Opinión

Tesla pone a México en el epicentro

Solo falta que Elon Musk cumpla y no se eche para atrás como sucedió con su primer intento de compra de Twitter, que generó una oleada de especulación en torno a la empresa del pajarito. Al final la adquirió -como todos sabemos-, pero pasaron meses de dudas.

El magnate sudafricano es temperamental, voluble y quisquilloso. Como puede quemar dinero en sus experimentos aeroespaciales puede también dolerle el bolsillo. 

El reciente anuncio de Musk de que su empresa fabricante de coches eléctricos y autónomos  tendrá una planta de producción en México me parece una noticia de lo más positiva; además, prueba la visión de Musk, porque este empresario de 51 años es sobre todo un visionario y él no desaprovecha ninguna oportunidad para rentabilizar su olfato.

Desde luego que México tiene muchas ventajas comparativas y competitivas, para comenzar forma parte de un acuerdo trilateral con Estados Unidos y Canadá; y tiene muchas sinergias con el resto de América Central y de América del Sur. 

Tesla ya tiene dos fábricas fuera de la Unión Americana: una, en Alemania y otra, en China. Ambas son estratégicas por la posición geográfica que ocupan y su potencial económico.

Alemania es el puente para toda Europa y también para una parte de Asia. Y China es el gigante llamado a seguir expandiendo su riqueza entre los nuevos millonarios chinos y es, por supuesto, un mercado estratégico imposible de dejar de lado. Ya solo le hace falta a Musk poner un pie en Qatar o en Arabia Saudí y por supuesto en India.

Para México, es una buena noticia por muchos aspectos. Primero, por la inversión, que superará los 1.000 millones de dólares inicialmente; segundo,  por la cantidad de empleos cualificados que  generará y la derrama económica que detonará en la región porque no solo se  beneficia a Monterrey;  y tercero, porque a pesar de todo lo malo que sucede en México, en el renglón de la inseguridad, los secuestros y las controversias en torno al Gobierno del presidente, Andrés Manuel López Obrador, a pesar de todo  México sigue siendo una economía importante para Estados Unidos.

La industria automotriz es una de las columnas vertebrales en cuanto a la generación de la riqueza en México; otro pilar, es la industria de la construcción, por no obviarla.

Si hay inversión, se genera riqueza, se detonan los empleos y en estas industrias los subsectores salen muy beneficiados igualmente porque se requieren de varias cadenas de producción. 

Hace unos días, también BMW anunció que invertiría en una fábrica en México. Ya hay producción de autos eléctricos, como sucede con los SUV de la empresa Ford, y General Motors también quiere producir solo autos eléctricos en su planta de Ramos Arizpe, a partir del próximo año. 

A colación

Vamos, que el mercado automotriz es definitivamente eléctrico y la producción tiene como meta la masificación. Estamos en esa fase que atravesaron los automóviles de combustión cuando Henry Ford empezó a producirlos y eran carísimos y un lujo solo al alcance de unos cuantos potentados.

La masificación tardó en llegar y vivió un “boom” a partir de la década de 1950 y la expansión fue definitiva cuando los precios de los automóviles, los ingresos, los créditos y el ensanchamiento de la clase media fue inevitable desde 1970.

Los coches con gasolina fueron fabricados en serie para esa clase media desde el Volkswagen, hasta el Seat 600 y el Renault 4L, y ahora vemos ese mismo proceso. Los precios de los coches eléctricos son carísimos, pero seguramente dentro de treinta o cincuenta años serán accesibles y habrá un utilitario al alcance de la clase media. 

El camino es muy claro y estará marcado por las cero emisiones de CO2. Precisamente, hace unos días, los europarlamentarios reunidos en Estrasburgo, aprobaron un plan de cero emisiones para los autos y furgonetas nuevas en 2035.

Eso significa que la Eurocámara prohíbe vehículos contaminantes en la Unión Europea (UE) a partir de 2035; la Comisión presentará, a más tardar en 2025, una metodología para evaluar y comunicar datos sobre las emisiones de CO2 durante todo el ciclo de vida de los automóviles y furgonetas vendidos en la UE.