Un complicado camino para recorrer: la Conferencia sobre el Futuro de Europa

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Parece ser que, finalmente, va a poder comenzar la Conferencia sobre el Futuro de Europa que debía haberse iniciado hace casi un año, pero que ha sido pospuesta no sólo por la pandemia sino por las dificultades internas que se han venido encontrando para su realización.

¿Qué es la Conferencia sobre el futuro de Europa? Se trataría de una iniciativa europea, anunciada por la presidenta Úrsula von der Leyen en julio de 2019, en la que se tiene que debatir acerca de diversas cuestiones. En principio parecía que se iba a centrar en la posibilidad de reformas en las Instituciones de la UE, sobre todo respecto de la entronización del “spitzenkandidat” (necesidad de que el presidente de la Comisión Europea se elija por el Parlamento de entre los cabezas de lista de los grupos que se presentaron a las elecciones), tema que centró en buena parte la campaña de las últimas elecciones europeas. Ahora todo parece indicar que se abren mucho más los temas a tratar, desde otras reformas institucionales, a la emigración, el refuerzo del Estado de derecho, la sanidad, los instrumentos de participación de la ciudadanía en la toma de decisión de la Unión, la crisis económica y otros.

El 11 de marzo, los tres presidentes de las Instituciones, Sassoli por el Parlamento Europeo, Von der Leyen por la Comisión y Costa por el Consejo de la Unión Europea, han firmado la declaración institucional de puesta en marcha y anunciado que la Conferencia iniciaría sus trabajos el 9 de mayo, un año después de lo que estaba previsto.

Se había advertido que la Conferencia tendría una duración de dos años, y que se tenía que contar con la participación de todas las Instituciones de la UE, con los Estados miembros (especialmente los Parlamentos) y, también, con la sociedad civil. Todos ellos estaban llamados a expresar su opinión, mediante los múltiples mecanismos de consulta que tiene establecidos la Unión, telemáticos unos y presenciales otros. Pero parece que, finalmente, su duración será de un año únicamente. No se trataría de una Convención de reforma de los Tratados, sino de un paso previo en el que se tendría que detectar si ello era necesario y/o posible y en qué materias. La pandemia alejó la posibilidad de audiciones presenciales y se puso en marcha la creación de una plataforma plurilingüe que permitiera suplir esa participación compleja en la medida de lo posible.

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Pero no ha sido sólo la pandemia la causa del retraso en poner en marcha la Conferencia. Quizás el mayor escollo se ha situado en la rivalidad interinstitucional, puesto que ni la Comisión, ni el Parlamento ni el Consejo querían ceder protagonismo. No se ha conseguido acordar la existencia de un presidente o presidenta. Y ello ha originado a su vez que se tuviera que diseñar una complicada Presidencia y una compleja Comisión Ejecutiva antes de decidir su apertura. La Presidencia sería tripartita, contando con la presidenta de la Comisión, el presidente del Parlamento y el presidente rotatorio del Consejo mientras se realizase la Conferencia. Y respecto de la Comisión Ejecutiva, se prevé que cuente con tres miembros y cuatro observadores, incluyendo al Comité Económico y Social o la Cosac (Conferencia de Comisiones parlamentarias sobre asuntos de la UE de los Parlamentos de los Estados miembros). Y esto todavía puede variar puesto que el Parlamento Europeo ha expresado recelos respecto de la composición de la Comisión Ejecutiva. 

Atalayar y Citizens pro Europe han querido pulsar la opinión de destacados especialistas que permitan hacer una valoración acerca de qué puede significar esta iniciativa de la UE. Dos han sido los grandes ejes de las preguntas que estos expertos han abordado, la importancia de la Conferencia por una parte y, por otra, qué asuntos deberían ser estudiados en ella, si bien no se ha excluido que pudieran plantear otros temas que, a partir de sus campos de interés, también resultarían de importancia.

Aunque es conocido el hecho de que, en palabras de Vicente Garrido, “no somos conscientes de la importancia que en el desarrollo de nuestra vida cotidiana tiene el derecho europeo”, para Miguel Angel Martín Ramos, hay que enmarcar la Conferencia ante lo que considera “un cambio de era”, del que tenemos el privilegio de ser testigos. No olvidemos que, como bien recuerda Teresa Nevado, “la Unión Europea es más, mucho más, que un proyecto económico” que exige que “los ciudadanos reforcemos nuestro sentido de pertenencia a este espacio”.

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La Conferencia se enmarca, y muchos de los expertos lo constatan, en un período que es denominado por Nuria González como de “erosión democrática” porque podemos apreciar que la democracia liberal sufre retrocesos, especialmente en cuanto a la fuerza del principio mayoritario, hasta tal punto que nos podeos preguntar si sería posible la supervivencia de la UE “en el caso de que la erosión democrática en sus Estados miembros continúe” ya que ello incidiría en el aumento de la desconfianza hacia las instituciones. Por eso, la Conferencia debería plantear cómo reforzamos Europa y sus valores, sin caer en tentaciones nacionalistas o autoritarias.

No va a ser fácil. Daniel Berzosa advierte de que la Conferencia debe fijar sus objetivos “a corto, medio y largo plazo” además de concretar “la posibilidad y los medios para alcanzarlos”. No en vano se deberá tener en cuenta, como bien plantea Alessandra Silveira, la construcción de una “voluntad colectiva” a partir tanto de una “integración vertical” como de una “integración horizontal”. No se trataría, ello hay que tenerlo también en cuenta, de pretender la creación artificial de un pueblo europeo, sino, quizás y esto es mi opinión al respecto, en torno a la idea de Habermas, de ir fraguando una nueva identidad colectiva que trascienda las fronteras nacionales alrededor de un nuevo concepto de ciudadanía.

Todo ello implica que en la Conferencia no se impliquen únicamente las Instituciones, ya sean europeas, nacionales o regionales, sino que la sociedad civil quiera ser coprotagonista de ese foro de reflexión. En un momento en que populismos y nacionalismos confluyen para intentar que la idea de una Europa unida sea objeto de un naufragio, la constatación de todos los retos a que deberemos enfrentarnos en el futuro próximo, tal como asevera Miriam Tey, reflexionar sobre el papel de las redes, como elemento que cada vez entra más en nuestras vidas, es fundamental, pues condiciona “el desarrollo económico, la comunicación y el conocimiento”. Susana del Río advierte, en tal sentido, que “la Conferencia abre dos oportunidades: revitalizar el vínculo de la sociedad civil con el proyecto europeo y fortalecer su proceso de integración revisando el método de toma de decisión de la UE”.

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Ello nos conduce a indicar cuáles serían los aspectos más importantes de la vida de la UE, y de la vida en la UE, que podrían ser objeto de estudio en la Conferencia. Sin ánimo de exhaustividad, podemos destacar algunos con carácter general, puesto que en próximos análisis intentaremos entrar puntualmente en varios.

En todos los foros en los que se plantee el asunto, saltan a la palestra dos grandes temas: la pandemia, con todo lo que ha supuesto en múltiples ámbitos y la necesidad de abordar reformas institucionales que permitan un mayor acercamiento entre la Unión y sus ciudadanos. En realidad, ambos aspectos se entrecruzan la mayor parte de veces, tal como se constata en las respuestas de nuestros expertos.

Susana del Río insiste en que, dada la complejidad de la Conferencia, es necesario que ésta se desarrolle en forma muy ordenada y si, por una parte, hay que atender al Plan de recuperación europeo, el Pacto Verde o el pacto migratorio, alrededor de la cohesión y la solidaridad, por otra se tendría que atender al paso de la unanimidad a la mayoría cualificada, la recuperación del modelo del Spitzankandidat o las listas transnacionales, siempre concibiendo a la democracia participativa que subyace en la Conferencia como un complemento de la democracia representativa que es el eje de la relación entre Instituciones y ciudadanía. 

El refuerzo de la solidaridad interciudadana es apreciado por Alessandra Silveira como inexcusable en esta Europa tan diversa y, a veces, contradictoria. Es necesario acomodar democráticamente las divergencias mediante procesos de aprendizaje (la Conferencia es uno de ellos) de los que no pueden ser ajenos los medios de comunicación, que pueden contribuir decisivamente para abrir las opiniones públicas entre los distintos Estados miembros y advertir a los partidos políticos nacionales de los riesgos que corremos si no nos centramos en la defensa del patrimonio europeo: Estado de derecho, democracia y derechos humanos.

Pero para ello es necesario que exista una “voluntad política” (son palabras de Daniel Berzosa), es decir, que tenemos que saber si los sujetos llamados a llevar a cabo los acuerdos de la Conferencia están realmente decididos a hacerlo, puesto que sólo si la respuesta es afirmativa podremos abordar con éxito las reformas institucionales concretas sobre legitimidad democrática, el poder ejecutivo, la política exterior y la política de defensa.

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En este punto, como nos advierte Juan Pablo Cardenal, la Conferencia debería dedicar una especial atención a cómo evoluciona China, no sólo política y económicamente sino en el ámbito de la comunicación y en instituciones del conocimiento; en todos los ámbitos, vamos, puesto que las consecuencia de todo ello son políticas y económicas y nos repercuten mucho más de lo que aparentan; este experto llega a proponer la creación de un organismo o agencia que pueda desarrollar esta función, puesto que a través de la comunicación/información/desinformación que nos está llegando parece imprescindible tenerlo en cuenta para combatir esos nacionalismos de tan mal recuerdo en Europa.

Plantear como eje importante de la Conferencia el refuerzo de los valores europeos resulta también imprescindible, nos recuerda Nuria González. Para esta experta, las razones por las que se rechazan los postulados liberales no residen sólo en cuestiones materiales o de desigualdad, sino más bien en una crisis cultural, de valores o espiritual. “La tentación iliberal no está presente solo en Hungría y Polonia, sino que amenaza a muchos países europeos” nos recuerda, por lo que deberíamos esforzarnos en tomarnos en serio la práctica de los valores europeos dentro de nuestras propias comunidades.

Claro que, para ello, señala acertadamente Teresa Nevado, la Conferencia tendría que lograr que una parte importante de los ciudadanos europeos se sienta implicado en la misma, sintiéndose partícipe en el futuro que se quiere diseñar. Ello conlleva la búsqueda de grupos de representación amplia de hombres y mujeres, con capacidad de crear opinión, que se impliquen en los trabajos de la Conferencia puesto que, aunque la situación de partida no es igual en todos los Estados miembros, a todos interesan los temas de derechos del trabajo, el desempleo, las pensiones, los servicios sociales, la salud, la protección a la infancia, las políticas de igualdad o el tema migratorio.

No podemos quedarnos sólo con la idea de que ese nuevo ordenamiento jurídico que apareció con la creación de la Unión Europea, al ser de obligado cumplimiento, ya resuelve los problemas. Vicente Garrido advierte de las resistencias de los Estados, y a veces de los ciudadanos, al respecto, que deben ser superadas en aras de conseguir esa unión económica, política, social y, desde luego, jurídica. La Conferencia nos ofrece un marco importante para este debate.

Porque, como señala Miguel Ángel Martín, Europa será lo que los ciudadanos quieren quieran que sea. Y los principales ejes que están institucionalmente planteados, el Pacto Verde, la Agencia 2030 con sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Estrategia Digital Europea, son insoslayables. Hemos visto, además, como, no sólo por los problemas que ha planteado la pandemia, la ciudadanía demanda más competencias a Europa y los Estados miembros deberían atender esta petición y otorgar más y mejores competencias en materia de salud, de cultura, de inmigración, etc. a la UE. Se precisa, pues, un cambio de modelo.

En esencia, con todo ello, sería también importante, para terminar, seleccionar qué aspectos de las políticas de la UE podrían ser abordados sin necesidad de reformar los Tratados y cuáles otros precisarían de tal reforma. Porque la Conferencia podría también suscitar la idea de que podría ser necesaria una nueva Convención Europea, esa sí con poder normativo, que reforzara debidamente nuestro modelo de integración para poder hacer frente a los retos que tenemos planteados.

Teresa Freixes, catedrática Jean Monnet ad personam, vicepresidenta de la Real Academia Europea de Doctores, y presidenta de Citizens pro Europe

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