Opinión

Una serpiente de verano que se llama Ejército Europeo

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No lo duden. El Ejército Europeo es el nombre de una especie de serpiente de verano ‒en este caso de índole política‒, que de vez en cuando levanta la cabeza de su escondite, para poco después volver a enterrarse bajo tierra y pasar desapercibida durante otro largo tiempo, meses o incluso años. 

La ocasión propiciatoria que la ha hecho abandonar su reposo estival es bien conocida. Surge con ocasión de una grave crisis internacional resuelta de forma muy deficiente, en el que el papel de la Unión Europea (UE) ha quedado una vez más en entredicho y en el que Bruselas echa balones fuera alegando que no dispone de una Fuerza Militar de Reacción Rápida y mucho menos de un Ejército Europeo. 

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En este caso, el desencadenante ha sido la anunciada retirada en fecha y hora de las tropas de Estados Unidos de Afganistán, la sorpresiva y rápida captura de Kabul por las milicias talibanes y el férreo cerco de los rebeldes al aeropuerto de la ciudad, para filtrar la salida del país de los cooperantes y de las últimas tropas aliadas.

En definitiva, un inconsciente ¡¡¡sálvese quien pueda!!! en el que Washington tomaba como podía las riendas de la grave situación mientras las instituciones de Bruselas permanecían expectantes. La inacción de la UE ha quedado compensada por el operativo militar aerotransportado de emergencia que varios Gobiernos ‒entre ellos los de Alemania, Francia y España‒ han adoptado para rescatar a los afganos que han colaborado con sus fuerzas.

El desarrollo de los acontecimientos de las pasadas cuatro semanas y la presión de la opinión publica han llevado al Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, el español Josep Borrell, a dar la cara y sacar un viejo conejo de la chistera. Otra vez, la conveniencia de que Europa disponga de una fuerza militar operativa. El Tratado de Lisboa establece una política de defensa común (artículo 42, párrafo 2), aunque también expresa la primacía de la política de defensa de cada nación. 

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Mismos valores, distintos intereses

El asunto de la creación de unas Fuerzas Armadas de la Unión Europea ‒al que en lenguaje coloquial llamamos Ejército Europeo‒, permanecerá solo unos días más en la agenda mediática española y del resto de países del Viejo Continente. Manoseado desde hace muchos años, se ha convertido, repito, en una auténtica serpiente de verano, algo así como el monstruo del lago Ness, cuya silueta algunos parecen adivinar en la niebla o bajo la superficie. Podríamos decir que es como el río Guadiana, cuyas aguas aparecen y desaparecen a lo largo de su cauce.

Los altos mandatarios de Bruselas de antaño ya se manifestaron en público en numerosas ocasiones a favor del Ejército Europeo ¿Recuerdan a Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea entre 2014 y 2019? Fue uno de ellos. En los últimos años se recurre a la proclama de la “autonomía estratégica”, que permitiría a la UE ejecutar operaciones militares en los dominios terrestre, aeronaval, ciber y espacial. Es decir, poder intervenir en las graves crisis internacionales mundiales sin necesidad de recurrir a la ayuda militar o al apoyo logístico del tío Sam. Es la versión del siglo XXI de la autarquía, ser autosuficientes, bastarse con los recursos propios ¿Es posible? Lo dudo. 

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Los sucesivos presidentes de la República francesa ‒incluido Emmanuel Macron‒ son paladines de la creación de unas Fuerzas Armadas europeas. La saliente canciller alemana Ángela Merkel también ha puesto su importante granito de arena en el mismo sentido. Otros líderes políticos europeos lo apoyan con mayor o menor énfasis y una nada desdeñable cantidad de gobernantes del Viejo Continente dicen que si con la boca pequeña. Pero hay quienes permanecen mudos o balbucean un “ya veremos”.

La cuestión continuará siendo tratada durante los próximos días en el Parlamento Europeo, en innumerables ‘think tanks’ y en una gran cantidad de foros e instituciones académicas globales. Pero dentro de poco tiempo, el Ejército Europeo quedará de nuevo soterrado, hasta que surja una nueva crisis internacional que lo haga salir de nuevo a la superficie. Como ya ha ocurrido una vez, y otra, y otra más. Es posible que se constituya alguna nueva organización militar, que se añadirá a las ya existentes, incluso una Fuerza de Reacción Rápida de unos 5.000 efectivos. Pero las cuestiones clave seguirán sin solventar ¿Cuáles son?

El problema principal se reduce a que los 27 Estados que conforman la Unión Europea comparten valores… pero no intereses. En muchos casos esos intereses de carácter geoestratégico, industrial, económico, político y un largo etcétera son coincidentes o semejantes. Pero en demasiados aspectos son muy diferentes, divergentes e incluso contrarios o radicalmente opuestos. Esa es una de las claves que hasta la fecha ha impedido pasar de las bonitas palabras a la constitución de unas Fuerzas Armadas europeas. 

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En Bruselas sabían lo que estaba pasando

Entre los innumerables puntos que hay que resolver hay tres de gran calado. Uno es la gobernanza de esas Fuerzas militares ¿Qué órgano político sería el Mando Supremo que debía controlar al Ejército Europeo? Las decisiones para enviar tropas e intervenir militarmente en un escenario de conflicto o crisis ¿tendrían que contar con el visto bueno de los 27 jefes de Estado o de Gobierno?

Un segundo asunto de gran trascendencia es el grado de integración de las unidades militares de los distintos países. ¿Hasta qué nivel operativo resulta eficiente? Es evidente que la pertenencia del Reino Unido a la UE era un serio freno para avanzar en numerosos aspectos legislativos de la integración europea y mucho más en el plano militar. Pero en breve se verá si era Londres la que planteaba los mayores obstáculos. Ahora, sin los palos a las ruedas de los británicos, los máximos mandatarios políticos de Bruselas y de los países miembros de la UE deberían ser coherentes y traducir en hechos las palabras de sus grandes discursos. 

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Una de las grandes medidas asociadas a esa búsqueda de la autonomía estratégica pasa por conseguir la normalización, estandarización o al menos la interoperabilidad de los sistemas de armas que utilizan las fuerzas terrestres, navales y aéreas de los Estados miembros, para desarrollar operaciones militares conjuntas en cualquier escenario del mundo. Los grandes beneficiarios serían las naciones con un mayor y potente tejido de I+D+i e industrial dedicado a la defensa. Y esos países son eminentemente tres: Francia, Alemania e Italia, precisamente los que hacen repicar las campañas del Ejército Europeo.

Pero la UE no está falta de instituciones de planificación militar. Cuenta con un Comité Militar, que desde noviembre de 2018 preside el general italiano Claudio Graziano, que antes de ocupar ese cargo fue el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Italia, el equivalente al JEMAD español. Máximo órgano militar de Bruselas reúne a los jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de los países miembros y asesora y hace recomendaciones sobre todos los asuntos militares al Comité Político y de Seguridad, el órgano permanente dependiente de Josep Borrell que tiene encomendado el seguimiento continuo de la situación internacional y su evolución. 

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Cuenta con un Estado Mayor y otros órganos especializados que le apoyan. Uno de ellos es el Centro de Satélites, situado en la base aérea de Torrejón, repleto de analistas de imágenes satelitales, que han podido seguir de forma directa y precisa todo lo que acontecía en las pasadas semanas en Kabul, su aeropuerto y en todo Afganistán. Eso significa que la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el Alto Comisario Josep Borrell estaban puntualmente informados de lo que ocurría.