Trescientos días no fueron suficientes

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Tras trescientos días, todos los crédulos e incrédulos, hemos constatado que ha sido un tiempo más que insuficiente para acabar, de una forma u otra, un conflicto y una muy cruenta guerra, por mucho que el dictador Putin, al más puro y mejor estilo de Pedro Sánchez, se empeñe en tildarla de epítetos y palabras huecas, con las que, tratando de engañar a los menos formados, oculte a propios y extraños el verdadero alcance y miseria de un conflicto expansionista llevado a cabo sin aviso previo, declaración de guerra, motivo ni razón de peso aparente.

Nada más estallar el conflicto, los muchos analistas que nos dedicamos por gusto o como medio de vida a tratar de descifrar los conflictos en el mundo y sus consecuencias, nos dividimos en dos bandos; los unos, la inmensa mayoría, pensaban que la pobre y bastante desguarnecida Ucrania no resistiría más que unas pocas semanas los embates de una potente maquinaria militar, la rusa y que pronto su presidente, antiguo bufón, hincaría las rodillas ante el todo poderoso Putin para pedirle clemencia o desaparecería una noche en un avión secreto cargado de familiares, amigos y el mayor número posible de millones de dólares, para acomodarse en un paradisiaco lugar, lejos del ruido y de Ucrania.

El resto, pronto comenzamos a poner en duda, la efectividad de la maquinaria bélica rusa, su doctrina, logística y la capacidad de maniobra de un Ejército numeroso, pero mal dirigido, pesimamente entrenado, medianamente armado y falto de moral y voluntad de vencer.

Se pensaba que el mayor obstáculo estaba en el invierno pasado, que todavía dejaba sus huellas en el terreno fangoso y que era por ello, que las largas y pesadas columnas de obsoletos blindados y acorazados y las interminables colas logísticas rusas caían una y otra vez en trampas naturales difíciles y a veces hasta imposibles de soslayar. Pero, llegó la primavera y posteriormente el verano, los caminos se secaron y la guerra ha ido dando tumbos al compás de unas volátiles ayudas que, de forma intermitente, poco seria la mayoría de las veces y basada fundamentalmente en los Estados Unidos ha hecho muy difícil a los rusos lograr sus objetivos.

Putin y sus generales se han visto forzados a cambiar de estrategia y de maniobra varias veces; las bajas en personal y material bélico han sido tremendas por ambos bandos, pero me atrevo a decir que más por parte rusa. Las represalias contra objetivos y personas civiles, así como, puntos neurálgicos y potencialmente peligrosos como varias centrales nucleares han puesto en peligro una nueva crisis atómica o nuclear mundial de inconmensurables proporciones.

Se ha comprobado que el ‘magnifico arsenal’ de misiles rusos no era tal; pronto han tenido que echar mano de ciertos tipos misiles obsoletos o no aptos para las misiones encomendadas o pretendidas y han tenido que nutrirse de cantidades ingentes de artefactos de ese tipo y aparatos no tripulados de fabricación iraní; lo que además, ha destapado claramente, que, como algunos pregonábamos en vacío, Irán lleva muchos años engañando a la Comunidad Internacional y que son grandes y efectivas sus capacidades de investigación, desarrollo y producción de sofisticados y certeros medios de guerra, que nada tienen que envidiar a otros similares fabricados en diversos lugares del mundo 'oficialmente' más avanzados.

Por otro lado, las innombrables ‘ayudas procedentes de Europa’ han sido irrisorias en muchos momentos y aspectos; nuestra seriedad en hacer frente al trapicheo energético con Rusia es deleznable y muy reprochable y que el temor a un frio invierno, que acaba de comenzar, puede más que el ser testigos de represalias y masacres contra la población civil de un país vecino y sus instalaciones energéticas básicas con las que calentarse mínimamente en los meses venideros.

Los medios en particular y la sociedad en general, han vuelto a demostrar que su gran capacidad de olvidar y dejar tirado en el camino al débil y al que sufre, es inagotable. Tomamos un gran interés, como siempre, en los primeros albores de un conflicto o crisis de carácter internacional en el que sufre la población civil. Las cadenas de voluntarios, de héroes anónimos, de donaciones -de las que nunca se sabe bien a donde llegan o van- se multiplican por doquier, hasta por la calle, en cualquier esquina se montan mesas petitorias y el número de familias dispuestas en ir a recoger o acoger en casa refugiados es muy importante.

De pronto, en menos de medio año, y aún a pesar de que el conflicto se haya recrudecido o aumentado en intensidad o extensión, casi al unísono o a las órdenes de alguien, todos los focos mediáticos se apagan y con ellos, las demostraciones espontáneas y generosas de la gente de buena voluntad. Las donaciones cesan; los antaño queridos refugiados, ahora molestan y pronto queremos que regresen a sus casas o a otro sitio, que más nos da, pero que a nosotros nos dejen en paz. Inclusive, muchas de aquellas mujeres jóvenes y atractivas que fueron rescatadas, en realidad lo fueron para llenar impunemente los anuncios en los medios y los burdeles dedicados al sexo con carne joven y atractiva a bajos precios.

Por último y no por ello menos importante, las donaciones y apoyos en medios, adiestramiento y todo tipo de material de guerra o para la misma, disminuyen paulatinamente hasta llegar a desaparecer. Ya ni siquiera, dicho conflicto se usa de excusa para echarle las culpas de todos los males que nos agobian a la mayoría de los países europeos, cuando en realidad, estos son la causa y el efecto de la mala administración de unos aprendices de brujo, que nos toman el pelo cada vez que hay elecciones y nos siguen engañando cuando se acerca, de nuevo, otro periodo electoral.

Muchos son los políticos que han demostrado su pésima valía; otros, como Zelenski -al que nadie daba un céntimo de crédito- han demostrado su seriedad, compromiso y su capacidad de ponerse a las espaldas a un pueblo oprimido, atacado y menospreciado hasta por parte de muchos de sus compatriotas quienes, fácilmente se habían vendido a los cánticos de sirena de un ególatra narcisista como Putin con ilusiones de grandeza e intenciones de recuperar el esplendor de la vieja Rusia de los zares o de la Unión Soviética.

Hemos sido testigos de periodos de mejoría y empuje de uno y otro bando; etapas de aparente tregua, que básicamente han aparecido y usado, para recuperar fuerzas, reorganizarse y cambiar los objetivos y los frentes de ataque. Putin se dedica a hacer ‘desaparecer’ a los que internamente le critican y Zelenski aparte de afianzarse como un hombre de Estado con mano firme, ha aumentado enormemente su prestigio personal a nivel interno e internacional al conseguir la mayor parte de las ayudas gracias a sus intervenciones por video o en directo ante la mayor parte de las Cámaras legislativas más importantes del mundo.

Trescientos días han demostrado muchas cosas, buenas y malas, pero, sobre todo, que aquella famosa ‘guerra relámpago’ -como muchos se apresuraron a bautizar- se ha convertido en una ‘guerra de desgaste y resistencia’ con un resultado incierto para Ucrania mientras EEUU no baje el pistón de sus ayudas y presiones directas e indirectas.

Lo malo de todo esto es que, la maldad y las ínfulas bélicas se contagian como las enfermedades y las pandemias y el año 2023 va a amanecer con varios conflictos potenciales o en ciernes; algunos de ellos de suma importancia como el caso de China-Taiwán, Serbia-Kosovo, Irán-Israel y China-la India; algunos ya enquistados durante muchos años y otros que fueron cerrados en falso por las prisas norteamericanas por salir corriendo de los conflictos en los que juega un papel muy importante o ha sido el actor principal.

Si alguno de ellos, toma forma o efecto, es muy posible, que el Tío Sam, se vea obligado a focalizar sus apoyos e intereses al mismo y mucho me temo que, finalmente el pez gordo, por dicha razón y apoyado por la debilidad de la UE, se coma al chico que depende solo de la, de momento, gratuita ayuda que le llega para poder combatir y mantener enfangado a un molesto Putin que no hace mas que enredar.   

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