Opinión

Sunak y el invierno del descontento

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En el invierno de 1978, Gran Bretaña, vivió uno de los momentos más turbulentos de su reciente historia. A unas bajísimas temperaturas, se le unieron contundentes huelgas que afectaron a todo el país. Los sindicatos habían respondido a la inflación con fuertes movilizaciones que terminaron arrastrando al gabinete del laborista James Callaghan. Toda esta crisis, que fue denominada por la prensa británica como “el invierno del descontento”, acabó con Margaret Thatcher en Downing Street, tras ganar los comicios de 1979.

Hoy varias décadas después, el PM Rishi Sunak se ve acosado por las huelgas más importantes desde finales de los 80. Los paros, que suscitan un notable éxito, se suceden entre los empleados ferroviarios, los agentes de fronteras, los conductores de ambulancias, enfermeros, profesores y otros colectivos que denuncian los estragos de una inflación superior al 10%.

Hasta ahora Sunak, sabedor de que una fuerte alza salarial agravaría los problemas inflacionarios, se ha negado a ofrecer incrementos superiores a los recomendados por el organismo independiente que asesora al gobierno en esta materia.

En este sentido, el premier ha insistido también en que la deuda pública británica ha crecido hasta alcanzar el nivel más alto desde la década de los 60, y ronda ya el 97,5% con respecto al PIB. Por lo que respecta a los hogares británicos, el horizonte no es más esperanzador: la política de tipos bancarios seguida por el Banco de Inglaterra es agresiva ante los nubarrones económicos, y esto encarece los préstamos e hipotecas.

Sin embargo, no sólo son los problemas de la economía los que amenazan al gobierno tory. Tras más de una década en el poder el desgaste de los conservadores es innegable.

Recientemente, el inquilino del número 10 de Downing Street tuvo que cesar al ministro sin cartera Nadhim Zahawi. Este político que llegó a ocupar la poderosa cartera del tesoro en tiempos de Johnson, llegó a un acuerdo con la hacienda británica para regularizar, mediante el pago de cinco millones de libras, los ingresos procedentes de la venta de una compañía. Pese a su resistencia, tras la publicación del informe elaborado por el asesor ético del Gobierno (una figura envidiable que existe en el gobierno británico), éste fue fulminado por Sunak.

El problema es que llueve sobre mojado. La resaca del partygate, el escándalo sexual de Chris Pincher, y otros escándalos en su mayoría provenientes de la era Johnson, están debilitando profundamente a los conservadores.

La denominada máquina electoral perfecta supo en 2010, con David Cameron al frente, vencer electoralmente a los laboristas que llevaban gobernando desde 1997. Lo hicieron con un partido moderno, evolucionado en cuestiones ideológicas palpitantes en la sociedad, y con una profunda renovación en los principales perfiles de la formación.

Tras el triunfo del Brexit y la asunción de responsabilidades por Cameron, el partido supo reinventarse una y otra vez en forma de Theresa May, Boris Johnson, la brevísima Liz Truss, y ahora Rishi Sunak.

Es admirable la capacidad de reconstrucción permanente de esta formación que ha sabido cosechar espectaculares mayorías electorales durante todos estos años, siendo además la vanguardia ideológica de las formaciones conservadoras en Europa.

Sin embargo, el diagnóstico ahora mismo es realmente complicado. El papel del Reino Unido en el mundo tras el Brexit ha quedado desdibujado, la salida de la Unión ha ocasionado importantes problemas en los servicios y suministros del país. Y otro factor determinante: a diferencia de Johnson que tenía a un furibundo izquierdista como Corbyn enfrente, Sunak ha tenido la desgracia de tener como adversario a Keir Starmer. Este reputado exfiscal está demostrando temple, moderación y un perfil centrista que recuerda a los laboristas de Tony Blair, aunque con un discurso social más acentuado.

Los próximos meses serán claves para observar si hay todavía opciones para los tories de cara a las próximas elecciones previstas para 2024. La previsible bajada de la inflación, la contención de las huelgas y los posibles éxitos internacionales ofrecerán a Sunak oportunidades con las que intentar frenar la hemorragia.