale, publicó un extenso análisis titulado ‘La política del dolor’, en este señaló que Donald Trump no era un populista a secas sino un ‘sadopopulista’ y un jefe tribal. Snyder cuestionó ¿por qué el Gobierno de Estados Unidos ha actuado de una manera que ha dejado más de 200.000 muertos entre los ciudadanos del país? El académico documentó que el coronavirus había matado más estadounidenses que cualquier enemigo en el campo de batalla. “Cada pocos días, sufrimos el equivalente a un 11 de septiembre. Esta vez, sin embargo, unos estadounidenses han tomado (o han dejado de tomar) decisiones que han matado a un número espeluznante de otros estadounidenses. Al igual que las hambrunas, las plagas son políticas. Esta es, sobre todo, tribal”. Esa es una buena síntesis de lo que fue la gestión de la pandemia por parte del presidente Donald Trump. 

Joe Biden, quien prometió administrar 100 millones de dosis de vacunas en sus primeros 100 días de Gobierno, asumió una actitud completamente diferente a la de su antecesor y, de hecho, al cumplir su objetivo antes del tiempo estimado, se animó a una nueva promesa: vacunar a todos los adultos de Estados Unidos para finales de mayo. El ritmo de vacunación actual supera dos millones de dosis por día. A comienzos de marzo, más de 54 millones de personas habían recibido al menos una dosis (de alguna de las vacunas) y cerca de 28 millones ya estaban completamente inmunizadas. Para esa fecha el Gobierno federal había distribuido 109,9 millones de vacunas a estados, territorios y agencias federales y, de continuar con este ritmo, la inmunidad de rebaño se alcanzará en agosto. Esto no es poco considerando que Estados Unidos es el país más afectado del mundo, en términos absolutos, por el coronavirus. Se han contabilizado 28 millones de contagios y medio millón de muertos en ese país. Transcurrido un mes de la investidura de Joe Biden más de medio millón de personas habían muerto por COVID-19 en Estados Unidos: “Más estadounidenses han muerto en esta pandemia que en la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam juntas”, dijo el presidente finalizando febrero. 

Atalayar_Marruecos presidente

Viendo hacia África hay que decir que Marruecos ha tenido una notable gestión de la crisis sanitaria, no solo a nivel africano, sino del mundo. De hecho, ha sido destacada por su eficacia, eficiencia y vigor. La gestión de la crisis marroquí ha sido muy superior a la de varios países europeos, magrebíes, africanos y a la mayoría de los latinoamericanos. También es destacable la ejemplaridad del jefe de Estado, tanto en sus acciones y conductas que podían incidir e inclinar a los ciudadanos a emularlas, como en su diligencia respecto a las medidas de contención, a la celeridad en la adquisición de vacunas y al inicio del proceso de inmunización o de vacunación. Aunque la economía se contrajo un 7% con motivo de la emergencia sanitaria durante 2020, para este año las previsiones son optimistas, Marruecos espera una recuperación y crecimiento alrededor de 5,3%. En el contexto de la pandemia, durante 2020, Naciones Unidas observó y así lo documenta el Informe de la Administración Biden sobre la situación de derechos humanos en el país, que las fuerzas de seguridad “usaron fuerza excesiva” para hacer que la gente cumpliera con el confinamiento y con los toques de queda. “Según un informe de Amnistía Internacional publicado en junio, un total de 91.623 personas fueron procesadas entre marzo y mayo por violar el estado de emergencia. Al menos 588 personas permanecieron detenidas por violar el estado de emergencia”. La aplicación de las medidas, disposiciones y restricciones siguen siendo estrictas y severas en Marruecos, por ejemplo, el sábado 10 de abril, la Gendarmería Real de Marruecos arrestó a Mekki El Hannoudi, presidente de la comuna de Louta, cerca de Alhucemas, quien habría sugerido ignorar el toque de queda nocturno que se extiende durante el Ramadán, según documentó Morocco World News.

Algunas mediciones internacionales destacaron en 2020 que, a nivel mundial, entre países con economías de un cierto nivel, las peores gestiones de crisis han tenido lugar en Sudáfrica, Colombia y México, según Bloomberg, y en Colombia, México y Brasil, según el think tank australiano Lowy Institute. En el caso de México se habla desde hace meses del subregistro oficial de las muertes por coronavirus y del exceso de mortalidad en México que es muy superior a los registros de decesos admitidos como muertes por COVID-19. Brasil y México se sitúan entre el segundo y el tercer lugar con más muertes en el mundo a causa de la pandemia. El primero, como ya se indicó, es Estados Unidos. Se ha señalado al Gobierno mexicano y puntualmente al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, de una “gestión criminal” de la pandemia. Así lo documenta ‘Un daño irreparable: la criminal gestión de la pandemia en México’, un libro que vio la luz en el albor de 2021. Su autora, Laurie Ann Ximénez Fyvie, ha sido respaldada por periodistas e intelectuales mexicanos, frente a las descalificaciones del régimen y sus huestes. Andrés Manuel López Obrador ha sido un pésimo ejemplo para la ciudadanía, haciendo todo lo que no se debe hacer en una situación de emergencia sanitaria, transcurrido más de un año de declarada la pandemia, el presidente todavía se niega a usar un cubrebocas o mascarilla. 

Atalayar_Lopez obrador

Las gestiones de la crisis sanitaria en los países latinoamericanos, salvo contadas excepciones (Uruguay, Costa Rica, Chile), han ido entre malas, pésimas y perversas. Los registros de las muertes, la demora en la compra de vacunas y en iniciar los procesos de vacunación (aquí la mediocridad y/o la medianía del Gobierno colombiano es digna de mención), pueden ofrecer una idea de lo que ha sido esta catástrofe sanitaria y humanitaria y de las desastrosas gestiones de crisis. Los Gobiernos de Colombia y México no solo han tenido una gestión cuestionable de la pandemia, las gestiones de Gobierno en sí mismas son controvertibles, abundan en desaguisados y despropósitos a nivel interno, pero también en lo que respecta a la política exterior. Un Gobierno populista de corte autoritario como el del mesiánico presidente Andrés Manuel López Obrador estigmatiza a opositores, críticos, periodistas y activistas feministas. Recientemente, un López Obrador visiblemente molesto por el indefendible récord de su Gobierno en materia de derechos humanos, no solo descalificó el Informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre la situación de derechos humanos en México, sino que optó por “resucitar la cavernaria doctrina de "no comentar" sobre las violaciones de derechos humanos en otros países”. Como bien señaló José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch (HRW), ese es un argumento “típico de dictadores”.

En marzo, el Gobierno Duque, a través de su embajadora ante las Naciones Unidas en Ginebra, se deshacía en loas y alabanzas con la dictadura del Partido Comunista de China, así lo evidenció la embajadora Alicia Arango durante una sesión del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas elogiando, cómo no, la situación de derechos humanos bajo ese régimen totalitario. ¿No sabía el Gobierno colombiano que esa es una dictadura que viola sistemáticamente los derechos humanos o, más bien, lo sabe pero no se priva de conceder halagos y elogios a cambio de que el régimen chino le venda vacunas considerando que el gobierno Duque está muy rezagado respecto de otros gobiernos de la región y del mundo en la adquisición y suministro de vacunas?

Atalayar_Pandemia mundo

La pandemia no solo ha exhibido las carencias y las limitaciones de cada país, sino que desnudó miserias y precariedades a todos los niveles, mostró lo peor de sus regímenes y de sus gobiernos, empezando, por supuesto, por la actuación del régimen totalitario en China. La propagación del coronavirus o COVID-19 en el mundo excede la crisis sanitaria, también es una cuestión de transparencia, de Estado de derecho y de libertades. Hilando un poco fino, la transparencia resulta indispensable también para evitar que una epidemia se convierta en pandemia, así como la lucha contra la corrupción a nivel global, exigiría sanciones para los responsables del ocultamiento de información de interés general, durante varias semanas y en una situación que revestía enorme gravedad como la inminencia de una epidemia que devino en pandemia. En cambio, se silenciaron a quienes trataron de advertir sobre lo que se avecinaba. Las dictaduras no piden perdón por sus abusos, autoritarismo, arbitrariedades, corrupción y oscurantismo. China “ha empujado a la Humanidad al borde del colapso”, dijo hace un año la periodista Patricia Janiot. Con tres millones de muertos en el mundo por COVID-19, todavía hoy es válido insistir al preguntar: ¿Habrá consecuencias para Pekín? El Gobierno de Xi Jinping le debe explicaciones al mundo. E incluso más: la comunidad internacional debería pedirle explicaciones a China y no favorecer la impunidad de uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No por casualidad los países con mejores indicadores en materia de transparencia, libertades (todas las libertades) o Estado de derecho en el mundo son los mismos o apenas presentan leves variaciones. 

Clara Riveros es politóloga, analista política y consultora en temas relacionados con América Latina y Marruecos. Autora de los libros ‘Diálogo transatlántico entre Marruecos e Iberoamérica’ y ‘Diálogos transatlánticos, Marruecos hoy’. Directora de la plataforma CPLATAM que promueve ideas liberales y el seguimiento de la coyuntura política en los países de América Latina y el Magreb.