Xi Jinping recupera su agenda internacional

arabia-saudi-china-salman-bin-abdulaziz-xi-jinping

Reforzado tras el XX Congreso del Partido Comunista Chino el pasado noviembre y sin nadie que le haga sombra a pesar de las manifestaciones de descontento que le han obligado a suavizar su feroz campaña de Cero-COVID, el presidente Xi Jinping ha recuperado con brío una agenda internacional que había quedado paralizada por la pandemia y por los preparativos del Congreso.

Antes del Congreso había viajado en septiembre a Samarcanda para la reunión del Consejo de Cooperación de Shanghái, que dio la bienvenida a Irán, y allí se encontró con Putin poniendo a prueba su “amistad sin límites” pues fueron evidentes sus discrepancias en relación con la invasión de Ucrania. “Entendemos sus preocupaciones”, resumió Putin.

Ya después del Congreso del Partido Xi Jinping viajó a la reunión en Bali del G-20, un grupo de países que representa el 85% del PIB mundial, donde aprovechó para reunirse personalmente con Joe Biden, entre otros líderes, y dejar claras las líneas rojas de cada uno con objeto de evitar malentendidos en una tensa relación en la que no faltan problemas en torno a Taiwán, derechos humanos, Mar del Sur de China, temas comerciales, exclusión de Huawei del sistema bancario americano, limitaciones a la exportación de semiconductores, problemas con Tik-Tok y un largo etcétera..

Y luego, la semana pasada, Xi ha viajado a Arabia Saudí donde ha celebrado una reunión con los países del Consejo de Cooperación del Golfo y otros árabes, poniendo así de relieve el interés de China por esta región donde cunde la impresión de que Oriente Medio ha perdido importancia para los Estados Unidos y que Washington la abandona a pesar de que cuando Biden fue a Riad en julio pasado dijo alto y claro que “no nos iremos y dejaremos un hueco para que lo llene China, Rusia o Irán... los Estados Unidos no se van a ningún sitio”. Eso dijo Biden tras un tenso encuentro con el príncipe heredero y primer ministro Mohamed bin Salman, pero da la sensación de que por allí no se lo acaban de creer y en todo caso buscan un polialineamiento, si me permiten la palabreja, que les proteja mejor en el mundo bipolar que se nos viene encima a toda velocidad. Aquí el que no corre vuela y Arabia Saudí piensa que lo cortés no debe quitar lo valiente y que China le puede ayudar a proteger mejor sus intereses en ciertos ámbitos, pues no en balde es su principal socio comercial. China ha llegado a importar los últimos meses de Arabia Saudí hasta dos millones de barriles de petróleo diarios, casi un 25% de su producción total.

Pero no es solo el petróleo lo que interesa a Pekín pues una parte importante de ese comercio bilateral está compuesto por las armas, los misiles y los drones que Riad ha utilizado en su guerra contra los hutíes de Yemen cuando ante el desastre humanitario que ese conflicto ha producido, Washington, principal suministrador de armas a Arabia Saudí, le ha puesto problemas para utilizar en ese escenario las que le vende. China no tiene esos escrúpulos y hace ya cinco años que autorizó a Arabia Saudí a fabricar localmente drones chinos para evitar críticas en relación con su uso final. A Estados Unidos le preocupa que el desarrollo de esa relación con China pueda llevar a que este país obtenga permiso para el uso de instalaciones militares en la península arábiga (se habla vagamente de una base naval) pues China y Arabia Saudí ya han hecho maniobras militares y también navales conjuntas y no hay que olvidar que China ya tiene una base naval de Yibuti.

Otro aspecto que debe preocuparnos a todos es el desarrollo de la relación bilateral en lo que se refiere al ámbito nuclear. Riad ya advirtió hace unos años, cuando Donald Trump salió del Acuerdo Nuclear con Irán (conocido en inglés como Joint Comprehensive Plan of Action) que si Teherán desarrollaba una bomba nuclear “nosotros haremos lo mismo tan pronto como podamos”. Hace dos años China ayudó a los saudíes a procesar mineral de uranio local para obtener yellow cake, algo que no tiene por qué tener aplicaciones militares pues se puede utilizar con fines médicos o para producir fertilizantes y de hecho Riad ha negado por el momento tener intenciones armamentísticas. Pero eso puede cambiar deprisa a la luz de lo que ocurra en Irán con el estancamiento de las negociaciones para volver al JCPOA y la decisión de Teherán de enriquecer uranio con sus centrifugadoras por encima de los niveles permitidos por la Agencia onusiana de la Energía Atómica y acercarse así peligrosamente un grado militar. De hecho, el nerviosismo de Riad ha quedado patente unas confusas declaraciones al respecto del ministro saudí de Exteriores el pasado domingo. Arabia Saudí no se va a quedar de brazos cruzados si los iraníes se dotan de armas nucleares, eso está claro. El tema es que ahí los chinos podrían jugar un papel clave como ya hicieron en su día al ayudar a Pakistán a dotarse de armas nucleares cuando la India también lo hizo. Hay una analogía evidente entre Pakistán y su enemigo la India y Arabia Saudí y su enemigo Irán... y en este caso el suministrador de la tecnología necesaria podría ser China que quizás lo haría a través de Pakistán, que es un país muy necesitado de dinero para su maltrecha economía. Esta es otra razón por la que no es deseable en modo alguno que Irán se dote del arma nuclear, porque si lo hace desatará una carrera de armamentos en la región que no es buena para nadie.

Lo que a China interesa en Oriente Medio es el petróleo, el comercio, las infraestructuras y posibles instalaciones militares en la península arábiga a medida que la Ruta de la Seda extiende a otras latitudes unos intereses comerciales y estratégicos que hay que proteger. También busca apoyo en foros internacionales para cuestiones tan importantes para Pekín como el contencioso sobre Taiwán o delicadas cuestiones de derechos humanos, por ejemplo, en relación con los uigures de Xinjiang, que son musulmanes y sobre los que es muy significativo el silencio de Arabia Saudí, cuyo soberano, no hay que olvidarlo, es el Custodio de las Dos Mezquitas.

La referencia en el comunicado final de la visita a que el desarrollo nuclear iraní debe ser pacífico ha sentado mal en Teherán, donde el presidente Raisi se ha apresurado a pedir “compensaciones” a China, sin que por el momento quede claro lo que eso significa pues las relaciones entre China e Irán son buenas. Xi y Raisi se reunieron en Samarcanda el pasado mes septiembre después de Irán ingresara en la Organización de Cooperación de Shanghái que China preside. Y ese es otro flanco que a China le interesa mucho cuidar.

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato