Volviendo a los orígenes y a los valores de siempre

cumbre OTAN

Desde que España perdiera el tren de la modernidad y su papel a la vanguardia de las naciones en el Congreso de Viena de 1815 el país no ha desperdiciado ocasión alguna de demostrar su resistencia a la innovación y su apego a las experiencias y valores más obsoletos. A este respecto, daba ciertamente alipori contemplar la manifestación con que los nostálgicos del estalinismo y del totalitarismo comunista, con nada menos que un secretario de Estado, Enrique Santiago, a la cabeza, protestaban contra la cumbre de la OTAN en Madrid. Lemas como “Fuera de Rota, fuera de Morón, fuera los yanquis del Estado español” o “Contra la OTAN y su violencia, ahora y siempre, ¡resistencia! Señores de la guerra, fuera de Madrid”, nos retrotraían a los momentos más tensos de la Guerra Fría, aquellos en que la izquierda europea anatematizaba todos los logros de Occidente mientras glosaba y jaleaba el paraíso igualitario de que se disfrutaba en la Unión Soviética, en sus satélites europeos, en la China de Mao o en la Cuba de los Castro. 

La historia no se detiene, pero la decisiva cumbre de la OTAN en Madrid tiene sin embargo mucho que ver con la resistencia de las potencias totalitarias a aceptar que la principal aspiración de individuos y pueblos es vivir en libertad y en verdaderas democracias, o sea los valores y principios que dieron precisamente origen a la creación en abril de 1949 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, la alianza militar encargada de impedir que Stalin, el dictador soviético de entonces, fagocitara toda Europa. 

Fue precisamente Winston Churchill el que primero advirtiera de las verdaderas intenciones de Stalin cuando en 1946, en un discurso pronunciado en el Westminster College de Fulton, proclamara que “desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de acero. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central y oriental”. 

De los doce países fundadores de entonces se ha pasado a los treinta actuales, entre los que se encuentran los antiguos satélites de la URSS que, tras la dolorosa experiencia de sobrevivir bajo la bota del imperialismo soviético, buscaron en tropel el refugio bajo el paraguas de la OTAN tan pronto como se derrumbó aquel régimen, cuyos crímenes por cierto han sido puestos en pie de triste igualdad con los del nazismo por el Parlamento Europeo. 
Casi nada: libertad y democracia

Además, pues, de la paz y la seguridad que sus miembros buscan en la Alianza Atlántica, sus integrantes asumen los valores fundacionales de la organización, es decir el derecho a que sus ciudadanos desarrollen sus capacidades en plenitud de libertades y en democracia. ¡Casi nada!

Pese a todas sus imperfecciones, ese modelo occidental sigue siendo el imán más poderoso que atrae a gentes de todas las latitudes, cuya máxima aspiración, sean cuales sean las penalidades a arrostrar, es alcanzar el territorio de la Europa libre o de los Estados Unidos y Canadá. Como contraste, valga señalar que la Rusia de Vladímir Putin, a la que la UE y la OTAN no han cesado de ofrecer fórmulas de cooperación e integración, registra una diáspora de más de dos millones de personas desde el comienzo de este 2022. Tal es el cálculo en que los cifra Carmen Claudín, del CIDOB, y sin duda la gran especialista española en Rusia, que estima la repugnancia de los que huyen de Rusia a vivir bajo el régimen de terror reinstaurado por Putin y sus antiguos colegas del KGB. 

Al elaborar el nuevo Concepto Estratégico que ha de regir las misiones de la OTAN en los próximos años es seguro que los jefes de Estado y de Gobierno concentrados en Madrid también recordarán el diagnóstico que el propio Churchill hizo de los rusos en 1945 y que seguramente vale también para este 2022: “Por lo que he visto durante la guerra, estoy convencido de que nada admiran [los rusos] más que la fuerza y nada respetan menos que la debilidad”. 

Si en 2010 el Concepto Estratégico acordado en Lisboa  giraba en torno al terrorismo yihadista y la inestabilidad en Oriente Medio, en el que se rubrique en Madrid, y sin descuidar los anteriores, Rusia estará en el centro de las amenazas, al tiempo que se contemplará a China con la desconfianza que suscitan sus inequívocos movimientos en pos de erigirse en la nueva superpotencia que sustituya a Estados Unidos aunque, como ya advirtiera Tucídides, ello lleve a un choque inevitable entre ambos gigantes, con las inevitables consecuencias para el resto del mundo.  
 

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