Opinión

Scarlett y Rhett bajo la lupa de la censura

photo_camera Lo que el viento se llevó

La decisión inicial de HBO de retirar de su catálogo la película Lo que el viento se llevó (1939) es una metáfora de los tiempos que corren en el mundo. Se justificaba en que este título de leyenda en la historia del cine ofrece una visión idealizada de la esclavitud y perpetúa los estereotipos racistas. La medida de los ejecutivos de la plataforma con sede en Nueva York se produce en plena tormenta social por la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco en las calles de Minneapolis, y en medio de las protestas contra el racismo en todo el mundo suscitadas por este suceso. Pocas horas después de anunciada, la decisión ha sido corregida parcialmente al anunciarse que el súper clásico volverá a ser ofrecido en su plataforma de streaming, pero con una nota aclaratoria al comienzo “que sirva para comprender y denunciar la representación que hace de las personas negras y la esclavitud”.

Gone With the Wind es una producción de David O. Selznick a través de su productora, Selznick International Pictures Inc., basada en la exitosa novela de la escritora Margaret Mitchell. Se rodó entre diciembre de 1938 y noviembre del año siguiente, fue dirigida en diferentes momentos del rodaje por Victor Fleming, Sam Wood y George Cukor, y resultó ganadora de ocho premios de la Academia incluidos los correspondientes a la mejor película, director (Fleming), actriz protagonista (Vivien Leigh), actriz secundaria (Hattie McDaniel) y guion adaptado. Su carácter legendario ha traspasado la barrera de varias generaciones por su calidad artística y su carácter mítico. Alguno de sus diálogos y secuencias forman parte de la memoria colectiva de los aficionados al cine y del público en general. 

En el diagnóstico que HBO hacía para eliminarla de su catálogo hay que estar plenamente de acuerdo. No sólo la versión cinematográfica, sino la novela de Margaret Mitchell “ofrecen una visión idealizada de la esclavitud”, porque el sur de Estados Unidos en 1864, el lugar y la época en la que se sitúa la narración, idealizaban la esclavitud hasta que fue abolida, e incluso mucho tiempo después. ¿Ser notario de esa realidad de la Historia es un motivo para que una obra artística sea censurada? Por lo que se ve, así es. En la Atlanta de los años previos a la Guerra de Secesión, los estereotipos racistas eran un modo de vida, por desgracia para la Humanidad. La corriente de pensamiento que busca ahora tapar esa realidad, para que no se vea porque no es acorde con los estereotipos al uso en la actualidad, es otra auténtica desgracia por mucho que sea bien vista y defendida a todas horas y en todos los medios. 

Medir el contenido de una novela y de una película de 1939 con los baremos de 2020 es ridículo y rezuma intolerancia. Las hordas censoras ya han marcado el camino, y solo los incautos y desorientados caen en la trampa de seguir sus exigencias. El crítico de Los Ángeles Times John Ridley marcó el camino con su artículo en el que pedía la retirada de la película. Y la confusión de un medio como HBO ha hecho el resto. Del amplísimo terreno que esos señaladores ideológicos han ganado en estos tiempos de pensamiento cautivo da prueba, y no hay más que leerla para comprobarlo, la entrada de la novela Lo que el viento se llevó en Wikipedia, que nos explica de forma adoctrinadora lo que realmente quiere decir la Mitchell en los pasajes más controvertidos y por qué esos capítulos deben ser combatidos de forma activista. 

Disney ha anunciado también censura en su plataforma. Va a borrar de su catálogo la peliculita Canción del Sur, una chorrada sin sustancia que nadie recuerda. Ni el título, ni la historia, ni a sus directores, dos señores bajo contrato de la productora de los parques de ocio llamados Harve Foster y Wilfred Jackson. Es una película de animación a la que no se mencionaba hace años, y que parece ser un peligro para los niños, como también lo han sido consideradas en tiempos recientes La bella durmiente y El Rey León. Paramount Network acaba de cancelar la emisión de la serie dramatizada Cops por evitar que se muestren abusos policiales. No hace muchos años, la Organización Mundial de la Salud lanzaba la recomendación a todos los gobiernos para que se declarara Casablanca (1942) como película no apta para menores, porque sus protagonistas fumaban. Y muchos canales de televisión públicos, por decisión de los partidos políticos aficionados a reescribir la historia por la vía de la prohibición, vetaban las películas del Oeste por convertir en una gesta romántica el genocidio del pueblo indio en sus múltiples tribus repartidas por el territorio de Estados Unidos. 

Al paso que va la censura biempensante asistiremos al derribo de las pirámides de Gizeh, por haber sido levantadas explotando a cientos de miles de esclavos durante décadas y glorificar a dictadores dinásticos de la peor condición. Y prohibiremos igualmente, si nadie lo remedia, el Otelo de Shakespeare porque ensalza el asesinato por ahorcamiento de Desdémona. O tal vez no: el Moro de Venecia se suicidaba poco después iniciando, así, su purgatorio políticamente correcto.