Los resultados de este estudio aportan evidencia al largo debate sobre cómo influyen individuos, instituciones e incentivos en la evolución de la ciencia

¿Avanza la ciencia a golpe de funerales?

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Los resultados de este estudio aportan evidencia al largo debate sobre cómo influyen individuos, instituciones e incentivos en la evolución de la ciencia. Para poder realizar la investigación se utilizan los datos sobre la vida y carrera de científicos de élite que fallecieron prematuramente. Estos datos permiten calcular cómo cambia, tras esta muerte temprana, la producción de conocimiento en sus campos de especialización.

Cinco años después de la muerte de una gran figura científica, sus colaboradores publican en torno al 40% menos. Durante el mismo tiempo, el número de publicaciones de los no colaboradores aumenta un promedio del 8%. Dado que el número de no colaboradores es mucho mayor que el de colaboradores, la actividad de los no colaboradores acaba compensando por completo la menor productividad de los colaboradores, y el efecto aumenta a lo largo de los años. Observamos un comportamiento similar si en vez de publicaciones científicas nos centramos en el destino de la financiación científica: tras la muerte de la eminencia, los científicos ajenos al campo en el que trabajaba el científico fallecido no solo publican con más ímpetu, sino que también reciben más financiación.

Introducción

¿De qué manera la muerte prematura de eminentes investigadores en ciencias de la vida influye en la renovación y el progreso de sus campos de investigación? Mientras las grandes figuras científicas siguen con vida suele ser complicado cuestionar su liderazgo, pero cuando desaparecen prematuramente el campo en el que trabajaban experimenta una evolución en nuevas direcciones que amplían las fronteras del conocimiento. La cantidad de artículos que publican los colaboradores de una figura científica se reduce cuando esta muere, pero la cantidad de artículos publicados por no colaboradores aumenta de modo considerable. Las publicaciones que tienen más impacto son las de personas ajenas a la especialidad concreta del fallecido, que abordan cuestiones esenciales de ese campo, aunque desde otro punto de vista. 

Aunque todavía no se sabe bien cómo funciona, se acepta desde hace mucho tiempo que el proceso de acumulación de conocimiento —es decir, cómo las nuevas investigaciones se cimentan en trabajos anteriores— tiene una importancia capital para el progreso científico y el crecimiento económico. ¿En qué se basan los investigadores al elegir entre diversas maneras de estudiar un determinado problema? ¿La evolución de la ciencia se basa en leyes autónomas o acaso influyen en su dirección individuos, incentivos e instituciones? La pregunta de la evolución de la ciencia ha sido largamente debatida a nivel teórico.

“El triunfo de una nueva verdad científica no se basa en el convencimiento de los adversarios, que les permite ver la luz, sino en que los adversarios acaban muriéndose y surge una nueva generación familiarizada con la nueva verdad” (Max Planck)

Si nos atenemos a una cita famosa de Max Planck, la ciencia avanza, sin lugar a dudas, a golpe de funerales: “El triunfo de una nueva verdad científica no se basa en el convencimiento de los adversarios, que les permite ver la luz, sino en que los adversarios acaban muriéndose y surge una nueva generación familiarizada con la nueva verdad”. La cita de Planck expresa la idea de que las actitudes y creencias de un científico pueden determinar en gran medida el curso de los avances científicos o, por lo menos, retrasarlos. Estas actitudes y creencias serían más fuertes en el caso de los científicos consolidados. 

Sin embargo, apenas hay datos empíricos que refrenden la hipótesis de que los científicos veteranos tarden más en aceptar teorías novedosas que los jóvenes (Hull et al., 1978; Gorham, 1991; Levin et al., 1995). Por ello, creemos que este artículo puede sentar las bases para profundizar en la transmisión del conocimiento a través de generaciones.

1. Los datos

La presente investigación pretende analizar el efecto que tiene la muerte prematura de un científico destacado en la dinámica de los ámbitos de conocimiento a los que contribuyó mientras vivía. Para ello, partimos de una lista de 12.935 científicos de élite en campos de estudio relacionados con las ciencias de la vida en los Estados Unidos. Los respectivos campos han sido delimitados con herramientas construidas para este objetivo. Estos científicos representan una muestra de casi el 5% del total de los científicos de sus especialidades, y son definidos como profesionales de élite sobre la base de criterios como la cantidad de fondos de investigación recibidos, las citas en publicaciones, el número de patentes, la pertenencia a organizaciones prestigiosas y los premios y galardones recibidos. Un aspecto clave en nuestro estudio es identificar cuántos de ellos murieron prematuramente, por lo que usamos información de prensa estadounidense y obituarios académicos. 

A continuación, se han analizado los currículos de los 452 científicos de élite (54 mujeres, 398 hombres) que fallecieron entre 1975 y 2003 antes de retirarse o de acceder a puestos de gestión. Es decir, fallecieron cuando aún estaban plenamente capacitados y activos en la profesión.

Las figuras más destacadas dejan tras de sí un corpus y unos colegas interesados en preservar su legado

Aparte de que es mucho más fácil identificar la causa del fallecimiento de los científicos de élite, comparado con el científico promedio de la profesión, el estudio también se centra en la élite científica porque las figuras más destacadas dejan tras de sí un corpus y unos colegas interesados en preservar su legado, lo cual permite trazar sus itinerarios profesionales con precisión. Lo primordial (y más original) del presente enfoque es que se utiliza el momento del fallecimiento de científicos de élite para calcular en qué medida cambia tras su muerte la producción de conocimiento en sus campos de especialización. 

En definitiva, existen datos suficientes para analizar la trayectoria que los ha llevado desde sus orígenes a situaciones de reconocimiento generalizado. Reconstruir la carrera académica de todos estos científicos nos permite conocer su historial de publicaciones, pudiendo definir las ‘estrellas’ de la investigación. Hay datos sobre historiales laborales, grados y títulos adquiridos, fecha de finalización de sus estudios, el género de los investigadores y los departamentos a los que han pertenecido, además de una lista completa de las publicaciones, las patentes y los fondos de investigación obtenidos anualmente por cada individuo.

Por otra parte, para saber cómo evoluciona un campo concreto, disponemos de la lista de todos los científicos que en algún momento han publicado en los campos de investigación del científico fallecido prematuramente, independientemente de si colaboraban con ellos o no. Definimos un científico o científica colaborador como alguien que aparece como coautor en alguna publicación junto al difunto investigador de élite. De manera similar, no colaboradores son los miembros de la comunidad científica que nunca escribieron un artículo conjunto con el científico fallecido; dentro de esta categoría figuran tanto investigadores que trabajaban en campos científicamente cercanos del investigador de élite como también distantes. 

Para delimitar los campos de investigación se observa que las 452 figuras fallecidas habían publicado 3.074 artículos en los cinco años anteriores a su fallecimiento. Para estos artículos, la semejanza basada en el solapamiento de palabras clave nos ayuda a identificar los artículos más próximos temáticamente. Cada uno de estos 3.074 artículos, junto con los artículos más similares en la bibliografía científica, se sitúa en un campo de investigación. Por ejemplo, el genetista Ira Herskowitz falleció en mayo de 2003. Nuestro algoritmo nos identifica 72 artículos científicos relacionados con el artículo ‘The transcriptional program of sporulation in budding yeast’, publicado por la revista Science en el año 1998 y del que Herskowitz fue el autor principal. Nuestra definición del campo de investigación abarca este artículo y los 72 que adicionalmente identifica nuestro algoritmo como artículos relacionados. Ejemplos de otros campos de investigación son los mecanismos cerebrales que afectan a la percepción del color (Russell L. De Valois) o la patología del tabaquismo y el enfisema (Aaron Janoff).

2. Principales resultados

El análisis demuestra que, al menos en las ciencias de la vida, la muerte prematura de los científicos de élite influye en la dinámica global de la investigación: después de los fallecimientos, los científicos que no colaboraban con los fallecidos se vuelven más visibles en dos dimensiones. Primero, porque presentan publicaciones novedosas con mayor frecuencia en el campo en el que trabajaba la figura fallecida. Segundo, porque este incremento de publicaciones será profusamente citado más adelante, lo que demuestra que son contribuciones e ideas de alto impacto. Observamos que estas figuras emergentes suelen ser científicos que anteriormente no trabajaban sobre el mismo campo, ya que sus artículos de investigación no se encontraban entre los más similares a los escritos por el científico de élite fallecido. Esto nos lleva a pensar que tampoco trabajaban en proyectos o preguntas muy similares.

Los resultados son coherentes con el hecho de que los científicos ajenos a un determinado campo parecen ser reacios a cuestionar la labor de una gran figura que se considera líder en ese entorno, y solamente se adentran en él una vez que han quedado “huérfanos”.

Los colaboradores publican mucho menos, pero esta reducción se ve compensada por las publicaciones de los que no colaboraban con la figura que desaparece del campo

Asimismo, tal como se ve reflejado en el gráfico adjunto, los colaboradores de la gran figura publican menos tras su muerte —en torno al 40% menos después de 5 años—, como ya sabíamos de Azoulay et al. (2010). El resultado novedoso es que el número de publicaciones de los no colaboradores aumentó un promedio del 8% tras 5 años. Dado que el número de no colaboradores es mucho mayor que el de colaboradores, la actividad de los no colaboradores acaba compensando por completo la menor productividad de los colaboradores. No hay indicios de que esta situación sea meramente transitoria, ya que, si acaso, el efecto aumenta a lo largo de los años. Observamos un comportamiento similar si en vez de publicaciones científicas nos centramos en el destino de la financiación científica: tras la muerte de la eminencia, los científicos ajenos al campo en el que trabajaba el científico fallecido no solo publican con más ímpetu, sino que también reciben más financiación.

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En resumen: en tanto que los coautores de una gran figura acusan su pérdida, no puede decirse que los grandes científicos de otro laboratorio o grupo de investigación competidor asuman sin más el liderazgo. Más bien, el impulso parece venir en gran medida de personas relativamente ajenas a ese entorno, no necesariamente consagradas, que parecen estudiar los problemas esenciales de un determinado campo recurriendo a nuevas ideas surgidas en otros ámbitos.

3. Cambios en la dirección intelectual

Además de los cambios en la producción científica, examinados en el apartado anterior, hay otra cuestión de gran interés: ¿producen las aportaciones crecientes de los no colaboradores un auténtico cambio en la dirección intelectual de los artículos publicados? Para analizar esta pregunta se utilizan dos tipos de análisis.

En primer lugar, dentro de un determinado campo de investigación, distinguimos entre aportaciones intelectualmente más y menos cercanas a las preguntas de investigación de ese campo. Lo hacemos basándonos en la distancia semántica entre las palabras clave de cada par de artículos. Los datos muestran que los artículos de temática afín tienen aproximadamente el doble de impacto (medido a través de citas recibidas por trabajos publicados posteriormente) que los de temática más lejana. Por ello concluimos que, a pesar de la muerte de la figura eminente, cuando examinamos las nuevas aportaciones científicas dentro de un campo de investigación, estas continúan analizando los mismos problemas científicos, pero desde otro punto de vista, en general más fresco y novedoso. 

En segundo lugar, se han clasificado en dos grupos los nuevos artículos que aparecen tras la muerte de la eminencia. El primer grupo contiene las publicaciones que citan por lo menos algún trabajo del campo específico de investigación. El segundo contiene publicaciones que solamente citan trabajos ajenos a ese subcampo. Tras la desaparición de una gran figura, solo aumenta la cantidad de artículos del segundo grupo. 

Por otra parte, se aprecia que casi todo el desarrollo del subcampo afectado por la muerte prematura (medido por las publicaciones tras dicha muerte) se puede atribuir a artículos de no colaboradores, que no citan al difunto científico de élite. Además, comparando con los campos que no han experimentado el fallecimiento de un científico de élite, estas nuevas aportaciones parten de obras científicas más recientes.  

4. Barreras a la entrada a un campo de investigación

Entre los científicos fallecidos había pocos editores de publicaciones académicas o integrantes de comisiones que conceden becas de investigación; por ello descartamos la posibilidad de que utilizaran su influencia para determinar quién podía o no publicar el trabajo o recibir ayudas dentro de su campo. Sin embargo, si las barreras que limitan la entrada no proceden del control directo de las figuras eminentes, ¿qué es lo que desincentiva el acceso a los “forasteros”, es decir, a las personas que hasta este momento no habían participado en el campo?

La sombra de Goliat

Cabe la posibilidad de que a los investigadores ajenos al campo los desanime, simplemente, la perspectiva de cuestionar a una figura eminente de la disciplina. Se diría que la sola presencia de un afamado académico basta para desanimar a quienes, desde fuera, pretenden acceder a un campo de investigación concreto. En esos ámbitos, gran parte de las nuevas entradas se producen cuando desaparece una figura especialmente relevante.

Con todo, la capacidad sobresaliente de ese científico puede que no sea el único factor que influya en la entrada (en la no entrada, de hecho) de nuevos investigadores. Por ese motivo, esta investigación analiza también cómo las especificidades de cada campo de investigación en cuanto a coherencia intelectual y social modulan las relaciones entre nuevos y antiguos investigadores y qué papel ejercen los colaboradores de la gran figura fallecida. 

La coherencia intelectual del campo de investigación

Incluso tras la desaparición de un líder en un campo de investigación, puede que no haya incentivos para acceder a ese campo si, desde fuera, se percibe que es un entorno intelectualmente coherente. Entendemos que un entorno se considera intelectualmente coherente cuando los investigadores que en él participan comparten el conjunto de planteamientos, enfoques y metodologías que impulsan dicho campo. En otras palabras, si no hay grandes controversias ni fisuras que permitan la entrada de nuevas teorías con posterioridad a la muerte de la gran figura. Para ahondar en este concepto se proponen dos medidas de coherencia intelectual.

La entrada de nuevas ideas es mucho mayor cuando estamos ante campos de investigación con baja coherencia intelectual o social

El primer índice de coherencia intelectual refleja en qué medida los artículos de un mismo campo usan palabras clave similares entre ellos. Cuanto más se solapan las palabras clave, más coherente es el campo. El segundo índice se sirve de la lista de referencias citadas en cada artículo del campo antes de la muerte de su líder. Cuanto mayor es la proporción de trabajos del propio campo citados en las publicaciones del mismo, más coherente es dicho campo y, por ello, más desincentivados se sienten a entrar en él los investigadores externos.

La coherencia social del campo

Por otra parte, se podría considerar que un campo es socialmente coherente cuando los investigadores que trabajan en su seno colaboran frecuentemente unos con otros, y también cuando revisan mutuamente los textos. Usando un término más coloquial, podríamos hablar de que este campo es endogámico. Con el fin de indagar en estos aspectos se han desarrollado dos hipótesis de coherencia social.

La primera hipótesis es que los campos en los que las grandes figuras han tenido muchos discípulos acogerán peor a los científicos foráneos que aquellos cuyos líderes no formaron a muchos graduados o investigadores postdoctorales. La segunda hipótesis es que los campos que presentan una mayor coherencia social son aquellos en los que es más fácil encontrar coautores.

¿Qué coherencia intelectual y social muestran los datos?

Cuando observamos una alta coherencia intelectual o social en un campo de investigación, los colaboradores más estrechos del investigador fallecido podrían seguir regulando el acceso a dicho campo.  Puede que la presencia de grandes figuras haya sido una fuente de dinamismo mientras estaban vivas, pero la renovación de líderes provenientes de otros ámbitos únicamente se observa en las áreas más dispuestas a respaldar y aceptar ideas frescas y ajenas.

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Los datos demuestran una menor entrada de investigadores foráneos en campos intelectualmente coherentes que han girado en torno a un reducido conjunto de técnicas o ideas. Del mismo modo, la influencia de nuevas ideas y enfoques se ve atenuada en aquellos campos en los que las redes de colaboración son especialmente tupidas. 

Por tanto, podemos concluir que los colaboradores esenciales del investigador fallecido aún pueden regular la entrada en el campo mediante barreras intelectuales y sociales, y las relacionadas con la provisión de recursos.

5. Conclusión

El análisis ha puesto de manifiesto que, una vez que un científico o científica de élite desaparece prematuramente, en su campo se produce una proliferación de los artículos escritos por investigadores que nunca colaboraron con ellos. Aunque no se muestran aquí los datos, las ayudas financieras a la investigación que reciben estos «nuevos actores» aumentan en paralelo a las publicaciones.

Esta proliferación no se debe a una reorganización del liderazgo dentro del campo, sino a la entrada de nuevos científicos ajenos al mismo. En concreto, los datos indican que este incremento de las aportaciones de científicos previamente ajenos al campo se concentra en cuestiones esenciales del mismo, pero incluyendo en mayor medida ideas procedentes de otros entornos a los que el científico fallecido no había contribuido. Esta hibridación intelectual resulta bastante fructífera, ya que los nuevos artículos ofrecen aportaciones relevantes, por lo menos a juzgar por su impacto a largo plazo en cuanto a citas recibidas.

También se han analizado datos sobre los mecanismos que permiten regular la entrada al campo. En general, la entrada de nuevos científicos tras la inesperada muerte de un eminente investigador es de menos impacto allí donde una red de colaboradores compacta es capaz de mantener las barreras de entrada. Es decir, su legado y su influencia se mantienen a través de sus colaboradores cuando el campo está bien cohesionado, ya sea a través de barreras intelectuales o sociales.

Se podría pensar que la pérdida de un científico de élite que había sido capital en un cierto ámbito de investigación sería interpretada por el resto de la comunidad científica como una oportunidad de renovación. Es decir: una vez que el campo de investigación se ha quedado «huérfano», parece razonable pensar que se habrán suavizado las reticencias a considerar e incorporar ideas de vanguardia. No obstante, esto solo ocurre cuando los miembros del campo de investigación están dispuestos a aceptar y a respaldar nuevas ideas.

Aunque se puede constatar que los grandes científicos restringen la entrada de nuevas ideas y nuevos académicos en un ámbito, los esfuerzos de custodia de este campo pueden resultar beneficiosos cuando el campo está aún en sus inicios

En resumen, los resultados del estudio coinciden con lo que expresa la idea de Planck que da título a este texto: la ciencia avanza a golpe de funerales. Sin embargo, las consecuencias en materia de bienestar social son ambivalentes. Aunque se puede constatar que los grandes científicos restringen la entrada de nuevas ideas y nuevos académicos en un ámbito, los esfuerzos de custodia de este campo pueden resultar beneficiosos cuando el campo está aún en sus inicios. Estos esfuerzos podrían también permitir acumular progreso basado en presupuestos y metodologías comunes. En sí misma, la capacidad de controlar la evolución intelectual de un ámbito científico concreto podría ser un acicate que incentive la toma de riesgos en la investigación.

Con todo, el hecho de que la tutela de una gran figura pueda congelar las pautas de participación en un determinado campo científico incrementa el atractivo de las medidas que fomentan el acceso de investigadores noveles o con menos conexión y contactos académicos. Entre esas medidas figuran los topes a la financiación que un único laboratorio puede recibir; la concesión de puntos adicionales a los investigadores que soliciten por primera vez financiación; los procedimientos de revisión basados en el método del doble ciego o la aprobación de premios eméritos que induzcan a los científicos veteranos a reducir sus actividades de laboratorio.

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