Tecnologías, salud y democracias

Technologies

El BOE de 28 de marzo informa sobre que el gobierno “ha encomendado a la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, el desarrollo urgente de una aplicación informática para el apoyo a la gestión sanitaria”, en concreto, para la autoevaluación de los usuarios sobre su estado de salud, así como un estudio sobre la movilidad basado en el análisis de datos y la creación de un punto central de coordinación para la evaluación de los resultados. De manera casi paralela, una información publicada ayer, día 1 de abril, por Bloomberg, destacaba algunas conclusiones parciales de un informe secreto norteamericano que advierte sobre la manipulación de las cifras de víctimas ofrecidas por el Gobierno chino. El análisis de datos y el uso de las tecnologías digitales y la inteligencia artificial para combatir la expansión del virus y preparar a la sociedad en la siguiente fase de progresiva normalización y seguimiento de la enfermedad, resulta en este momento una herramienta útil e inexorable para afrontar la crisis. Pero la exigencia de transparencia en los resultados es una, igualmente inexorable, demanda que las sociedades democráticas debemos tener presente en este tiempo de incertidumbre y excepcionalidad. 

Las democracias saldrán fortalecidas en la medida de que los datos y las acciones de los responsables políticos puedan ser conocidas y valoradas por la opinión pública. El sociólogo surcoreano Byung Chu Han advertía en un reciente artículo en El País sobre la intención de China de vender su “estado policial digital”. En un mundo abierto a las influencias de las grandes potencias e intereses, los principios democráticos y las libertades, entre ellas las de información y expresión, son las herramientas para luchar contra la desinformación y la manipulación. 

En cualquier caso, el éxito de distintos países asiáticos en el uso de herramientas digitales para combatir la pandemia tienen que mover a los gobiernos europeos y a la sociedad civil para implementar modelos similares o adaptar las buenas prácticas asiáticas. The Economist publica en su último número un reportaje sobre algunas de las iniciativas puestas en marcha en Asia, muchas conocidas por la opinión pública internacional. Soluciones digitales para documentar y conocer los movimientos de personas; creación de modelos de seguimiento para determinar la expansión del virus y los posibles contagios; herramientas para medir los contactos producidos entre infectados. Naturalmente, los test, aquellos que son fiables, para evaluar el estado de salud de la población, en lo que insiste la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, el reportaje no hace referencia exclusivamente al modelo chino, sino que lo extiende a las iniciativas que se han desarrollado en otros países asiáticos, democracias en este caso, como Taiwán o Corea del Sur.   

Las herramientas utilizadas han resultado beneficiosas en muchos casos y en distintos países. Y muestran una cantidad importante de opciones que van desde el uso del Whatsapp en Hong Kong, de las App en Corea del Sur o de la información procedente de los dispositivos móviles en Taiwán. Y otras en la propia China, donde la Health Check App centraliza y suministra información valiosa para controlar y vencer la expansión del virus en el inmenso país. Pero la tensión no resuelta entre el uso de datos e información privada y el deterioro de las libertades, o la posible manipulación de aquellos tal y como destaca Bloomberg, pone de manifiesto, ahora que España y Europa afrontan el reto de la digitalización para la recuperación social y económica, la necesidad de establecer medidas de control y transparencia en el uso de esos resultados. La oposición, los medios de comunicación y los científicos deben entrar a formar parte de ese control, sin perjuicio de la imprescindible centralización de las estrategias. 

Beth Duff Brown destaca en un reciente artículo en Stanford el modelo taiwanés de transparencia, big data y centralización de la gestión. Sin embargo, España y Europa, y de manera más extensiva las empresas occidentales, deberían de ser capaces de desarrollar modelos fiables e instituciones igualmente fiables para la ejecución de esta política de choque. El profesor del Grado de Ingeniería Biomédica de la Universidad Europea, Borja Rodríguez y el decano de la Escuela de Arquitectura, Ingeniería y Diseño, Alberto Sols, coinciden en señalar que las empresas españolas están capacitadas para desarrollar modelos solventes en el análisis de los datos sobre la enfermedad, que podrían basarse en al anonimato de los ciudadanos para garantizar una parte de los derechos puestos en cuestión, en este caso, sobre la privacidad. Por su parte, el también profesor y especialista en datos Enrique Puertas, coincide en el “músculo” de las empresas y aplicaciones nacionales y europeas, pero señala el déficit tradicional existente en la acumulación de los datos. 

No es el único déficit ante el que nos enfrentamos y que debemos corregir. Tal y como recogía en enero el informe del Brookings Institute: “The case for AI transparecy requirements”, dirigido por Alex Engler, “la Inteligencia Artificial genera propaganda” y algunos contenidos pueden significar la expansión de mensajes y estructuras de pensamiento con consecuencias sobre la población y la opinión pública, por lo que los órganos centralizados para desarrollar la estrategia y los ejecutores deben de prever posibles disfunciones en los modelos. Además, no podemos soñar con que la solución digital es definitiva y global. La mitad de la población de la humanidad no tiene acceso a Internet, lo cual abre una inasumible brecha entre países con capacidades y países tecnológicamente en proceso de desarrollo. El tiempo del equilibrio y del liberalismo digital es el mismo. Es el tiempo del progreso multilateral y común a partir de esta espeluznante crisis global. Las democracias están en condiciones de liderarlo.
 

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