Una victoria imposible

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Son ya casi ocho meses de conflicto cuya evolución ha sorprendido a propios y extraños. Es más, me atrevería a decir que ninguno de ambos contendientes, ni aquellos que tomaron decidido partido por Ucrania apoyándola con armamento y todo tipo de medios pensaron jamás en un escenario como el actual. Escenario que, sorprendentemente parece haberse vuelto peligrosamente demasiado favorable para el país invadido.

No es nuestra intención realizar un recorrido por todo lo sucedido desde febrero, pues mucho se ha escrito sobre ello y mucho más se va a escribir durante los próximos años.

Pero a modo de resumen podemos decir que, a pesar de la muerte, destrucción y conmoción causadas, el ejército ruso ha demostrado unas capacidades en todos los órdenes (táctico, técnico etc.) muy por debajo de lo que habría sido de esperar. Esto nos lleva a plantearnos una primera pregunta: ¿realmente esta situación era desconocida para la alta dirección militar y la política? Porque desde luego para los jefes de las diferentes unidades es literalmente imposible que fuera así. ¿O efectivamente la conocían, pero no se pusieron los medios para paliar y subsanar la situación?

Bien sea la acertada una u otra suposición, la realidad es que durante años Rusia ha sido capaz de vender exactamente lo contrario, dándose por hecho las temibles capacidades de un ejército que se suponía preparado para enfrentarse a la OTAN.

A la anterior afirmación se ha de añadir una segunda tan evidente como la primera: El ejército ucraniano, si bien ha sorprendido por su magnífico desempeño y la capacidad de adaptarse a una situación de clara inferioridad en todos los órdenes, debe en gran medida el éxito de su resistencia, y especialmente el de sus recientes acciones ofensivas en dos de los frentes, a la ingente ayuda internacional que está recibiendo. No solo en forma de armamento, sino en ayuda humanitaria, económica y de todo tipo. No obstante, se ha de resaltar que incluso antes de comenzar a recibir la ayuda occidental en cantidades apreciables, las fuerzas armadas ucranianas fueron capaces de plantar cara al invasor y de frenarlo causándole enormes bajas y daños.

A estas alturas del conflicto podemos identificar dos factores que, sin lugar a dudas, igualan o, mejor dicho, afectan por igual a ambos contendientes: uno es el cansancio. Ocho meses de guerra supone un desgaste enorme, no solo físico y psicológico de los combatientes, sino para la vida del país. El otro es el ingente número de bajas. Este dato, si bien no es mas que una estimación, y por ello no daremos una cifra concreta, es uno de los secretos mejor guardados por ambos países, uno lo hace para mantener la moral de los suyos y el otro para ocultar el desastre de la operación. Pero de lo que no cabe duda es de que en ambos bandos puede recibir el calificativo de tremendo.

Atendiendo al título que encabeza estas líneas: “Una victoria imposible”, puede haber quien se pregunte cuál es la base de esta afirmación.

Para ello, en primer lugar, hemos de tratar de definir qué entiende cada una de las partes por una victoria.

Para Rusia, ateniéndonos a las declaraciones de sus dirigentes, y a pesar de que con el transcurso del tiempo ha ido corrigiendo sus aspiraciones y podríamos decir que, rebajando sus expectativas, podemos considerar que una victoria vendría determinada por lograr el control total de los “oblast” de Lughansk, Donetsk, Jersón y Zapoiriya. De hecho y abstrayéndonos de otras consideraciones, según su marco legal, tras los referéndums celebrados hace poco más de un mes esas cuatro regiones han pasado a formar parte de la Federación Rusa. A ese concepto ruso de victoria podemos añadir otros elementos menos tangibles pero que en un momento dado pueden ser “vendibles” a su opinión pública, como son la “desnazificación”, ahora trasformada en “desatanización”, pero eso no es más que aderezo. Es cierto que en los primeros días de la invasión la victoria incluía la imposición de un gobierno títere en Ucrania, pero eso se volvió un imposible en el mismo momento en que Zelensky se negó a ser evacuado.

Por parte de Ucrania, la visión de una victoria engloba no sólo la recuperación de lo ganado por Rusia desde febrero de este año, sino la expulsión de Rusia de todo el territorio conquistado durante el conflicto de 2014 y de la península de Crimea.

Cualquier observador externo y mínimamente ecuánime que analice la situación y su evolución, llegará a la conclusión de que ninguno de los dos estados finales deseados es posible.

¿Qué es lo que nos lleva a realizar esta afirmación?

Del lado ruso, las carencias en el plano militar han quedado de manifiesto, del mismo modo que su incapacidad para llevar a cabo operaciones conjuntas y complejas. Las carencias materiales de sus fuerzas están confirmadas por el empleo de equipo cada vez más antiguo, la necesidad de acudir a Bielorrusia para adiestrar al personal de nueva incorporación, el empleo de misiles antiaéreos contra objetivos terrestres, la ausencia por incomparecencia de su Fuerza Aérea, incapaz de lograr la superioridad aérea… Y como colofón se debe mencionar la falta en número suficiente y la deficiente calidad de los medios ISR y la necesidad de acudir a terceros países como Irán para adquirir material que en teoría Rusia debería poder fabricar por tecnología y capacidad industrial sin problema alguno.

Capítulo aparte es el relativo al personal. La reciente movilización de trescientos mil hombres, así como el empleo cada vez mayor de mercenarios de la compañía Wagner y las noticias relativas al reclutamiento forzoso de presos son claros indicadores no sólo del enorme número de bajas que ha sufrido Rusia sino de la enorme dificultad de lograr reemplazos para dichas bajas.

Y este es un aspecto muy importante en el que podemos atrevernos a decir que Putin ha jugado su última carta. El mencionado reclutamiento forzoso de presos no hace sino confirmarlo. Una segunda movilización es ya algo imposible e inviable, tanto por el mensaje que trasladaría sobre el devenir de las operaciones como por el impacto social que tendría. La sociedad rusa no aceptaría algo así y los disturbios ocasionados durante la anterior se multiplicarían exponencialmente con consecuencias imprevisibles.

Frente a Rusia, del lado ucraniano, los factores que impiden alcanzar una victoria según sus parámetros son otros. Su lucha, al menos al nivel actual, depende al cien por cien de la ayuda externa. Sin esta, no cabe duda de que Ucrania seguiría peleando, pero su resistencia habría de tomar la forma de una insurgencia, incapaz de llevar a cabo operaciones de gran calado.

Del mismo modo, los sufrimientos de la población civil son paliados en gran medida por la ayuda económica y humanitaria exterior.

Esa dependencia condiciona enormemente la capacidad de decisión de Kiev, pues si se toman decisiones o llevan a cabo acciones más allá de lo que se podría considerar como tolerable o que pudiera provocar una escalada no deseada e incontrolable del conflicto, es seguro que el apoyo cesaría si no en su totalidad si de una manera significativa.

Es obvio que el mensaje que debe trasladar el gobierno ucraniano a sus conciudadanos es el que están lanzando: Ucrania no cesara su lucha hasta recuperar todo lo perdido incluido el Donbás y la península de Crimea. Pero es también evidente que son conscientes de que eso, aunque fuera militarmente posible, que hoy en día con la ayuda recibida no lo es, y además difícilmente sería tolerado por los que ahora son sus mayores aliados y valedores.

Tanto EE. UU. como los países de la UE que están enviando material a Ucrania han reiterado en numerosas ocasiones, ante las peticiones desmesuradas de Kiev, que Ucrania recibirá en cada momento la ayuda que se considere necesaria. Y es por ello que se ha sido muy cauteloso a la hora de enviar material pesado como carros de combate, así como cazas o incluso misiles tierra tierra como los ATACMS.

Una vez visto todo lo anterior nos encontramos con un panorama realmente difícil para ambos. 

Siendo conscientes de que no podrán alcanzar la victoria deseada y ofrecida a sus respectivos pueblos, tanto Moscú como Kiev deben comenzar a dilucidar cuales serian sus mínimos aceptables y cómo habrán de vender esa situación final a su población.

Porque si hay algo que es inapelable es el hecho de que tanto rusos como ucranianos, el día después de finalizar las hostilidades pedirán explicaciones a sus gobiernos de lo sucedido, lo alcanzado y lo perdido. Y a ambos lados de la frontera se plantearán si esa hipotética situación final ha merecido la pena tanto esfuerzo y sufrimiento.

Irónicamente se podría decir que ambos gobiernos están luchando en cierto modo por su supervivencia política.

Ha de decirse en este punto que es del lado ruso donde tendrán más difícil convencer a su sociedad de la necesidad de esta triste y ominosa “aventura”. Pues suceda lo que suceda, el objetivo de alejar las fronteras de la OTAN no sólo no se ha logrado, sino que esta se ha aumentado. Ucrania se ha alejado para siempre de la esfera de influencia rusa, su desarrollo posterior a la guerra será auspiciado por todo el bloque occidental, y sus fuerzas armadas evolucionarán al máximo de las posibilidades del país para asegurarse de que nadie vuelva a tener intenciones similares sobre su territorio. Y sobre todo habrá que añadir el aislamiento internacional, la pervivencia en el tiempo de las sanciones y la dura realidad del número de bajas para obtener…aun no se sabe muy bien qué.

Por parte de Ucrania tampoco será fácil para el actual gobierno “vender” la más que probable pérdida de territorio, o por lo menos la no recuperación de Crimea y seguramente de los territorios ocupados en 2014. En el mejor de los casos podemos vaticinar una vuelta a las fronteras previas a febrero de este año. Convencer a su población de detener la guerra en ese punto será complicado. Como lo será también entonces justificar el enorme sacrificio en vidas humanas y la destrucción de gran parte de las infraestructuras críticas del país para simplemente volver al punto de partida. Aunque en este caso la reacción ante una invasión a gran escala ayudará. No obstante, es más que probable que si se da este escenario el presidente Zelensky pierda el poder.

Entonces, si ninguno de los contendientes puede alcanzar aquello que públicamente manifiesta que son sus objetivos, ¿cuál puede ser el escenario final?

Plantear un escenario en estos momentos no deja de ser atrevido o cuando menos complicado, pues hay numerosos factores externos y totalmente novedosos que pueden abrir caminos hasta ahora inexplorados. Nos referimos evidentemente a la amenaza de empleo por ejemplo de armas nucleares.

No obstante, lo anterior, y considerando que es labor de cualquier analista realizar estos planteamientos y no sólo escudriñar en los hechos ya sucedidos, podemos plantear una opción que en condiciones normales no se alejará mucho de la realidad. Y de un modo u otro el tiempo dará o quitará razones.

Partiendo de la base, como hemos afirmado, de que una victoria es algo imposible tanto para Rusia como para Ucrania, y tomando como elementos de juicio: el agotamiento de ambos países, las consecuencias económicas de la guerra a nivel europeo y mundial, la imposibilidad de mantener los niveles se suministros actuales a Ucrania y la imposibilidad de mantener un conflicto de esta intensidad en el tiempo podemos concluir que el punto de inflexión será la caída de la ciudad de Kherson en manos de Ucrania.

Una vez esto suceda, y teniendo en cuenta la evolución que estamos viendo en el resto de los frentes se podrán sentar la bases para una negociación. Esta finalizará con Rusia manteniendo la península de Crimea, conservando el control sobre la zona ocupada en 2014 o al menos parte de ella y con el aseguramiento de un corredor terrestre que garantice la comunicación por tierra de Crimea con Rusia. La anchura y la forma de gestión de ese corredor serán sin duda alguna uno de los puntos críticos a la hora de negociar.

Habrá quien piense que este resultado no es aceptable por injusto, pues se ha ganado por la fuerza de las armas. Y no le faltará razón. Pero por desgracia, en ocasiones incluso el vencedor moral ha de hacer concesiones dolorosas que le llevarán a ser despreciado e incluso apartado de su posición con tal de minimizar el coste de una guerra, que, si bien para Ucrania es justa, ya dura demasiado.

Y nunca debemos olvidar que, si para alguien esa victoria es imposible, es para los miles de hombres y mujeres que han caído víctimas de una guerra cuyo origen nos recuerda demasiado a tiempos pretéritos. 
 

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