Resultados de la Cumbre de la OTAN en Madrid

OTAN

Del 28 al 30 de junio de 2022 se ha celebrado en Madrid la XXX Conferencia en la Cumbre de la OTAN, a la que han asistido los jefes de Estado y de Gobierno de los 30 Estados miembros, sus colegas de Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda, y los presidentes del Consejo y de la Comisión Europea. El presidente de Ucrania se ha dirigido a la Cumbre por teleconferencia. 

La Cumbre se ha desarrollado con absoluta normalidad, pese a los presagios negativos provocados por la actitud anti-OTAN del socio minoritario en el Gobierno de Pedro Sánchez, y ha constituido un éxito para España, para su jefe del Estado, y para el presidente del Gobierno. La reunión –que ha estado condicionada por la guerra de Rusia contra Ucrania– ha supuesto un auténtico revulsivo para la Alianza. La reunión ha adoptado un nuevo Concepto para los próximos 10 años y una Declaración política, dado su venia para el ingreso del Finlandia y Suecia en la Organización, y restaurado el vínculo trasatlántico entre la OTAN y Estados Unidos, debilitado considerablemente tras la presidencia de Donald Trump. 

Resultados de la Cumbre para la OTAN 

Tras la desintegración de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia, la OTAN había perdido la brújula al debilitarse su objetivo inicial de hacer frente al expansionismo soviético en Europa. La firma en 1997 del Acta Fundacional sobre las Relaciones de Cooperación y Seguridad Mutuas produjo un cambio en la percepción de Rusia que pasó a ser aliado, y la colaboración se canalizó a través del Consejo Conjunto Permanente. Las relaciones se fueron enfriando tras la intervención de las Alianza en Kosovo y la progresiva expansión de la Organización hacia el Este. Se produjeron altibajos especialmente tras la invasión de Georgia por las tropas rusas en 2007, pero aún en la Cumbre de Lisboa de 2010 –a la que asistió el presidente ruso Dimitri Madveded– se firmó una Declaración Conjunta, que anunciaba el inicio de una nueva era de cooperación mediante la creación de un espacio común de paz, seguridad y estabilidad en la zona euroatlántica. Esta etapa fue de corta duración pues, a raíz de la revuelta de la plaza de Maidán y la destitución de Victor Yanukovich, Putin lanzó su ofensiva contra Ucrania –que había osado solicitar el ingreso en la OTAN– mediante la anexión de Crimea, el apoyo ruso a los rebeldes del Donbás y la creación de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, y la invasión de Ucrania 

La Cumbre de Madrid ha estado, por tanto, condicionada por la guerra de Rusia contra Ucrania, que ha hecho que la OTAN vuelva a cambiar la consideración de aquélla como enemigo y se haya creado un ambiente de enfrentamiento dialéctico, que el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, ha calificado de regreso a la Guerra Fría. Tras una cuidada preparación –en la que cabe destacar la actuación del representante permanente ante la Alianza, Miguel Fernández-Palacios, y su equipo–, la OTAN ha cubierto todos los objetivos programados. 

Ante todo, la Organización ha renacido de sus cenizas, o “reverdecido”, según expresión gráfica de Ana Palacio–. A juicio de Charles Powell, la guerra de Ucrania ha dado a la OTAN una nueva razón de ser y demostrado que no estaba tan obsoleta –como mantenía Donald Trump– ni en muerte cerebral –como afirmó Emmanuel Macron–, y ha hecho vuelto a su misión esencial de garantizar la seguridad colectiva de sus miembros. 

Como ha observado Jeed Nadaner –antiguo Subsecretario de Defensa de la Organización–, gracias a la invasión de Ucrania, Vladimir Putin ha logrado unir a la OTAN y a Estados Unidos hasta unos niveles que hacía tiempo que no se veían. William Bush Jr. inició el distanciamiento norteamericano de Europa y desplazó el centro de su interés de su país del Océano Atlántico al Pacífico, política que fue seguida por Barack Obama y culminada por Donald Trump, que llegó a plantearse la posibilidad de que Estados Unidos abandonara la Alianza. Con Joe Biden –atlantista moderado– se ha producido un vuelco importante, propiciado por la guerra de Ucrania. El presidente ha decidido duplicar la presencia de tropas norteamericanas en países de la Europa Oriental cercanos a las fronteras con Rusia y apoyado la decisión de la Alianza de elevar hasta 300.000 soldados los efectivos de la fuerza de despliegue inmediato. No hay que hacerse excesivas ilusiones sobre este cambio que puede ser coyuntural, pues Estado Unidos sigue obsesionado en a conseguir que China no se convierta en la principal potencia mundial, política, económica y militarmente. 

Del Concepto Estratégico de Lisboa que calificaba a Rusia de aliado se ha pasado al de Madrid, en el que se le considera como agresor y principal enemigo de la Alianza. El Acta Fundacional se ha convertido en papel mojado y Putin amenaza a la OTAN con represalias de todo tipo –incluido el uso de la fuerza– si continúa la expansión hacia sus fronteras. La agresión rusa a Ucrania le ha venido bien a la UE –en opinión de Araceli Mangas– para revitalizarse y propiciar su ansiada autonomía estratégica, como ha señalado en la “Brújula Estratégica” recientemente adoptada por la Unión, que configura la política de defensa europea como complementaria de la de la OTAN, pues –como ha observado Manuel Selas– se trata de dos caras de la misma moneda. 

El octavo concepto estratégico adoptado en Madrid considera que Rusia “es la amenaza más importante y directa para la seguridad de los aliados y para la paz y estabilidad en el área euroatlántica. Busca establecer esferas de influencia y control directo a través de la coerción, la subversión, la agresión y la anexión. Utiliza medios convencionales, cibernéticos e híbridos contra nosotros y nuestros socios. Su postura militar coercitiva, su retórica y su voluntad demostrada de utilizar la fuerza para perseguir sus objetivos políticos socavan el orden internacional basado en normas”. La guerra de agresión de la Federación Rusa contra Ucrania ha destrozado la paz y alterado gravemente nuestro entorno de seguridad. Su invasión brutal e ilegal, las reiteradas violaciones del Derecho Internacional humanitario y los feroces ataques y atrocidades han causado un sufrimiento y una destrucción indecibles. Una Ucrania fuerte e independiente es vital para la estabilidad en la zona euroatlántica. 

La Alianza ha subrayado la necesidad de “reforzar significativamente nuestra disuasión y defensa como columna vertebral de nuestro compromiso del artículo 5 de defendernos mutuamente”, y acusado a Moscú de haber roto el orden de seguridad internacional vigente hasta ahora en Europa, y de estar invirtiendo en sofisticadas capacidades convencionales, nucleares y misilísticas, con poca transparencia y respeto a las normas y compromisos internacionales. Ha advertido de la necesidad de prevenir los intentos de erosión de la democracia, ya que Rusia está haciendo un esfuerzo deliberado para socavar las normas e instituciones multilaterales. “A la luz de sus políticas y acciones hostiles, no podemos considerar a la Federación Rusa como nuestro socio. Sin embargo, seguimos dispuestos a mantener abiertos los canales de comunicación con Moscú para gestionar y mitigar los riesgos, evitar la escalada y aumentar la transparencia”. 

Una de las novedades del Concepto es la referencia a China –que ni siquiera había sido citada en el anterior de Lisboa–, a la que, por la presión norteamericana, si bien no se le ha enseñado la tarjeta roja como a Rusia, le ha sacado la amarilla. “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China desafían nuestros intereses, seguridad y valores, China emplea una amplia gama de herramientas políticas, económicas y militares parta aumentar su presencia global y proyectar su poder, mientras permanece opaca sobre sus estrategia, intenciones y desarrollo militar […Sus] operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas y su retórica de confrontación y desinformación tienen como objetivo a los aliados y dañan la seguridad de la Alianza”. La OTAN advierte que Pekín “busca controlar sectores tecnológicos e industriales clave, infraestructuras críticas, y materiales estratégico y cadenas de suministro. Utiliza su influencia económica para crear dependencias estratégicas y aumentar su influencia. Se esfuerza por subvertir el orden internacional basado en reglas, incluso en los dominios espacial, cibernético y marítimo. La asociación estratégica cada vez más profunda establecida entre la República Popular China y la Federación de Rusia, y sus intentos de reforzarse mutuamente con el objetivo de socavar el orden internacional basado en normas, van en contra de nuestros valores e intereses”. 

Pekín ha reaccionado con vehemencia ante esta agresividad verbal de la Alianza y acusado a Estados Unidos de querer crear una especie de OTAN en la región de Asia-Pacífico en contra de China, construyendo una red defensiva con democracias como las de Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda, como muestran la presencia en Madrid de los respectivos presidentes de Gobierno de estos Estados. Según ha advertido el representante permanente chino ante la ONU, Zhang Jun, –que ha acusado a la Alianza de aprovecharse de la guerra de Ucrania para “crear una tensión entre bloques a nivel mundial”–, las expansiones de la OTAN a la región indo-pacífica no sólo logrará que Europa sea más segura, sino que “sembrará la semilla del conflicto”. China –que tiene a la UE como su principal socio comercial–, está tratando de independizarse de la dependencia tecnológica de Estados Unidos. 

Para que la OTAN pueda hacer frente a sus múltiples retos, la Cumbre de Madrid ha presionado a sus socios para que cumplan el compromiso asumido en Gales 2014 de dedicar –a partir de 2024– un mínimo del 2% de su PIB al presupuesto de Defensa –sólo 8 Estados miembros lo han cumplido, otros 9 están en vías de cumplirlo y el resto está aún muy lejos de lograrlo–, lo que no debería ser un techo, sino un suelo. España está en penúltima posición en este ominosos “ranking” –sólo por detrás de Luxemburgo– y Sánchez se ha visto forzado a reiterar este compromiso, aunque ha solicitado una margen de cinco años adicionales para alcanzarlo. Ante la oposición de su socio Podemos y de sus aliados nacionalistas, Bildu-etarras y ultraizquierdistas, el presidente aumentará ligeramente el gasto militar en los presupuestos de 2023, y pasará el “marrón” al siguiente conforme al axioma de “después de mí, el diluvio”. Para cumplir este compromiso, así como el de aumentar en dos unidades el número de destructores ubicados en la base naval de Rota, Sánchez necesitará recurrir al apoyo de la oposición, que se lo ha ofrecido con un sentido de Estado. Es curioso que el único ministro “podemita” que ha estimado razonable el aumento del gasto en Defensa haya sido el de Universidades, el separatista Joan Subirats. 

En la Cumbre se ha iniciado el proceso de ingreso de Finlandia y de Suecia en la OTAN. La invasión de Ucrania ha provocado un súbito cambio de opinión en los Gobiernos y la opinión pública de estos dos países de arraigada vocación neutralista –en un caso impuesta y en otro voluntaria– y les ha llevado a solicitar, por motivos de seguridad y supervivencia, su incorporación a la Alianza, pese a las amenazas de Rusia. Sus peticiones –favorablemente acogidas por los socios– fue bloqueada por Turquía, que ha sometido a los peticionarios a un chantaje por motivos de política interna. Recep Tayyip Erdogan les ha exigido para levantar su veto una serie de concesiones, que los interesados se han visto forzados a dar mediante un Acuerdo trilateral: consideración como terrorista del PKK kurdo, retirada de apoyo al YPG kurdo en Siria, compromiso de luchar contra el terrorismo y el crimen organizado transnacional –incluida una actitud más propicia en materia de extradiciones–, y levantamiento del embargo de suministro de armas –establecido tras la adquisición por Turquía de sistemas antimisiles rusos incompatibles con los de la OTAN. Estados Unidos, a su vez, ha accedido a suministrar a Turquía aviones de última generación que hasta ahora le había negado. Estas concesiones a Erdogan han sido lamentable, porque Turquía ha demostrado ser un socio poco fiable con sus coqueteos con Rusia, su adquisición de armamento ruso, intervención por su cuenta en Siria o Libia, y actitud poco comprometida con respecto al respaldo a Ucrania, so pretexto de actuar como mediador entre el agresor y el agredido a fin de lograr una solución pacífica del conflicto. 

Resultados de la Cumbre para España 

La Cumbre de Madrid ha sido sin duda un éxito diplomático para España, por su magnífica organización en circunstancias difíciles y su desarrollo sin problemas, pese al reto logístico de suministrar adecuada seguridad a 34 jefes de Estado y de Gobierno en una reunión que estaba en el punto de mira de los servicios secretos rusos y sus equipos de propaganda, interferencia informática y desinformación. Ha puesto de manifiesto la positiva actuación del rey Felipe VI –al que Sánchez trata de comerle el terreno– como principal activo de la política exterior, y de la reina Leticia –impecable anfitriona del grupo de acompañantes-, sin más interferencias que las habituales del presidente del Gobierno de conceder a su consorte un status protocolario de “primera dama-bis”. Ha mostrado asimismo el carácter abierto y hospitalario de la villa de Madrid y de sus habitantes, que han aceptado con paciencia y comprensión las numerosas cortapisas al tráfico producidas con motivo de la reunión. La organización ha sido un éxito, como han reconocido y agradecido la mayoría de los participantes. 

España se ha visto beneficiada con los resultados de la Cumbre en cuanto miembro de la OTAN, pero no ha conseguido sus dos objetivos fundamentales: la potenciación del flanco Sur y la cobertura de Ceuta y Melilla por el paraguas de la Alianza. A ello se ha debido en buena medida a la debilidad diplomática del Gobierno de Sánchez y a su falta de credibilidad. Como ha editorializado “ABC”, la Cumbre de Madrid ha sido el espejo donde se han reflejado las contradicciones del Gobierno. Era una ocasión excepcional para que España adquiriera un protagonismo internacional como anfitrión del concierto internacional, pero –lejos de ofrecer una imagen de cohesión- ha presentado la división interna entre socialistas y comunistas, quienes han prodigado declaraciones y manifestaciones en contra de la OTAN. Es difícil imaginar un mayor grado de irresponsabilidad que un partido que forma parte del Gobierno convoque manifestaciones en contra de la Alianza y el viceministro Enrique Santiago participe en las mismas. Si Sánchez no ha participado en las rondas de consultas de Biden con los líderes de los principales países europeos se ha debido al escepticismo de los socios atlánticos sobre la fiabilidad de él y de su Gobierno. “No se puede pedir confianza si no se dan las condiciones para merecerla”. Como se ha preguntado José María Carrascal, ¿puede haber algo más chabacano que ser anfitrión de la OTAN y tener dentro del Gobierno a enemigos acérrimos de la Organización? No ayudan artículos como el de Mariam Martínez-Bascuñana en “El País”, en el que afirmaba que, para que hubiera paz y estabilidad en Europa, los europeos no podían basarse en una OTAN liderada por Estados Unidos, que era una Organización agresiva y desestabilizadora, que y la solución para el futuro radicaba en una neutralidad aceptada por todos. Según Víctor de la Serna en “El Mundo”, afirmar esto el día en que Finlandia y Suecia habían confirmado su petición ingreso en la Alianza tenía premio. 

España lleva años insistiendo sin éxito en que la OTAN preste atención a los riesgos generados en el flanco Sur de la Alianza y potencie su presencia en ella, La Cumbre era una magnífica ocasión para haberlo conseguido, pero lo obtenido resulta insatisfactorio, pues el nuevo Concepto Estratégico se ha limitado a hacer una declaración genérica, al afirmar que “los conflictos, la fragilidad y la inestabilidad en Oriente Medio, Norte de África y el Sahel se enfrenta a retos de seguridad, económicos y políticos que están interconectados”, Se trata de una afirmación propia de un académico o de un periodista –“parole, parole”–, pero no una declaración de alcance jurídico o político que conlleve la adopción de unas medidas operativas que resultan indispensables para hacer frente al vacío de poder existente en el Sahel –frontera sur de la UE– donde pululan a sus anchas las más variopintas y peligrosas guerrillas yihadistas, sobre todo en un momento en que Francia está retirando sus tropas de Mali –donde está aumentando la presencia de mercenarios rusos– y España –que lidera actualmente la misión de formación de tropas de la UE en la región– se está batiendo asimismo en retirada. Finalmente, incluye en un “totum revolutum” al África del Norte y Subsahariana y al Oriente Medio, que tienen una problemática distinta. 

Como ha observado Pablo Pardo en “El Mundo”, se entiende que el Donbás se coma a Melilla en términos de atención política y planificación estratégica de la OTAN o de la UE. Lo que pasa en Ucrania es de tal calibre que el flanco Sur queda en un segundo plano. Eso seguirá así mientras la guerra continúe y, sólo cuando empiecen las negociaciones entre Rusia y Ucrania, tal vez el Sur recobre protagonismo. “¡Cuán largo me lo fiais!” Estimo que no se trataría de tirar del manto defensivo de la OTAN para cubrir los pies sureños a costa de destapar la cabeza oriental, sino de tender un manto lo suficientemente amplio para que cubriera la cabeza y las extremidades r la Organización. La tan cacareada cobertura de riesgos de 360º ha quedado en agua de borrajas y deseos piadosos. 

Otra de las legítimas reclamaciones de España era que de alguna forma –jurídica o políticamente– la Alianza reconociera que las españolísimas ciudades de Ceuta y Melilla quedaban resguardas bajo el paraguas protector de la OTAN, lo que no es el caso en la actualidad, ya que –de conformidad con el artículo 6 del Tratado de Washington– se encuentran bajo el ámbito territorial de la Alianza los territorios de los Estados Partes situados en Norteamérica y en Europa, así como en las islas pertenecientes a dichos Estados situadas en la región del Atlántico al norte del Trópico de Cáncer, lo que incluye a Canarias, pero excluye a las ciudades geográficamente africanas de Ceuta y Melilla. 

El general Rafael Dávila se ha preguntado qué ocurriría si esas ciudades fueran atacadas militarmente y España requiriera la intervención de la OTAN para repeler el ataque en cumplimiento de la obligación de asistencia prevista en el artículo 5 del Tratado. El Gobierno español da por sentado que las dos ciudades están amparadas de forma implícita por el Tratado, pero el general tiene sus dudas, que yo comparto. De conformidad con los citados artículos 5 y 6, la OTAN no está jurídicamente obligada a intervenir, al no caer dichas ciudades en su ámbito de aplicación. Cuando Turquía se incorporó a la OTAN, tuvo el buen cuidado de incluir en el Acuerdo todos sus territorios, tanto en Europa como en Asia. España no tuvo oportunidad de hacerlo, porque se adhirió a la Alianza en condiciones forzadas y sin tiempo de negociar las condiciones del ingreso, de lo que puedo dar mi testimonio personal, en mi calidad de secretario general técnico del Ministerio de Asuntos Exteriores en esos momentos. 

En la mañana del sábado 29 de mayo de 1982 telefoneó a mi casa el ministro José Pedro Pérez-Llorca para pedirme que acudiera con urgencia al Ministerio para redactar el instrumento de adhesión de España al Tratado de Washington constitutivo de OTAN, a cuyos efectos me mandaría a su secretaria. Le dije que además del tratado principal había otros complementarios, pero me pidió que me olvidara de ellos y que me limitara a redactar el instrumento solicitado, que –una vez elaborado y firmado por el Rey– fue llevado ese mismo día a la embajada en Estados Unidos por un compañero en una valija especial. El domingo, el encargado de negocios a.i., Alonso Álvarez de Toledo, depositó el codiciado instrumento en poder del depositario, en una Secretaría de Estado vacía, rodeado de cubos de basuras y limpiadoras portorriqueñas. El motivo de la urgencia era que el ex- ministro de UCD Francisco Fernández Ordóñez –que había votado un año antes a favor del ingreso de España en la OTAN– había cambiado de parecer tras haber abandonado UCD e iniciado su “apertura a sinistra” había presentado una moción proponiendo que se suspendiera el proceso de adhesión hasta que no se examinara las consecuencias que pudieran tener sobre Gibraltar el ataque argentino a las Malvinas. El tema iba a ser debatido el lunes día 31, y Calvo-Sotelo y Pérez-Llorca no quisieron asumir el riesgo de que prosperara la torticera propuesta. 

Según el Concepto Estratégico, aunque la OTAN sea una alianza defensiva, “nadie debe dudar de nuestra fuerza y determinación para defender cada centímetro del territorio aliado, preservar la integridad territorial de todos los aliados e imponerse a cualquier agresor”. En opinión de la ministra de Defensa, Margarita Robles, con esta referencia a la integridad territorial de los Estados miembros, Ceuta y Melilla estarían implícitamente protegidas, al entrar dentro del amparo del artículo 5. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha afirmado que no tenía la menor duda de que la OTAN defendería cada centímetro de la integridad territorial de sus Estados miembros, y que nadie preguntaba si Riga o Vilna iban a aparecer en el Concepto Estratégico, por lo que se trataba de un falso debate. El problema es que Vilna y Riga –a diferencia de Ceuta y de Melilla– sí están dentro del ámbito geográfico de la Alianza. 

Como ha observado Ignacio Camacho en “ABC”, en política internacional, lo que no conste por escrito tiene el mismo valor de una charla de café. El tratado de Washington no admite ninguna interpretación que lleve a la conclusión de que Ceuta y Melilla se encuentran dentro de su ámbito. Salvo que se mencione de forma explícita en un documento posterior, no estarán protegidas de conformidad con el artículo 5 del Tratado. La Declaración de Madrid no las menciona entre los “desafíos de seguridad” a los que debe hacer frente la Organización. El sintagma “flanco Sur” es un término demasiado abierto, sobre todo teniendo en cuenta que la Alianza considera a Marruecos como un “aliado importante extra-OTAN”, por lo que las relaciones con este país también deben ser tenidas en cuenta para los objetivos estratégicos de la Alianza. 

En opinión de la ministra alemana de Defensa, Christine Lambrecht, la protección de las fronteras de Ceuta y Melilla es más una cuestión de los ministros de Interior de la UE que de la planificación de Defensa de la OTAN. El concepto estratégico tenía en cuenta los retos del Sur y el artículo 5 se aplicaba en todas las direcciones. Según Dávila, Ceuta y Melilla nunca han estado en el punto de mira de Estados Unidos, que no tiene el menor interés en molestar a su socio africano preferente con pequeñas minucias y, de ahí, su política con el Sáhara Occidental. 

¿Quién podría atacar a Ceuta o Melilla? En buena lógica sólo Marruecos, al ser el único país que reivindica su soberanía, y haya habido precedentes como la invasión del Sáhara Occidental con la “Marcha Verde” o el ataque al islote de Perejil. ¿Cómo reaccionaría la OTAN si tal cosa ocurriera? Al no caer estas ciudades bajo el ámbito geográfico de la OTAN –como ha reconocido el secretario general, Jens Stoltenberg– la asistencia de los socios de la OTAN prevista en el artículo 5 no sería automática. España tendría que recurrir al artículo 4, que prevé que “las Partes se consultarán cuando, a juicio de cualquiera de ellas, la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las Partes se viera amenazada”. Con ese motivo –según explicó atinadamente la corresponsal de TVE en Bruselas, Marta Carazo–, el asunto tendría que ser examinado por el Consejo Atlántico, quien debería decidir por unanimidad si se había producido un ataque y –en caso de que estimare que sí lo había habido– adoptaría las medidas pertinentes. Teniendo en cuenta que se requeriría el voto de todos y cada uno de los miembros, cabría la posibilidad de que una Francia –protector tradicional de Marruecos– un Estados Unidos –que en más de una ocasión ha preterido al socio español ante el socio marroquí–, una Turquía –por solidaridad islámica– o una Hungría –por decisión de su autocrático presidente– lanzara una bola negra, y España se vería atacada y sin asistencia de sus socios de la OTAN. Es un caso poco previsible, pero no improbable. 

Según Carlos Segovia, fuentes de la OTAN han señalado que el caso de Ceuta y Melilla no sería tan automático como el de otros territorios de la Alianza, pero que –si España tuviera que invocar el artículo 5 por un ataque estas ciudades, la OTAN respondería favorablemente. “Inshallah”. En cualquier caso, el Gobierno español debería insistir en que se dejara bien clara la situación. Incluso para aquellos que confiadamente estiman que Ceuta y Melilla están, por supuesto, cubiertas por el paraguas de la OTAN, cabría recordarles el adagio francés de “si cela va sans dire, ça va mieux en le disant” (si no hace falta decirlo, es mejor decirlo). 

Sin llegar a los extremos verbales del ministro Albares, que ha declarado que, “cuando miremos con perspectiva histórica, la Conferencia de Madrid estará al nivel de la Cumbre de Yalta o de la caída del Muro de Berlín”, creo que la reunión ha sido un éxito diplomático para España, de lo que no cabe más que congratularnos. No obstante, el Gobierno español debería seguir insistiendo en el reconocimiento por la OTAN de sus dos objetivos prioritarios: el enfrentamiento con los riesgos del Flanco Sur y la acogida indubitada de Ceuta y Melilla bajo el paraguaS protector de la Alianza. 

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