Opinión

Un gobierno de emergencia para Netanyahu

photo_camera Netanyahu y Gantz

Un dicho popular afirma que, si no puedes derrotar a tus enemigos, únete a ellos. El primer ministro de Israel Benyamin Netanyahu ha readaptado esta máxima de forma que, al no poder derrotar a sus adversarios políticos en tres elecciones consecutivas, ha forzado a que ellos se unieran a él y a su gobierno de emergencia en plena pandemia de coronavirus.

El lunes 20 de abril Netanyahu llegó a un acuerdo con Benny Gantz, quien fuera su mayor obstáculo al cargo de primer ministro, tras varias semanas de negociaciones entre Likud, el partido presidido por Netanyahu, y Azul & Blanco, la coalición liderada por Gantz. Gantz acabó cediendo a pesar de haberse negado por activa y por pasiva a gobernar con Netanyahu en el pasado. Según los cálculos de Azul & Blanco, entrar en un gobierno de emergencia para afrontar la crisis provocada por el coronavirus es un mal menor en comparación con unas cuartas elecciones que, según los sondeos, hubiera otorgado a Netanyahu una mayoría mucho más amplia que la actual. Algunas voces en la derecha y en la ultraderecha israelí, que han gobernado con el Likud de Netanyahu desde 2015, se han mostrado críticas hacia el primer ministro, pues consideran que ha claudicado algunas de las posturas más radicales con el fin de llegar a un compromiso con el centrista Azul & Blanco. Sin embargo, parece ser Netanyahu quien ha salido ganando del pacto con Gantz.

El gobierno de coalición firmado por Azul & Blanco y Likud otorga los ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores al partido de Gantz, probablemente los dos más importantes en el país. Azul & Blanco también controlará el ministerio de Justicia. Este detalle ha sido celebrado por aquellos preocupados por el estado de la democracia israelí, pues así se evitaría que Netanyahu, imputado por tres casos de corrupción, controle la justicia israelí. Por supuesto, Azul & Blanco se ha empeñado en mostrar este hecho como una pequeña victoria que salvaguarda el Estado de Derecho.

Sin embargo, el acuerdo prevé que el Comité de Nombramientos Judiciales, el cuerpo político que selecciona a los jueces en Israel, esté controlado por Zvi Hauser, un miembro de la Knesset (el Parlamento israelí) que, aunque no forma parte de Likud, abogó desde el principio por la gran coalición entre Netanyahu y Gantz, incluso cuando éste último la rechazaba. La composición del Comité de Nombramientos Judiciales había sido el punto donde las negociaciones entre ambos partidos se bloquearon, y finalmente Netanyahu se ha salido con la suya: de esta forma, se asegura que este comité esté en manos de un aliado suyo. En mayo está previsto que empiece el juicio de Netanyahu, que probablemente se alargue dos años o incluso más. Por ello, controlar el comité que nombre a los jueces que en un futuro puedan tener en sus manos el destino del Primer ministro se revelaba como una necesidad crucial para Netanyahu. 

Yair Lapid, exaliado de Gantz, explicó en Twitter que, dando a Netanyahu el poder de controlar el Comité de Nombramientos Judiciales, Gantz ha “acordado permitir al propio acusado seleccionar a los jueces que decidirán sobre sus asuntos.” De este modo, por mucho que el futuro gobierno de coalición haya otorgado tantos ministerios a Azul & Blanco como a Likud (17 cada uno, lo cual convertirá a este gobierno en el más amplio de la historia de Israel), Netanyahu ha visto cumplida su principal exigencia respecto al Comité de Nombramientos Judiciales.

Pero en los meses venideros es posible que Netanyahu consiga todavía más ventaja en su pugna con Gantz por dominar el gobierno. Al haber forzado que Gantz se uniese a él, ha provocado la fragmentación del único partido que podía presentarse como una alternativa de gobierno: de los 33 diputados que tenía Azul & Blanco, 15 apoyarán el nuevo gobierno de coalición, pero el resto seguirán en la oposición, liderados por Yair Lapid. Con una oposición tan diezmada es evidente que será difícil liderar una alternativa a Netanyahu. 

Está por ver qué rol llevan a cabo los pequeños partidos de derecha y ultraderecha que en principio no apoyarán a Netanyahu, de quien fueron socios hasta hace apenas dos meses. Aunque sin duda acusarán a Netanyahu de haber cedido en algunas peticiones de la derecha israelí, el pacto con Gantz contiene la más importante de estas pretensiones: la anexión de buena parte de los Territorios Palestinos en Cisjordania (o, para los judíos, las regiones bíblicas de Judea y Samaria). El pacto Gantz-Netanyahu prevé pues que a partir del 1 de julio el Estado de Israel pueda empezar la anexión de acuerdo con el Pacto del Siglo negociado con el gobierno de Donald Trump.

Por último, cabe destacar que Netanyahu no solo ha conseguido unir a su causa a la coalición centrista de Benny Gantz, sino también a algunos diputados del Partido Laborista-Gesher-Meretz, de izquierdas. Meses atrás parecía imposible que alguien de un partido secular y progresista entrara en un gobierno encabezado por Netanyahu, lo cual demuestra una vez más la capacidad del Primer Ministro de transformar un obstáculo en un rédito electoral.

Ni siquiera está garantizado que este gobierno de emergencia acabe la legislatura, especialmente teniendo en cuenta la enorme fragmentación de la Knesset y las divergencias que existirán en el seno del gobierno. Pero lo que sí está claro es que Netanyahu ha readaptado su estrategia, mirando esta vez a su izquierda en lugar de a la derecha. Con ello, se ha asegurado formar un gobierno en un momento crítico para Israel, gracias al cual continuará siendo primer ministro y, por lo tanto, seguirá protegido por un escudo de inmunidad ante las investigaciones judiciales.