Una doble crisis en tres años con la estanflación acechando

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Los augurios son de estanflación y recesión. El Fondo Monetario Internacional (FMI) avizora inflación e incertidumbre y el Banco Mundial (BM) un aumento de la pobreza y una mayor vulnerabilidad financiera. Ninguno de los dos organismos es positivo mientras perdure la invasión de Rusia a Ucrania y la guerra persista tanto como las sanciones impuestas desde Estados Unidos y sus aliados.

Hay un jalón en el ritmo de la economía global que Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, y David Malpass, titular del BM, resumen en una funesta combinación de factores y fundamentalmente una crisis seguida de otra; porque la crisis provocada por la pandemia del coronavirus –se arrastra desde 2020 y desató una inflación que se creía temporal– se ha exacerbado con la invasión rusa y las sanciones, creando una nueva crisis económica cuya duración es una interrogante.

“La actividad económica mundial está experimentando una desaceleración generalizada y más acentuada de lo previsto, con la inflación más alta registrada en varios decenios. La crisis del costo de vida, el endurecimiento de las condiciones financieras en la mayoría de las regiones, la invasión rusa de Ucrania y la persistencia de la pandemia de COVID-19 inciden notablemente en las perspectivas”, de acuerdo con el documento “Afrontar la crisis del costo de la vida” elaborado por el FMI.

Georgieva explica que en menos de tres años “no hemos hecho sino afrontar un shock tras otro” primero la COVID, luego la invasión rusa y las catástrofes climáticas.

“Estos shocks han infligido un daño inconmensurable a la vida de las personas. Su efecto conjunto impulsa el incremento de precios a escala mundial, en especial de los alimentos y la energía y provoca una crisis del costo de vida. Lidiar con estos shocks es más difícil a causa de la fragmentación geopolítica”, insiste la directiva.

Hay, advierte Georgieva, una transformación radical de la economía global desde la esfera de un mundo “relativamente previsible” a otro más frágil con “más incertidumbre, mayor volatilidad económica, confrontaciones geopolíticas y desastres naturales” en suma, una menor estabilidad.

En la cita anual de otoño –de ambos organismos– celebrada en Washington (10 al 17 de octubre) ha quedado muy claro que antes de la invasión la perspectiva del PIB mundial orbitaba sobre todo en el comportamiento de la inflación; a inicios de enero se hablaba de resiliencia y de las vacunas antiCOVID de nueva generación, con la esperanza de que la OMS declarase el final de la pandemia. No se preveía una guerra convencional.

A principio de año, ambos organismos coincidieron que el rebote económico de 2021 (PIB mundial creció 6%) entraría en una etapa de crecimientos más estables. En enero, el crecimiento global tenía las siguientes previsiones: del 4,3% según el Banco Mundial; 4,5% en apuntes de la OCDE y 4,9% para los analistas del FMI.

Para la economía estadounidense, la OCDE anticipaba un PIB del 3,7%; del 4,2% el Banco Mundial y de hasta el 5,2% de acuerdo con el FMI basado en los efectos de los planes de estímulos y de infraestructura por 1,2 billones de dólares. Para la eurozona, las proyecciones hablaban del 4,3% según el FMI y la OCDE; y del 4,4% de acuerdo con el Banco Mundial.

La guerra de Putin ha dado al traste con todo y ni la OMS, tampoco levantó la declaración de pandemia. El año que concluirá en un par de meses ha diluido las esperanzas de muchas personas.

Georgieva habla de una compleja combinación negativa: “De 2021 a 2022, la economía global pasó de una crisis como ninguna otra con la pandemia, a otro shock sin precedentes con la guerra”.

Con estas nuevas condiciones, el FMI vuelve a corregir a la baja sus previsiones de crecimiento para 2022: el PIB mundial en 3,2% y una inflación mundial del 8,8% significan una peligrosa estanflación porque el crecimiento económico es marginal y en algunos países entrará en terreno negativo pero la inflación estará por encima –uno o dos dígitos– del PIB.

Para 2023, el FMI estima un PIB mundial del 2,7% con una inflación promedio del 6,5% y el epicentro de la contracción estará en las economías avanzadas.

“Enfrentamos grandes desafíos: aumento de los riesgos de recesión, crisis del costo de vida, crisis alimentaria, guerra de Rusia en Ucrania. Los legisladores necesitan mano firme para evitar errores”, remarca Georgieva.

Desde hace algunos meses, los bancos centrales de muchos países han salido de su zona de confort de tasas cero o de bajos niveles como estrategia para fomentar la recuperación económica en la última década.

El enemigo para vencer es la inflación. Los bancos centrales están elevando sus tasas de interés aplicando una política monetaria ortodoxa con la finalidad de enfriar la economía a través de contraer el consumo y el crédito.

La elevación de tasas de interés es una especie de ruleta rusa. Así lo ha expresado en su cuenta de Twitter Georgieva refiriendo que: “A medida que los bancos centrales de todo el mundo han aumentado las tasas de interés para frenar las presiones inflacionarias, las condiciones financieras se han endurecido y los riesgos para la estabilidad financiera han aumentado sustancialmente”.

Tampoco Malpass esconde su inquietud. En una entrevista para la cadena CNBC reconoció que “estamos en el punto de tener que preocuparnos” de que haya una recesión mundial en 2023 en la trayectoria actual.

El titular del BM alertó que en la medida que las condiciones económicas empeoren habrá una presión adicional en la pobreza y en personas más vulnerables. Muchos negocios corren el riesgo de desaparecer.

Ya con la pandemia se habían alterado las cadenas de suministro en varias materias primas no solo necesarias para el sector primario de la producción e igualmente hay bienes intermedios que no llegan con la celeridad acostumbrada, lo que afecta a sectores torales como la industria automotriz.

El mercado laboral no termina de recuperar del todo los niveles de empleo y de ocupación prepandemia. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimaba la destrucción de empleos cercana a los 125 millones de puestos perdidos.

Mercados descuentan la crisis

Mientras el pasado 11 de octubre, Georgieva anunciaba el empeoramiento del crecimiento mundial, la cotización del euro respecto al peso seguía desplomándose; ese día, para comprar un euro eran necesarios 19 pesos con 49 centavos y en febrero pasado, había que poner 26 pesos. La debilidad de la moneda única europea es síntoma evidente de que Europa es el epicentro de la actual crisis económica, primero por culpa de la invasión rusa a Ucrania y segundo, por las catastróficas consecuencias de un histórico cúmulo de sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados europeos y asiáticos a Rusia.

Con cada peldaño escalado y una Europa enfurecida apoyando con equipo militar, armas e inteligencia militar al Gobierno de Volodímir Zelenski, la contrarrespuesta rusa ha venido –tal y como se esperaba- dando en la diana de la debilidad europea: su enorme dependencia energética sobre todo al gas y al petróleo rusos también a los granos y cereales ucranios y rusos.

En los prolegómenos del largo invierno europeo, Putin juega su baza y querrá castigar a los europeos dejando que se congelen y mueran de hambre sin tener gas, ni electricidad. La misma estrategia de siempre, ya la aplicó Hitler y sus tropas nazis, cuando intentaron tomar Stalingrado en ese sangriento asedio de hambre y frío que culminó el 2 de febrero de 1943.

Y mientras se mira con incertidumbre (y temor) la llegada del invierno, la economía mundial se enfría no por el invierno, sino por la invasión convertida en una guerra de intereses geopolíticos y geoeconómicos un juego de fuerzas entre el Kremlin y la Casa Blanca. Ya nadie sabe bien cómo terminarla, ni cómo terminará.

En su más reciente reajuste del FMI, al menos un tercio de las economías del mundo entrarán en recesión, una mayoría de éstas tendrán graves problemas de crecimientos marginales o en terreno negativo frente a inflaciones de uno o dos dígitos.

La estanflación es uno de los desórdenes económicos más dañinos para la fuerza laboral y para el tejido social porque es un destructor del ingreso y del bienestar.  Es un caníbal del poder adquisitivo y obliga a los bancos centrales a subir tasas en espiral intentando frenar al monstruo y la consecuencia, a la vuelta de la esquina, es una crisis financiera con bancos quebrando, familias perdiendo sus hipotecas y sus casas, fusiones financieras, corralitos y salvamentos gubernamentales. La destrucción.

En 2023, habrá que tomarse una serie de medidas de política económica, monetaria y fiscal para suavizar la caída y aguantar la duración de la guerra, que los propios mercados ya han empezado a descontar.

La eurozona tendrá un crecimiento marginal del 0,5% pero dos economías muy importantes entrarán en recesión como son Alemania, la locomotora europea, estaría cayendo un 0,3% e Italia, su PIB, lo haría un 0,2%.

Las economías emergentes estarán en mejor situación tanto en 2022 como en 2023: si en 2022 las economías avanzadas crecerán de media el 2,4% y un 1,1% en 2023, las economías emergentes tendrían un PIB promedio del 3,7% este año y el próximo, también del 3,7%.

Mientras, Washington empecinado en tirar a Putin a través de toda la presión de las sanciones y de la ayuda militar a Ucrania solo crecerá este año 1,6% y en 2023, un 1%; la economía china lo hará el 3,2% en 2022 y el 4,4% en 2023. El más envidiado será India, con un PIB estimado del 6,8% en 2022 y del 6,1% en 2023 y dentro de América Latina, México crecerá un 2,1% este año y se espera un PIB del 1,2% el próximo año muy en línea con la economía norteamericana.

¿Qué pasará con la economía rusa? Más de ocho rondas durísimas de sanciones de todo tipo han sido impuestas por Washington y sus aliados intentando aislar a Rusia. Sin embargo, la economía rusa estaría cayendo un 3,4% en 2002 y un 2,3% el próximo año; prueba de que el castigo ha sido más duro para Estados Unidos y sobre todo para la eurozona que para la propia Rusia.

Las sanciones han sido un fiasco. No solo en febrero los líderes europeos decidieron tirarse un tiro en el pie, sino que varios meses después, el tiro ya se ha resentido en la otra pierna y ha dejado coja a la economía europea rumbo a una recesión con los europeos tronándose los dedos con la incertidumbre de abrigo.

Se habla poco de paz y mucho de armas. En una reunión telemática extraordinaria del G7, con la UE y el presidente Zelenski, los líderes convocados advirtieron a Putin que rendirá cuentas y acordaron otros envíos de armamento. Washington dijo que dará a Ucrania sistemas de defensa antiaéreos Nasams y Alemania, equipos antiaéreos IRIS-T.

Mientras un grupo de líderes occidentales siguen confrontándose a Putin envalentonados armando a Ucrania para defenderse del invasor, la gente en Europa está muy nerviosa por su futuro inmediato. Por lo pronto, por el largo invierno incierto en cuanto a los suministros de gas, de luz, de calefacción que ya se pagan a precios de oro. No solo se congela la economía también las esperanzas… la recesión significa hambre.

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