Opinión

Rusia, entre humillaciones y carantoñas

photo_camera Emmanuel Macron

No le han gustado nada a los ucranianos las declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, en las que considera muy importante “no humillar a Rusia”. Macron, que además ostenta la presidencia rotatoria de la Unión Europea, hacía referencia con tal petición a que es necesario dejar una puerta abierta a la negociación diplomática para cuando la guerra concluya. Declaraciones contestadas de inmediato por el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmitro Kuleba, asegurando que lo dicho por Macron “a quién verdaderamente humillan es a Francia”.

De manera menos ostensible pero con similar disgusto, en los países bálticos, además de en Polonia, Rumania, Bulgaria y Eslovaquia, también se han cuestionado las declaraciones de Macron, por estimar en términos generales que sabotean los esfuerzos tanto para empujar a Vladímir Putin a que cese de arrasar Ucrania y sentarle en la mesa de negociaciones, como para que no salga completamente impune de haber dinamitado el Derecho Internacional invadiendo un país soberano.

El episodio va más allá de la fuerte discrepancia entre actores directos e indirectos, pero todos concernidos, de esta nueva versión de una conflagración global, al menos por la mundialización de sus efectos. La devastada Ucrania, ya sea en las palabras de Kuleba o en las que pronuncia a diario el presidente Volodímir Zelenski, exige que la comunidad internacional “ponga a Putin en su sitio”, lo que a su juicio no se conseguirá con actitudes condescendientes y excesivamente comprensivas.

Se justifica Macron en que, desde mucho antes incluso de que Putin desencadenara su llamada “operación militar especial” en Ucrania, no ha cesado en sus esfuerzos por detener la destrucción de Ucrania y la carnicería a que está sometiendo a los ucranianos. “Le he dicho a Putin –afirma Macron– que está cometiendo un histórico y fundamental error para su pueblo, para él mismo y para la historia”. A tenor de los resultados, parece que el ascendiente del líder francés sobre el presidente ruso es bastante descriptible.

Caricias de Medvedev a los países árabes

Casi simultáneamente, la mano derecha de Putin, hoy al frente de su Consejo de Seguridad, Dmitry Medvedev, agradecía a “los amigos árabes su posición absolutamente equilibrada, moderada y calmada” en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Medvedev, ex primer ministro y expresidente “calientasillón” de Putin mientras éste volvía a la máxima magistratura tras los correspondientes arreglos legislativos, hacía estas declaraciones a Al Jazeera, la cadena de televisión más difundida en el mundo árabe.

Se extendió Medvedev en las lisonjas, al afirmar que “la mayoría de los países árabes han entendido que este conflicto tiene raíces históricas, también que tratamos de arreglarlo en la mesa de negociaciones, y mantienen una posición neutral sin tomar partido. Lo apreciamos enormemente”.

Ciertamente, a pesar de que todos los países árabes, excepto Siria, votaron contra Rusia en la famosa sesión plenaria de la Asamblea de Naciones Unidas del 2 de marzo, han sido muy escasas y casi imperceptibles las declaraciones de condena o de petición de sanciones a Rusia por su parte, en abierto contraste con el consenso al respecto mostrado por los países occidentales.

A señalar también que Medvedev tampoco olvidó en la citada entrevista “agradecer a Israel su inestimable ayuda” como mediador en las negociaciones con Ucrania. El Gobierno de Naftali Bennett ha sostenido una posición ambigua y ambivalente, procurando mantener los puentes abiertos con Moscú, con quién mantiene fuertes lazos de cooperación, postura que le ha valido no pocos reproches, en especial desde la comunidad judía ucraniana, a la que incluso tardó bastante tiempo desde el estallido de la guerra en facilitarle acogida y refugio.

Respecto de los países árabes, son muchos los que dependen de las importaciones de cereales tanto de Ucrania como de Rusia, y los suministros han provocado escasez y los primeros conatos de revueltas. Imágenes recogidas por enviados especiales de varios medios europeos y americanos han mostrado barcos rusos cargados supuestamente con miles de toneladas de trigo robado de los almacenes ucranianos conquistados, y destinados primeramente a Siria y Egipto. El Gobierno de Al Sisi habría rechazado que uno de estos barcos descargara su mercancía alegando “documentación insuficiente”, una vez que El Cairo fuera alertado del robo por parte de Rusia de tal cargamento de trigo.

Como sucede en toda guerra, y ésta ya alcanza ramificaciones globales, todo es susceptible de ser convertido en arma de guerra o de comunicación para la imposición del relato. Europa, Estados Unidos y la propia Ucrania temen que Rusia convenza a los países africanos de que la culpa de la hambruna que se cierne sobre gran parte de ellos es culpa de los países occidentales y de las sanciones que aplican a Rusia. Otros países, como la enorme India, están aprovechando la oportunidad de hacer negocio que les brinda la guerra: compran a Rusia a precio muy barato el petróleo que Moscú ya no vende a Europa, lo refinan y lo revenden mucho más caro a la propia Europa, pero ya bajo etiqueta india.

No es nada nuevo, pero conviene saberlo, sobre todo cuando todos estos hechos habrán de ponerse sobre el tapete en la cumbre de la OTAN de Madrid y decidir entonces la estrategia que, sea cual sea, determinará el nuevo orden internacional que se instaurará en la posguerra.

Pedro González es periodista fundador del canal Euronews