Opinión

Riad en tiempos de crisis

photo_camera Mohammed bin Salman

Se le llama la tierra de los petrodólares, nacida de la contracción de las palabras petróleo y dólares para decir que el oro negro es la principal fuente de ingresos de la Monarquía saudí. En el Reino de Al-Saud, el petróleo representa casi el 80% de los ingresos de exportación del país.  

Desde la llegada al poder del joven Bin Salman, Arabia Saudí ha tratado de diversificar la imagen de Emiratos Árabes Unidos, que ha apostado por el turismo cultural en Abu Dhabi y el entretenimiento a gran escala en Dubái. 

Pero Arabia Saudí se proyecta aún más lejos que sus vecinos y su conversión se está produciendo a través de la visión titánica de 2030. 

Si Dubái se ha convertido en la meca del cine de éxito en Asia, Mohammed bin Salman está planificando en su programa mega festivales de cine y música, así como ciudades de alta tecnología. 

425.000 millones de dólares es el presupuesto de la ciudad futurista de Neom. La megalópolis, que tiene 25 veces el tamaño de París, se está volcando hacia la energía verde y sus consignas son el desarrollo económico, la ciencia de la robótica y el gobierno electrónico.

La campaña promocional de la ciudad muestra a mujeres con el pelo al viento y a chicas y chicos pasando el rato en cafés... imágenes a miles de kilómetros de las que tenemos del Reino. Se anuncia una nueva era y el mensaje se dirige principalmente a los inversores extranjeros que el monarca quiere atraer. MBS quiere deshacerse de la imagen que se adhiere a su Reino: la de una Monarquía religiosa de inspiración fundamentalista suní. Con el fin de restaurar la imagen de su país, se han realizado importantes reformas, especialmente en la esfera de los derechos de la mujer, que tan a menudo han sido censuradas por los organismos internacionales. 

Sin embargo, la situación actual parecía frustrar los ambiciosos y audaces planes del joven monarca. Si la primera fase de Neom viera la luz en 2025, la crisis actual pone en duda este gigantesco proyecto. Los planes de Bin Salman, aunque tienden a diversificar los ingresos del Reino, dependen, por el momento y más que nunca, del precio del petróleo.

La caída de los precios causada por la desaceleración económica de los últimos meses, combinada con la política de Arabia Saudí de inundar el mercado, significa que la Visión de 2030 anunciada por el monarca probablemente se ralentizará, aunque Arabia Saudí pueda resistir otros dos años gracias a sus grandes reservas de divisas. No es el caso de Irak, por ejemplo, que, a pesar de ser uno de los mayores productores de la región (2ª OPEP), no ha podido hacer frente a la caída de los precios del petróleo debido a su fragilidad económica y política.  

Dicho esto, no es la primera vez que Arabia Saudí adopta una política petrolera de este tipo. En 2016 utilizó la misma estratagema para debilitar la producción de petróleo de esquisto en Estados Unidos sin olvidar, por supuesto, a sus dos enemigos Irán y Rusia, que apoya a Bachar al-Asad. 

Este año, además de la caída de los precios del petróleo, se ha añadido la cancelación de la gran peregrinación y de las pequeñas peregrinaciones que tienen lugar a lo largo del año.  Esto ha agravado enormemente la crisis saudí. El déficit del turismo religioso es de unos 15.000 millones de dólares pesa mucho en la balanza económica del país, por no hablar de las 500.000 personas que trabajan en el sector y que siguen desempleadas. 

Además, Arabia Saudí, al igual que otros países del Golfo, ha atraído durante mucho tiempo a trabajadores del mundo árabe, ofreciendo salarios que desafían toda competencia. Pero eso está cambiando. Desde 2008, el país se ha enfrentado a una tasa de desempleo en constante aumento. La población cada vez más joven (más del 60%) tiene una tasa de desempleo estimada en un 60%, según el Banco Mundial. El reclutamiento de extranjeros tendrá que parar en los próximos años para proteger los puestos de trabajo. 

El pasado mes de junio el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció una contracción del 6,8% del PIB saudí. Desde entonces, la caída solo se ha confirmado. Y las estimaciones actuales han superado la marca del 10%. Para tomar la medida de la crisis, el ejemplo del grupo de Bin Laden es elocuente. El famoso empleador de la industria de la construcción no ha cumplido sus compromisos con sus empleados que han denunciado sus condiciones a través de las redes sociales y la prensa.  Además, el IVA se triplicó del 5 al 15% a partir del 1 de julio, una medida que fue acompañada por el cese de los subsidios mensuales a los ciudadanos. Y la guinda del pastel es el anuncio de un impuesto sobre la renta, algo que nunca ha existido en el reino del petróleo.

El Gobierno saudí opta así por una política de austeridad que tendrá como efecto directo la reducción del consumo en lugar de estimular la economía. Una elección arriesgada para Bin Salman porque si saca de apuros sus arcas empobrecerá a los más precarios y generará tensiones que ya se han exacerbado mucho recientemente.