Opinión

Unas elecciones que nos afectan a todos

photo_camera A choice that affects us all

Muchos ciudadanos del mundo desearíamos participar activamente en las elecciones presidenciales norteamericanas por las profundas repercusiones globales que acarrean. Poder votar al líder del mundo libre, cuyas decisiones tienen un impacto decisivo en las vidas de todos nosotros, se antojaría pues como una justa aspiración de futuro. Mientras tanto, bajando a la prosaica realidad, esperaremos con sumo interés el resultado de las inminentes elecciones de mañana, 3 de noviembre.
Dichos comicios, que algunos califican como los más importantes desde las presidenciales de 1860 que llevaron a Abraham Lincoln a la Casa Blanca, tendrán lugar en una coyuntura de preocupante polarización de la sociedad norteamericana, en la que se enfrentan dos visiones de Norteamérica y su papel en el mundo, crecientemente divergentes.

A partir de 3 de noviembre, tras una apasionante noche electoral y el recuento de los votos emitidos por correo, sabremos la dirección que emprenderá el nuevo orden global, si prevalecerá un multilateralismo cooperativo inclusivo y normativo o una multipolaridad competitiva de centros de poder geoestratégicos rivales y hasta hostiles. Sabremos asimismo la suerte que correrán organizaciones internacionales tales como la OMS, la OMC, la Alianza Atlántica, la OSCE, o la ASEAN, entre otras. Sabremos el modelo de gestión internacional de la conectividad, las tecnologías de la comunicación y la información, el ciberespacio y las nuevas tecnologías disruptivas (inteligencia artificial, internet de las cosas, economía del dato). Sabremos, en fin, si podemos contar con una efectiva respuesta coordinada a nivel global de los esfuerzos nacionales desplegados hasta ahora para doblegar la pandemia del coronavirus, que no conoce fronteras y asola el planeta.


Se trata pues de unas elecciones cruciales para nuestra vida cotidiana, individual y colectiva, cuyas consecuencias no dejarán a nadie indiferente, pues a todos nos afectarán. Los norteamericanos son muy conscientes de ello, como demuestran las cifras sin precedentes del voto anticipado (por correo y presencial), que en el momento de escribir estas líneas excede ya los 60 millones de votos, lo que indicaría una muy alta participación del cuerpo electoral norteamericano.
El candidato demócrata Biden ha venido liderando todas las encuestas con una ventaja estable que oscilaría en una horquilla de entre 5 y 10 puntos, encabezando incluso los decisivos “swing States” o “Estados bisagra” claves  (Wisconsin, Michigan y Pennsylvania), y recibiendo el respaldo sostenido de sectores muy significativos de la población: mujeres, afroamericanos y universitarios.

En la misma noche electoral, unos resultados favorables a Biden en los Estados de Arizona, Carolina del Norte o Georgia serían anticipadores de la victoria final de Biden. No obstante, tras el severo correctivo experimentado por las previsiones de las anteriores elecciones del 2016, los expertos demoscópicos señalan la existencia de un más que probable «voto oculto» favorable al presidente Trump, de cuantía difícil de predeterminar pues el número de indecisos es notablemente inferior al de 2016, que podría decantar la balanza finalmente del lado del candidato republicano.
Sea como fuere, cuando hable la gran República norteamericana callará el mundo.

Nicolás Pascual de la Parte. Embajador de España/The Diplomat