Un veraneo sacudido por la amenaza de una recesión global

Imagen de una bolsa financiera.

Los grandes bancos universales -HSBC, Barclays, Citi, Deutsche Bank- anuncian el despido, incentivado en algunos casos, de 30.000 trabajadores. No hay inversión. No hay crédito. Los diarios económicos avisan: “Listos para una recesión global”; “Amenazas de un retroceso en la integración europea”. Las bolsas se desploman hasta que aparece la Virgen y su ascensión a los cielos y las cotizaciones remontan. El turismo, por su lado, bate récords. Se buscan lugares lejanos y también la tierra próxima. Griegos, franceses y españoles eligen en una proporción del 80% (cifras de Eurostat) quedarse en casa. Un 10% de los belgas prefieren el extranjero.

Viaje por la cornisa cantábrica para contrastar los datos de Eurostat. Playa de San Lorenzo en Gijón: atiborrada. Asturianos de tierra dentro, leoneses y castellanos. Se retira la marea y las aguas son sustituidas por los bañistas. Agua transparente, buena temperatura, arena fina. ¿Qué más se puede pedir?
Llegan las nubes y los restaurantes se pueblan. Un leonés del Bierzo exige un vino de su comarca. No hay. Se conforma con un Rioja.

La ciudad está viva, los comercios a la espera. Sin embargo, algunos han cerrado. La competencia de Amazon y otras plataformas. ¿Por qué no se revisan las ordenanzas urbanísticas que impiden a los bajos de los edificios convertirse en viviendas? En Europa no es así. No hay más que recordar Londres. La cornisa Cantábrica confirma la estadística de Eurostat. Playas soberbias y una excelente autovía gratuita. En el País Vasco la autovía tiene como hermana, con peaje, a la autopista. Obras de infraestructuras, viaductos y túneles que yo no hubiera soñado cuando en 1963 pasé un verano en Fuenterrabía ahora Hondarribia.

En aquel agosto del 63 alquilé un piso de pescadores cuyas ventanas daban a la Ría del Bidasoa, Hendaya detrás. Un agosto inmisericorde, lluvia y lluvia. El camping francés de lo alto de la colina se despoblaba día a día. Ahora ya no hay camping si no, chalets y otras construcciones de uno o dos pisos.
A este lado de la ría, las construcciones tienen más altura. La población está más concentrada, pero en el bosque del Jaizkibel sigue intacto sólo la silueta blanca del Santuario de la Virgen de Guadalupe. Una imagen morena. ¿Fue de aquí a México o como las habaneras vino de vuelta?

La ciudad está bellísima. Flores, balcones y contraventanas pintadas de verde y un nutrido homenaje a la Virgen de Guadalupe. Diez carteles por cada uno que pide el regreso de los presos. En aquel agosto del 63 sólo se podía pasar a Francia por carretera: aduanas, pasaporte y visado. La ría se transita libremente. Bandadas de franceses acuden a Hondarribia a tomar el aperitivo o la cena. El antiguo barrio de pescaderos es hoy un continuo de bares y restaurantes con su oferta de chopos, piparras o merluza en salsa verde.

Adiós a Fuenterrabía con su Virgen de Guadalupe no sin antes una breve visita al Chillida-Leku. Bellísimo el parque y sorprendentes las esculturas. Una anécdota: las autoridades donostiarras Le propusieron a Don Eduardo una muestra de su arte para su villa natal de San Sebastián. Chillida les preguntó si la ciudad estaba ya preparada para una obra suya.

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