Senegal: una advertencia para el resto del continente

Atalayar_Ousmane Sonko

Senegal, uno de los países “modelo” del continente africano por su desarrollo económico y estabilidad política, experimentó entre el 3 y 8 de marzo unas protestas de inusitada violencia contra el gobierno y las consecuencias socioeconómicas de las medidas restrictivas de la COVID-19.  El detonante fue la detención a principios de febrero del popular líder de la oposición Ousmane Sonko por una supuesta violación. Sonko ha aumentado su popularidad en los últimos años gracias a un discurso crítico con la corrupción y la falta de oportunidades de la juventud. De hecho, las protestas han de interpretarse como la consecución de las frustraciones de la sociedad de un país que ha notado como la COVID-19 ha reactivado la desesperanza -lo cual se traduce en la decisión de emigrar hacia Canarias a pesar del peligro de la conocida como ruta atlántica- y un retroceso en las libertades políticas, ejemplificado en la mano dura del Gobierno frente a las protestas, movilizando al Ejército y silenciando a los medios de comunicación privados. 

Al contrario de Mali (con el que comparte frontera), Senegal es un país seguro inmune al terrorismo yihadista. Desde su independencia en 1960 experimentó procesos electorales pacíficos, sin sufrir la maldición de los golpes de estado que afectaban a sus vecinos. Este respeto por la democracia estaba asentado en la sociedad senegalesa y un motivo de orgullo. Económicamente, Senegal ha experimentado un rápido crecimiento económico, gracias a sus ricas aguas para la pesca y a una pujante industria turística -que con Dakar y San Louis como sus principales atractivos- reforzaban su imagen como un oasis de paz en una región inestable.

Esta imagen empezó a resquebrajarse el 3 de febrero de ese año. Ese día, una empleada de un salón de masajes denunció a Ousmane Sonko, -principal líder de la oposición- por violación. Esto dio lugar a su arresto y encarcelamiento a la espera de juicio. Sonko, inspector de aduanas, se hizo conocido a raíz de la publicación de un libro donde denunciaba la corrupción del actual presidente Macky Sall y su hermano en la gestión de los hidrocarburos. Sus investigaciones calaron hondo en la juventud, la cual no disfruta de los beneficios del crecimiento económico, con muchos jóvenes licenciados trabajando de manera precaria o arriesgando sus vidas hacia Canarias. Su impacto lo llevó a fundar un partido en el 2017 y a conseguir un 15,6% de los votos en las presidenciales del 2019. Sus aspiraciones políticas no cambiaron su discurso crítico con la corrupción del poder. A este discurso se une su relativa juventud para un líder de un partido político africano (46 años), algo que facilita su popularidad entre los jóvenes.

Su detención dio lugar a protestas que a principios de marzo se extendieron rápidamente por el país.  Estas no han de ser vistas como consecuencia de la detención del activista sino la consecución final de un malestar debido a la sensación de vivir un retroceso democrático y al impacto social de la COVID 19.

Según el último Afrobarómetro publicado este mes1, un 69% de los senegaleses piensa que la ley los trata injustamente, mientras que el 78% pensaba que los ciudadanos debían tener cuidado con lo que decían cuando hablaban de política. Este retroceso de libertades quedó patente durante los disturbios, cuando el Gobierno silenció a los medios de comunicación privados y movilizó al Ejército para sofocar los disturbios. Este retroceso de libertades puede dar lugar a que en el futuro haya más protestas de carácter violento como las vividas este mes, especialmente si el Gobierno decide acusar a Sonko de ser islamista. Hay que tener en cuenta que Senegal limita directamente con el Sahel -polvorín del yihadismo en la zona- y que la principal religión del país es el islam moderado. Las acusaciones de islamismo radical ya fueron usadas por el gobierno contra Sonko, afianzando más que disminuyendo su estatus en la oposición.

Económicamente, la pobreza y el paro, presentes antes de la COVID 19, han aumentado. La pandemia ha dado con fuerza en el turismo, uno de los principales motores económicos del país, dañando las oportunidades laborales de muchos jóvenes. A la caída del turismo hay que añadirle el declive de la pesca, principal medio de subsistencia de muchas comunidades, como resultado del descenso del nivel de peces en las costas senegalesas y el acceso a buques extranjeros, privando a los pescadores locales de su subsistencia. Esto explica la reactivación de la ruta canaria de la migración, que a pesar de su peligrosidad es la más usada por los jóvenes, especialmente los de 18 y 35 años, de los cuales un 56%2 mencionó la falta de trabajo como la principal razón para emigrar.  A esto se le añade la sensación de que los beneficios económicos terminan fuera del país en manos de multinacionales. Durante las protestas, la ira de los manifestantes se concentró contra supermercados y gasolineras francesas, símbolos de la desigualdad y el malestar económico. Incluso el descubrimiento de hidrocarburos y sus beneficios son percibidos con suspicacia por la población, con un 41% que piensa que las ganancias serán monopolizadas por la élite dominante3.

Como resultado, nos encontramos con un escenario fecundo para la inestabilidad. A pesar de que las protestas terminaron, la mala situación económica seguirá, lo que empujará a muchos jóvenes a seguir migrando. Está situación no cambiará con el fin de la pandemia si las ganancias de los hidrocarburos acaban en manos de las élites. Si a esto le añadimos la probable corrupción que traerá la explotación de nuevos yacimientos de hidrocarburos, es seguro que las protestas volverán y que podrían ser violentas. El retroceso de libertades puede alimentar el malestar económico. Habrá que ver lo que pasa hasta 2024, año de las próximas presidenciales -especialmente la carrera de Sonko en la oposición y los intentos del Gobierno por debilitarlo- para evaluar hasta qué punto hay un retroceso de libertades en el país.

En conclusión, Senegal, país modelo para occidente económica y democráticamente, experimentó a principios de marzo violentas protestas contra el encarcelamiento del líder opositor Ousmane Sonko. Las protestas fueron el culmen del malestar de la juventud senegalesa por la falta de libertades y oportunidades económicas derivadas de la COVID 19 además de el hastío contra la corrupción y el reparto desigual de la riqueza, las dos últimas claves en la popularidad de Sonko. La virulencia tanto de las protestas como de la respuesta gubernamental ponen en entredicho la supuesta estabilidad de Senegal, país limítrofe del frágil Sahel. Habrá que ver lo que pasa en los próximos años para saber si el país se convierte en un nuevo foco de violencia o si logra mejorar su economía y sus estándares democráticos. 

Referencias:
  1. Les Sénégalais pensent que la loi traite les populations avec inégalité | Afrobarometer
  2. AD405: Insatisfaits de leur gouvernement, les jeunes sénégalais évoquent la recherche d’emploi comme principale raison d’émigrer | Afrobarometer
  3. Senegal | Afrobarometer

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