Túnez: las fragancias de jazmín

Tunisia

17 de diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi se inmoló en Sidi Bouzid. Un gesto de desesperación que se convertirá en el símbolo de todo un pueblo y provocará una insurrección que se creía temporal. Sin embargo, el acto de Bouazizi no sólo ha cambiado la historia de Túnez, sino toda la historia de Oriente Medio dando lugar a revoluciones árabes con su cuota de beneficios y fechorías. Si al principio las reivindicaciones eran sociales en Túnez y la revuelta horizontal, rápidamente se convirtió en política, llegando a las más altas esferas del Estado hasta desalojar al presidente Ben Ali de su trono. El fin de un reinado que duró 24 años y de todos los países que lo acompañaron.  

¿Cuál es la situación actual en Túnez? ¿Ha dado frutos la revolución? El balance es mixto. Una década después, las exigencias de los tunecinos son las mismas, hasta el punto de que la corrupción y el clientelismo a gran escala no han cesado. La situación económica se hunde y hay innumerables candidatos para Europa.    

Mientras que la economía de la época de Ben Ali era bicéfala y sólo beneficiaba a los poderosos, los distintos Gobiernos que se han sucedido desde entonces no lo han hecho mejor y ninguno ha abordado los problemas estructurales. El estancamiento económico y el malestar social han seguido creciendo, con una tasa de desempleo del 30% acentuada por la crisis de la COVID. Túnez atraviesa una grave crisis política y económica. Por si fuera poco, lo que ha incendiado el país en los últimos días es la adquisición por parte de las autoridades tunecinas de 60 vehículos blindados entregados por Francia. Un arsenal que rápidamente demostró su eficacia para reprimir a los manifestantes.  

Hoy, más que nunca, el recuerdo de la revolución sigue presente y los estigmas de la posverdad tunecina no son menos evidentes. El país se esfuerza por sanar y trata de curar sus heridas, aún que  le aqueja otro mal: la marcha de sus licenciados, que en su mayoría se marchan a Europa. Se calcula que hay 90.000 de ellos sobre una población de 11 millones, lo que hace más frágil a este pequeño país en proceso de construcción.   

El 14 de enero, las autoridades decretaron una reconcentración general de cuatro días. ¡Cuatro días! ¿Para servir a qué causa?, se preguntan los científicos y los ciudadanos de a pie con una sola voz, y con razón. Todo el mundo conoce la respuesta: bajo el pretexto de una crisis sanitaria y del estado de emergencia, el Gobierno intenta evitar posibles excesos durante la conmemoración de la Revolución de los Jazmines. 

Si el método es duro, los temores están justificados, la calle tunecina no ha dejado de gruñir de tan grande que es su miseria y la voz de los más desposeídos ha quedado inaudible. Por un lado, está el Túnez costero donde opera el turismo como Sfax, Hammamet y la propia capital y que, desde hace un año, vive al ritmo de la pérdida de empleos. Por otro lado, está el país profundo cuyas fuentes de ingresos son muy modestas. En los pueblos aislados se esperaba un cambio radical. Pero el desorden nunca ha cambiado de bando ni ha dejado a las poblaciones más vulnerables, las de los Bouazizi, que se cuentan por millones. El desencanto es total para los que esperaban una nueva era. En casi diez años, la deuda pública del país sólo ha pasado del 42 al 78% del PIB.   

En Túnez, que aún no puede desprenderse de los viejos reflejos de la corrupción y la represión, tres jóvenes han sido condenados a 30 años de prisión por consumo de cannabis. "El veredicto de la vergüenza", había sido el titular de los periódicos tunecinos que denunciaban esta extraordinaria sentencia.  

Además, las ONG y las asociaciones humanitarias denuncian la detención de unas 1.500 personas en los últimos días. Una represión que nos trae malos recuerdos y contra la que la sociedad civil intenta organizarse. "Si hemos triunfado una vez en nuestra lucha contra el autoritarismo, triunfaremos una segunda vez", corean los tunecinos. Mientras tanto, el país se hunde en una crisis sanitaria sin precedentes y Túnez necesita más que nunca cuidados intensivos.  

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