Sin sobresaltos en la sucesión de Merkel, de momento

Armin Laschet

La Unión Cristiano Demócrata alemana (CDU) ya tiene nuevo líder, lo que supuestamente le convertiría también, sucediendo a  Angela Merkel, en el candidato a ocupar su puesto en la Cancillería en las elecciones del próximo 26 de septiembre. Armin Laschet, actual presidente del Land de Renania del Norte-Westfalia, ha sido el elegido por los 1.001 delegados del partido, en una votación telemática en la que se impuso por 521 votos a 466 a su principal rival, Friedrich Merz, considerado el más conservador de los tres candidatos. Ambos finalistas habían eliminado previamente al favorito de las encuestas, Norbert Röttgen, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag. 

Laschet es catalogado a priori como un continuista en las políticas de la canciller, pero eso está por ver. Ciertamente, ha secundado hasta ahora fielmente todas las iniciativas de Merkel, especialmente la de acoger a más de un millón de inmigrantes en la controvertida crisis de los refugiados de 2015, origen a su vez de una fractura en el seno de la Unión Europea, que a punto estuvo de echar a pique el gigantesco proyecto de su construcción política. Pero, el propio Laschet había manifestado antes de las votaciones que en su candidatura iba un segundo hombre in pectore, Jens Spahn, actual ministro de Sanidad, y casualmente opositor frontal en su día a aquella iniciativa de acogida inmigratoria de la canciller. Podría considerarse, pues, que Laschet y Spahn compondrían un “ticket” perfecto, teniendo en cuenta el inequívoco marchamo centrista del primero y la agresividad conservadora del segundo. 

Sin embargo, no todo está dicho ni es así de simple en la política alemana. Cuando se decida el candidato electoral, la CDU habrá de contar impepinablemente con su hermana menor, la Unión Cristiano Social de Baviera (CSU), cuyo actual presidente, Markus Söder, es considerado por los germanos como un hombre con más hechuras para encabezar el Gobierno de Alemania, y por lo tanto serlo de hecho de la UE, que Laschet. La última encuesta, realizada por la ZDF a finales de la semana, otorgaba al ya presidente de la CDU un 28% de preferencias como posible canciller frente a un aplastante 54% de Söder. 

Caso de que finalmente fuera el presidente bávaro el elegido para el cartel electoral, sería el tercer caso en la historia de la República Federal. Ya lo fueron dos presidentes de la CSU y de Baviera, Franz-Josef Strauss en 1980 y Edmund Stoiber en 2002, ambos cosechando sendas derrotas frente a sus rivales socialdemócratas del SPD. 

Frenar a los ultraconservadores

De momento el ganador de estas primarias tiene una tarea fundamental: intentar parar la hemorragia y recuperar los votos que se fueron a Alternative Für Deutschland (AfD), el partido ultraconservador que ha irrumpido con gran fuerza no sólo en el Bundestag sino en varios parlamentos regionales y en el Europarlamento. Para ello tiene la ventaja de heredar el empaque de una canciller que ha sabido leer muy bien que al muy escarmentado pueblo alemán no le van los cambios bruscos. Es decir, que el gradualismo cauteloso es la mejor receta para convencer y seducir a los moderados no adanistas, siempre prestos estos últimos a ponerlo todo patas arriba. 

Cierto es que no sólo en Alemania sino también en buena parte de la UE es creencia general que Merkel ha sido líder indiscutible ante la lamentable ausencia de otros personajes de peso europeo. Y que, junto a sus innegables virtudes, incluyendo los cambios de rumbo en momentos cruciales, también presenta algunas importantes debilidades. Se citan al respecto su presunta inconsistencia y una excesiva contemporización frente a los desplantes y desafíos de Rusia y China. 

A la protestante y austera Merkel le sucede en la CDU un católico practicante como Laschet, al que el Papa Francisco no dudó en respaldar en la audiencia que le concedió en Roma el pasado octubre. Estaría en su programa de renovación de la CDU recuperar la senda de los cancilleres Konrad Adenauer y Helmut Köhl. Pero, a diferencia de ellos, Laschet o Söder habrán de hacer gala de una gran capacidad de negociación para tejer alianzas y alumbrar coaliciones fuertes y estables. Merkel, a pesar de su gran popularidad, lo ha experimentado en sus carnes. Y nada hace prever que vuelvan los tiempos de alternancia en el poder respaldados por mayorías absolutas. 

Respecto de España, tampoco es previsible un giro radical de Alemania. De momento ya será bastante –y todo apunta en esa línea, a tenor del discurso de Ursula von der Layen a sus compañeros de partido - con que respalde las ayudas que nos saquen de nuestra bancarrota de hecho, exigiendo un comportamiento serio en el manejo de los fondos y en el proceso de reformas que evite que el país se descuelgue del tren europeo.      
 

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