Opinión

Revancha en la Casa Blanca

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No hay puesto de trabajo más inseguro que el de funcionario en la Casa Blanca. Todos los días la prensa norteamericana informa del despido de algún alto cargo de la Administración de Donald Trump. Algunos inspiran chistes. En los tres años largos en los que Trump ejerce el poder histriónico desde el despacho Oval se calcula que fueron más de cien los cargos renovados y algunos hasta por tercera vez. Uno de los despidos más sorprendentes fue el de John Bolton, consejero de Seguridad Nacional y el halcón más identificado con la política más dura y beligerante del presidente. Nadie se explicaba entonces las razones de una destitución tan fulminante. Bolton había ocupado cargos muy relevantes como el de embajador en la ONU, donde había dejado pruebas de su radicalismo.

Pasaba por ser el primer “trumpista” del staff de la Casa Blanca. Eran frecuentes sus discrepancias con el secretario de Estado y con el Pentágono, pero Trump coincidía con muchos de sus argumentos y era el principal acompañante en los viajes más esperpénticos como fueron sus reuniones con el líder norcoreano que terminaron estos días con la voladura de la sede de la oficina de enlace con Corea del Sur.

Las dudas sobre una mala relación entre él y el Presidente fue su negativa a declarar en el proceso de impeachment contra Trump, lo que, sin duda, habría influido en las votaciones. Pero entre tanto, Bolton no estaba disfrutando de su jubilación. Durante unos meses escribió sus memorias, que estos días salen al mercado, y constituyen el testimonio más explosivo y demoledor de Trump y su actuación a menudo surrealista.

Trump se volcó en un intento desesperado para evitar que se publicasen, algo que la libertad de prensa vuelve poco menos que imposible en Estados Unidos. La razón argumentada por la Casa Blanca era que divulgaba mentiras y revelaba cuestiones de carácter reservado. Pero el libro ya estaba impreso muchos millares de ejemplares distribuidos en muchos países.

Es un verdadero ajuste de cuentas donde el Presidente es acusado de incompetente, ignorante vergonzoso y corrupto. Algunas revelaciones que hace son como que, en una reunión con el presidente de China, Xi Jinping, en medio de negociaciones, le pidió que le ayudase a ganar la reelección. Algo que ya contaba con el precedente en una reunión con el presidente de Ucrania. También quería invadir Venezuela. El cambio de posiciones en negociaciones de alto nivel desconcertaba tanto sus interlocutores como a los miembros de la Administración que le acompañaban. Como muestra de su incultura cuenta Bolton que creía, y así lo mantuvo en público, que Finlandia era parte e Rusia. A Jinping también le recomendó que confinara en campos de internamiento al millón de uigures como castigo por practicar la religión musulmana. 

Las múltiples revelaciones de Bolton sobre sus decisiones confirman algo que ya era sabido. Los altos funcionarios, conscientes de algunos disparates, redactan las órdenes que a Trump se le ocurren, se las presentan a la firma y, ya firmadas, las esconden sin ejecutarlas. La duda es si con estas revelaciones, la pésima política contra el coronavirus -que ya ha causado 120.000 muertos- y la rebelión de los afroamericanos, ¿habrá muchos ciudadanos sensatos que le voten en noviembre?