Opinión

Trump reivindica al Partido Republicano como su propiedad

photo_camera Atalayar_Donald Trump

No le va a ser nada fácil al Partido Republicano de Estados Unidos, desprenderse de las garras del expresidente Donald J. Trump. Es lo que cabe colegir de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), celebrada a lo largo de tres días en Orlando, en el estado de Florida, en donde Trump ha instalado su oficina pospresidencial. 
En esta convención, instaurada en 1974 para chequear la situación de los conservadores, la apoteosis de su aparición y discurso ha sido una nueva demostración de que ni él admite que su ciclo político haya terminado ni que el trumpismo haya llegado al final de su senda política. Ambos, el hombre y su doctrina se han reivindicado como esenciales en el Partido Republicano, prácticamente como si el Grand Old Party de Abraham Lincoln les perteneciera.

Desde la coreografía a los contenidos, el GOP rezumaba la estridencia que le ha caracterizado durante sus cuatro años en la Casa Blanca. Himnos como ‘Macho Man’, de Village People; ‘Gloria’ de Laura Branigan o ‘Proud to be an American’, de Lee Greenwood, jalearon la entrada triunfal de Trump en la gran sala de convenciones, en la que no estuvieron presentes ninguno de los considerados aún como pesos pesados del partido. No estaba el exvicepresidente Mike Pence, fidelísimo lugarteniente y supuesto gran amigo hasta que se resistió a ejecutar en el Senado el enjuague urdido por Trump para anular el veredicto de las urnas que daba incontestablemente el triunfo a Joe Biden. Tampoco apareció el viejo zorro Mitch McConnell, exjefe de la antigua mayoría republicana en el Senado, que diera el golpe de gracia a Trump al considerarle “práctica y moralmente responsable” del violento asalto al Congreso, pero que consciente de las vueltas que da la política, declaró a una radio local que “por supuesto apoyaría a Trump” si fuera elegido candidato del partido a las presidenciales de 2024. En fin, ninguno de los todavía grandes nombres del partido jaleó esta vez a Trump, que encajó el golpe reivindicando encarnar entre las bases, o sea la gente, la mejor representación del partido.

Como es signo distintivo de la casa, Trump sigue en sus trece de reclamar una victoria que, a su juicio, fue robada, sin aportar por supuesto prueba alguna para demostrarlo, y pasando por encima de los 82 procesos que rechazaron sus pretensiones. Con todo desparpajo, el expresidente acusó al actual sistema electoral norteamericano de “enfermo y corrupto”, y ya en pleno vértigo mitinero descargó su ira contra el Tribunal Supremo y las demás cortes de justicia, “que no quisieron hacer nada ante las evidentes manipulaciones que desembocaron en fraude”.

De momento no fundará un nuevo partido

Descubierto su interés por apropiarse del Partido Republicano, Trump no alberga por ahora intenciones de fundar un nuevo partido con sus fieles, que supuestamente desangraría las filas del GOP, a tenor de las encuestas aportadas por los delegados que asistieron a la Conferencia. Hasta un 40% le seguiría a ojos cerrados si decidiera fundar ese nuevo partido. Otros sondeos indicaban también que si Trump decide presentar su candidatura en 2024 ganará con el 55% de los votos, algo que admite incluso su máximo crítico dentro del Partido Republicano, el senador Mitt Romney, el único, por cierto, que votó contra Trump en los dos ‘impeachments’ a los que aquel fue sometido por primera vez en la historia de Estados Unidos.

Privado de la potencia de fuego que ejercía a través de las redes sociales, Trump no desaprovechó en cambio su intervención, recogida en directo por todos los grandes medios norteamericanos y no pocos internacionales, para exhibir su profunda hostilidad a las primeras medidas dictadas por el presidente Biden, y que pretenden deshacer a toda prisa el legado de Trump. Especialmente crítico se mostró con la intención del actual inquilino de la Casa Blanca de legalizar a unos 11 millones de inmigrantes, entre ellos muchos de los soñadores (dreamers), que llegaron al país siendo apenas unos niños. Y, por supuesto, también quiere apropiarse en exclusiva de la bandera del patriotismo cuando señala que “hemos pasado del América Primero al Menos América”, prolongación del himno country que abre y cierra sus incendiarias intervenciones, ‘God bless the USA’.

Era la vuelta oficial al escenario político tras su retirada a Mar-a-Lago. Trump y el trumpismo, está claro, se resisten a pasar página y auguran una relación más que tormentosa con la Administración Biden. El Partido Republicano tendrá, pues, mucho trabajo para diseñar un nuevo liderazgo.