Opinión

Temor ante la escasez

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La crisis derivada de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 es inédita y sus consecuencias socioeconómicas se espera afloren en el mediano plazo. Mientras tanto, la tan ansiada recuperación económica en uve enfrenta un fantasma inesperado: la inflación.

La aparición del nuevo virus en la ciudad industrial de Wuhan cumplirá pronto su segundo aniversario y el próximo 11 de marzo hará dos años de la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde entonces, tanto países industrializados como emergentes han tomado diversas medidas para controlar la expansión del patógeno, algunas drásticas como los confinamientos obligatorios y el cierre de la actividad empresarial e industrial no esencial.

De esta forma se han alterado las cadenas de valor, las cadenas de producción y las cadenas de distribución no solo locales y nacionales también en perjuicio del trasiego internacional.

Hay una lucha acuciosa por ser los primeros en obtener los suministros primarios. En los últimos meses, con el avance de la vacunación anti-COVID en distintos países la sensación de control del virus ha dado confianza a la gente que ha vuelto a demandar de forma creciente una serie de bienes, productos y servicios –aceleradamente– respecto al ritmo de la oferta lo que ha provocado escasez y un consecuente incremento en los precios. Léase un avance de la inflación.

Ante el Black Friday, transnacionales como la sueca IKEA están redistribuyendo de una tienda a otra stocks, mientras algunos de sus productos estrella aparecen sin volumen disponible; lo mismo, varias mancuernas están desaparecidas de las estanterías de Decathlon y en muchas grandes superficies hay muebles, productos de cosmética o digitales no disponibles o con pedidos de entrega de más de un mes.

En algunos países como Reino Unido aquejados además por el golpe del Brexit, se habla abiertamente de desabasto, los anaqueles de varios supermercados no tienen pollo, ni carne o cerveza, menos leche y la falta de gasolina en las estaciones de servicio ha puesto nerviosos a sus ciudadanos.

Nick Andrews, analista de Capital Economics, anticipa que la economía británica entrará en recesión el próximo año, la recuperación esperada este 2021 de un PIB cercano al 7% estimado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) quedará diluida en 2021 si la economía británica no logra recuperar los puestos de trabajo que faltan y restablecer efectivamente el suministro de insumos.

Tampoco se libra la economía estadounidense: el punto de partida son los barcos de carga y los contenedores que la OMC explica no es tan fácil volver a recuperar el ritmo del suministro normal antes de la pandemia, así es que son varios los problemas a corregir partiendo de que la oferta vuelva a sus picos de producción, la demanda logre estabilizarse y los canales de distribución funcionen otra vez a plenitud.

La disrupción en la economía ha sido absolutamente en todas las áreas afectando a las variables con distintas magnitudes: el año pasado contrajo la demanda, pero, en cambio, incrementó de forma histórica el ahorro contenido en los hogares, fundamentalmente en las rentas más altas.

A colación

Según la calificadora de riesgos Moody´s, el total ahorrado en el mundo en 2020 equivale al 6% del PIB global, se trata de la mayor tasa de la historia con 5,4 billones de dólares, un 16.66% más respecto de un año anterior.

Hay cuatro países con el mayor cúmulo de ahorro en los hogares: Estados Unidos con un 12% del PIB, Reino Unido 10% del PIB, Canadá 9,5% del PIB y España con 8% de su PIB.

No se trata de un ahorro homogéneo para todos los hogares, fundamentalmente hay una mayor propensión en las rentas más altas mientras otros hogares afectados por los cierres, pérdida de empleo o de ingreso han echado mano de sus ahorros. Lo que si parece es que en todos los casos la demanda se contrajo y el consumo ha sido más selectivo.

En este tren que es la economía, la aparición de la pandemia provocó la caída del consumo, contracción de la demanda, parón de la oferta, incremento histórico del ahorro y rotura de las cadenas de suministro y de producción.

La consultora global Bain & Company reconoce que la suspensión el año pasado de diversas operaciones hizo que se rompieran varias cadenas afectando tanto a empresas minoristas como grandes superventas. La realidad, señala, es que la pandemia ha sacado a flote multitud de defectos en las cadenas de producción, de operación y de suministro que las empresas han debido corregir sobre de la marcha sobre todo de forma inusitada en cuanto se reactivó de forma abrupta la demanda.

Para el consultor Stephan Zech, las cadenas de producción y las operaciones no volverán a ser las mismas que antes de la pandemia porque ya no es una cuestión de costos, sino de llevar a tiempo los insumos para su transformación y distribución.