Los informes de inteligencia filtrados también revelan la guerra encubierta que dirigió Irán contra Daesh en territorio iraquí

‘IranLeaks’ (I): cómo se controla Irak desde Teherán

AP/HADI MIZBAN - Miembros de las Fuerzas de Movilización Popular Iraquíes (PMF), durante una marcha del Día de Quds en Bagdad, Irak, el viernes 1 de julio de 2016

The Intercept, en colaboración con The New York Times, ha revelado lo que ya se ha denominado como IranLeaks -o los Cables de Irán-, unos informes de inteligencia iraní filtrados que revelan la vasta red de influencia de Teherán en Irak. Este último país lleva inmerso en un proceso revolucionario desde el pasado 1 de octubre, cuando las manifestaciones estallaron por todo el territorio denunciando la corrupción, la inoperancia y la injerencia extranjera, tanto procedente de Irán como de Estados Unidos.

El pueblo exige un cambio radical en el sistema político, que desaloje del poder a la élite gobernamente, encabezada por el primer ministro, Adel Abdul Mahdi, incapaz de solventar el descontento popular. A pesar de la aprobación de medidas urgentes, como la dotación de paquetes financieros para extender la red eléctrica o el fomento de los proyectos de emprendimiento de los jóvenes, la violencia continúa impregnando las arterias de las principales ciudades del país. Más de 300 personas han muerto y 15.000 han resultado heridas.

Manifestantes participan en una protesta antigubernamental en la plaza Tahrir
La pregunta que se plantea, entonces, es ¿cuál es el rol desempeñado por Irán en este escenario?

“La filtración sin precedentes expone la vasta influencia de Teherán en Irak, que detalla años de arduo trabajo de espías iraníes para cooptar a los líderes del país, pagar a los agentes iraquíes que trabajan para que los estadounidenses cambien de bando e infiltrarse en todos los aspectos de la vida política, económica y religiosa de Irak”, exponen los autores de la investigación.

El documento comienza analizando la figura y el papel del comandante de las Fuerzas Quds -el cuerpo de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán-, Qassem Soleimani, quien ha realizado numerosas visitas a Bagdad en las últimas semanas y, sobre todo, durante el periodo activo de las manifestaciones. Uno de sus viajes más recientes consiguió dinamitar la rabia del pueblo iraquí el pasado 3 de noviembre: un grupo de manifestantes prendiendo fuego al consulado iraní de la ciudad de Karbala y reemplazaron la bandera iraní por la nacional. Esto fue, sin duda, la imagen que mejor ilustró el descontento, que ha ido in crescendo a medida que la injerencia de Teherán se hace cada vez más palpable sobre el terreno.

El comandante de las Fuerzas Quds, Qassem Soleimani, de la Guardia Revolucionaria Iraní, asiste a una reunión en Teherán

Las razones de los desplazamientos de Soleimani a Bagdad residen en que “está dirigiendo el programa”, tanto de gobierno, como en el plano económico o en la gestión de las protestas. Así lo denunciaron recientemente fuentes gubernamentales iraquíes citadas por AFP. “Acordaron una forma de tratar con los manifestantes que permita que se mantenga el liderazgo político actual” y, con ello, el statu quo, favorable a los intereses iraníes.

Según explica The Intercept, la estructura de este tablero político, en el que la presencia iraní es fehaciente, proviene del escenario posterior a la invasión estadounidense del año 2003 y la salida de dichos efectivos en el año 2011. “La invasión transformó a Irak en una puerta de entrada para el poder iraní, conectado la geografía de dominio de la República Islámica desde las costas del golfo Pérsico hasta el mar Mediterráneo”, detalla. “Irán ha seguido aprovechando las oportunidades que Estados Unidos le ha brindado en Irak”, continúa, y expone como ejemplo la capacidad iraní para reclutar a exagentes de la CIA que se habían quedado abandonados sobre el terreno tras la retirada de las tropas estadounidenses.

Un manifestante iraquí agita la bandera nacional mientras se intenta asaltar el consulado iraní en la ciudad musulmana chií de Karbala, al sur de la capital de Irak, Bagdad, el 3 de noviembre de 2019

Un caso especial fue el de un oficial de inteligencia militar iraquí, quien se reunió con un homólogo iraní a finales de 2014 en la ciudad de Karbala -la misma donde se ha quemado recientemente el consulado de Teherán-. En el encuentro, el primer funcionario le transmitió al segundo que toda la red de inteligencia de las Fuerzas Armadas iraquíes estaba a su disposición. “Somos chiítas y tenemos un enemigo común”, fue el mensaje exacto, en una referencia al grupo terrorista Daesh, sunita, contra el que el combate se encontraba en su punto álgido y justo cuando la organización yihadista avanzaba imparable sobre el terreno iraquí. 

“Cuando Daesh obtuvo el control del territorio y las ciudades, la vulnerabilidad de los chiítas y el fracaso de Estados Unidos para protegerlos, la Guardia Revolucionaria y Soleimani impulsaron los esfuerzos para reclutar y movilizar a las milicias chiíes leales a Irán”. Fue el caso indiscutible del conglomerado Hashd al-Shaabi o Fuerzas de Movilización Popular (PMF, por sus siglas en inglés), una agrupación paramilitar iraquí pro-iraní formada por 40 milicias, en su mayoría chiíes.

El ayatolá Alí Jamenei; con el clérigo, político y líder de la milicia iraquí chiíta Muqtada al-Sadr; y Qasem Soleimani, teniente general de la Guardia Revolucionaria Iraní y comandante de la Fuerza de Quds, el 10 de septiembre de 2019

Entonces -a finales de 2014-, este grupo emprendió la lucha contra Daesh, al mismo tiempo que Estados Unidos decidió volver a Irak para combatir al grupo terrorista, si bien presentó una condición: la destitución del primer ministro Nouri Kamal al-Maliki, favorable a Irán, que fue reemplazado por Haider al-Abadi, más occidentalista. Sin embargo, Teherán consiguió colocar a numerosos miembros afines tanto en el gabinete de ministros como en cargos menores. “Soleimani, más que nadie, ha empleado las artes oscuras del espionaje y la acción militar encubierta para garantizar que el poder chií siga siendo ascendente”, exponen los autores de la investigación.

Esto fue aprovechado por la Guardia Revolucionaria Iraní, por ejemplo, para utilizar el espacio aéreo de Irak, lo que necesitaba para llegar a territorio sirio en apoyo del régimen de Bachar al-Asad y combatir a los rebeldes respaldados por Estados Unidos. La información que trascendió fue que los aviones iraníes que habían volado a Siria iban cargados bien con suministros humanitarios bien con peregrinos que iban a visitar lugares sagrados.

Manifestantes iraquíes incendiaron neumáticos detrás de los muros que protegen el consulado iraní en la ciudad musulmana chií de Karbala, al sur de la capital de Irak, Bagdad, el 3 de noviembre de 2019

Utilizando la salvaguarda de la lucha contra Daesh, Hashd al-Shaabi también explotó la posibilidad de incrementar su presencia en territorio iraquí. “En todas las áreas donde las PMF entran en acción, los sunitas huyen, abandonan sus hogares y propiedad y prefieren vivir en tiendas de campaña como refugiados o residir en campamentos”, explica The Intercept. Todo esto generó una campaña de retórica anti-Irán, sobre todo entre las poblaciones sunitas iraquíes. Para contrarrestarlo, desde Teherán empezaron a lanzar programas de soft power, basados en la influencia, la atracción y la seducción para ganar “corazones y mentes”, como a través del envío de personal sanitario.

Hoy, Irán está luchando por mantener su hegemonía en Irak, tal como lo hicieron los estadounidenses después de la invasión de 2003. Mientras tanto, los funcionarios iraquíes están cada vez más preocupados de que una provocación en Irak en ambos lados pueda desencadenar una guerra entre los dos países poderosos que compiten por el dominio en su tierra natal”. Con esta idea, los autores concluyen la primera parte de la investigación.

Mapa que muestra las principales ciudades que experimentan protestas antigubernamentales en Irak desde el 1 de octubre
La batalla encubierta de Irán contra Daesh en territorio iraquí

Los informes del Ministerio de Inteligencia y Seguridad de Irán (MOIS) obtenidos por The Intercept, revelan que, en el transcurso de la guerra contra Daesh, “Irán estaba llevando a cabo una campaña paralela y clandestina, espiando las reuniones del grupo terrorista, brindando ayuda encubierta a sus enemigos y trabajando para romper sus alianzas con otras facciones insurgentes”.

En este tablero, Irán, además de lograr atraer a las milicias chiíes -lo que era obvio por asimilación ideológica y religiosa- se enfocó en captar socios sunitas y kurdos, que creían dispuestos a trabajar con Teherán. Esto fue catalizado por el apoyo sobre el terreno que las fuerzas de seguridad iraníes brindaron a los kurdos iraquíes peshmerga, que habían sido entrenados por la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) desde 1988. En suma, cabe recordar que los peshmerga y Washington cooperaron estrechamente para derrocar al gobierno iraquí de Saddam Hussein (2003-2007). “Cuando Daesh atacó a Makhmour, la ayuda iraní llegó primero. Los estadounidenses tardaron uno o dos días más en unirse con el apoyo aéreo”. Si bien esto último fue crucial para vencer al grupo terrorista, los informes de inteligencia evocan cómo algunos oficiales kurdo-iraquíes habían recibido asistencia directa del MOIS.

Un manifestante sostiene una pancarta contra Estados Unidos e Irán durante una protesta antigubernamental cerca de la plaza Tahrir, Bagdad

En este contexto, es necesario recalcar que los tentáculos de Irán también consiguieron penetrar en la estructura de Daesh. Espías iraníes del Ministerio de Inteligencia se reunieron en numerosas ocasiones con activos de la organización yihadista con el objetivo de “desarrollar una imagen operativa” de la amenaza que estaban afrontando. Incluso, un informe filtrado revela una serie de deliberaciones internas que se produjeron en un encuentro en el que estaba presente Abu Bakr al-Baghdadi, el líder del grupo que fue asesinado recientemente en una operación estadounidense en Idlib, Siria. “Para el otoño de 2014, el MOIS estaba vigilando y comunicándose con los insurgentes descontentos, con el objetivo de reconciliarlos con el Gobierno iraquí y volverlos contra Daesh”.

No obstante, en el año 2017, se produjo un fuerte revés para los intereses iraníes. Los kurdos iraquíes aprobaron un referéndum secesionista y se lanzaron a una batalla por la soberanía con el Gobierno central de Bagdad. Ante esta situación, Irán se posicionó a favor del Ejecutivo iraquí y, en consecuencia, los peshmerga volvieron bajo el paraguas estadounidense, lo que escenificó, de nuevo, la polarización entre las dos potencias -Irán y Estados Unidos- en Oriente Medio. 

Una foto publicada en el sitio web oficial del líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, lo muestra durante la graduación de los cadetes militares en Teherán el 30 de octubre de 2019

En este punto, cabe destacar que la región está debilitada: sufre el azote del descontento popular en Irak, Líbano e Irán. Las guerras de Siria y Yemen continúan y Jordania ha sufrido un ataque terrorista recientemente. Así, se dan las condiciones idóneas para el resurgimiento de las organizaciones yihadistas. “La destrucción de Daesh -en pleno periodo de adaptación con el nombramiento de su nuevo líder, Abu Ibrahim al-Hashimi al-Quraysi- también puede ser una victoria transitoria”, alertan desde The Intercept.

El último informe del Analytical Support and Sanctions Monitoring Team de la ONU, publicado el 15 de julio de este año, señala que “Daesh se está adaptando, consolidando y creando las condiciones para un eventual resurgimiento en sus regiones de origen en Irak y la República Árabe Siria”. Su situación financiera -boyante- ayuda: el grupo dispone de entre 50 y 300 millones de dólares en concepto de ingresos del “Califato”. “Si los extremistas regresan, la inteligencia de Estados Unidos e Irán puede encontrarse una vez más en la extraña posición de trabajar juntos tácticamente: dos enemigos alineados por las crisis en Irak que ambos ayudaron a generar, pero ninguno parece capaz de terminar”, concluye el reportaje de investigación.

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