Opinión

Una dama franco-magrebí para reconquistar París

photo_camera Rachida Dati

Rachida Dati fue la gran estrella del primer gobierno del último presidente conservador francés, Nicolas Sarkozy, que la puso al frente del Ministerio de Justicia. Fue su gran baza para demostrar su capacidad de integrar en las más altas instituciones del país a los hijos y nietos de la primigenia gran inmigración norteafricana. Todo ello, además, cuando ya eran patentes los primeros destellos del masivo proselitismo yihadista entre las nuevas generaciones de la inmigración argelina y marroquí en Francia, pero también en Bélgica, Holanda, Italia y Alemania. 

El fulgor de Dati no duró mucho, merced especialmente a algunos resbalones, que aprovecharon implacablemente sus oponentes políticos para derrocarla. Pero, tanto como eurodiputada como en la retaguardia de la maltrecha y desmembrada derecha política, Rachida Dati confió siempre en el necesario resurgir para Francia de una alternativa conservadora, sobre todo a raíz de la práctica desaparición del Partido Socialista y de la casi total ocupación del centro por La República en Marcha (LREM) del actual presidente Emmanuel Macron. 

Rachida Dati, 54 años, ha vuelto al primer plano de la actualidad política francesa gracias al último sondeo del IFOP, el equivalente galo del CIS español, en el que la sitúa en segunda posición en las intenciones de voto de las próximas elecciones municipales de París. Hija de emigrantes magrebíes, albañil marroquí el padre, ama de casa argelina la madre, que formaron una familia con once hijos, Dati le pisa los talones a la actual alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, española de origen nacida en San Fernando (Cádiz). 

Macron no logra embridar a sus barones

Quedan aún dos meses para las elecciones, que se celebrarán a dos vueltas el 15 y 22 de marzo, pero los resultados de este sondeo suponen un aldabonazo para todo el espectro político francés. En primer lugar, predice que el presidente Macron no logrará obtener el último bastión de su aplastante mayoría institucional. En 2017 accedió a la Presidencia de la República, victoria que repitió en unas legislativas que solo dejó migajas tanto a la oposición conservadora como a un desintegrado Partido Socialista. La poderosa alcaldía de París era, pues, la tercera torre de ese inmenso poder institucional, erosionado no obstante por las protestas de los “chalecos amarillos” y la durísima oposición de sindicatos y colectivos sociales diversos a su decisiva reforma de su insostenible sistema de pensiones. 

Macron no ha sido capaz de poner de acuerdo a los dos barones de su partido, Benjamin Griveaux y Cédric Villani, que aspiran cada uno por su lado al sillón consistorial. Es, pues, más que un contratiempo, en la medida que muestra que el presidente no domina el partido que él mismo creó de la nada. 
Por su parte, el 19% de las intenciones de voto que el IFOP concede a Rachida Dati, resitúa a Los Republicanos (LR), nombre actual del partido que encarna los valores conservadores, en el paisaje político. Su máximo exponente fue Jacques Chirac, que utilizó la alcaldía parisina para colocar a numerosos cargos de su partido así como para financiarle al margen de la legalidad. De todo ello hubo de responder como cabeza de turco Alain Juppé, mano derecha de Chirac en el Elíseo, y una vez descartado para sucederle, eterno alcalde de Burdeos. 

En todo caso, Dati y su partido habrán de trabajar aún muy duro para colmar la diferencia con la socialista Anne Hidalgo, a la que el mismo sondeo concede el 25% de las intenciones de voto. No obstante, el sistema electoral francés, mayoritario a dos vueltas, otorga a la segunda votación la mayor importancia. De ahí, que lo sustancial es conseguir ser al menos uno de los dos finalistas, porque el ganador de la primera vuelta podría ser el derrotado en la segunda por el lógico trasvase de los votos que fueron a parar a los candidatos eliminados. 

Como país fuertemente centralizado, Francia tiene en París no sólo una gran capital sino la región económica más potente, a gran distancia de las regiones y ciudades que le siguen: Lyon, Marsella, Burdeos… Por ello, la pugna política que se libra por la alcaldía parisiense puede significar el declive o el resurgir de unas u otras opciones, y preludiar lo que pueda ocurrir en las siguientes elecciones presidenciales y legislativas.