Investigadores de primer nivel se dan cita virtual en Casa Árabe para debatir sobre el impacto y los desafíos a los que se enfrentan los países árabes afectados por la COVID-19

“El coronavirus ha intensificado las crisis que se viven en los países árabes”

REUTERS/MOHAMED AZAKIR - Fotografía de archivo del 20 de octubre de 2019. Vista general de una protesta antigubernamental en el centro de Beirut, Líbano

Las circunstancias excepcionales de los países de Oriente Medio han hecho que la crisis del coronavirus intensifique otras crisis que ya estaban latentes. Esa ha sido la principal conclusión de la mesa ronda de Casa Árabe que se ha celebrado esta semana a través de Youtube y que ha contado con la participación de Haizam Amirah Fernández, investigador senior del Real Instituto el Cano; Julia Choucair Vizoso, investigadora senior asociada también de Elcano; Eduard Soler i Lecha, investigador senior del CIDOB; e Ibrahim Awad, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Americana de El Cairo y con la coordinación de Karim Hauser, de Casa Árabe.

En febrero, el foco de infección estaba en China, pero se desplazó rápidamente a Irán, llegando incluso a las altas esferas del poder iraní como al viceministro de Sanidad. El epicentro en la República Islámica se estableció en la ciudad de Qom y varios países del entorno alertaron de este virus, y suspendieron los vuelos, cerraron las fronteras y cancelaron eventos multitudinarios, incluidos los rezos. 

“La suspensión de las oraciones y aeropuertos como los de Dubái, Qatar, Bahréin… va a suponer una crisis sin precedentes”, señala Hazman Amirah. El investigador senior del Real Instituto Elcano puso de relieve la importancia de tener en cuenta que, además de toda la crisis económica que ya se está notando en los países de la región, se añade la presión demográfica y los problemas en los servicios sanitarios, así como ya la existente presión política en lugares como Beirut, Argel y Bagdad y que la pandemia “puede hacer que esta olla a presión estalle” con unas dimensiones más graves que antes.

¿Dónde está la principal debilidad de los países del mundo árabe ante la crisis de la COVID-19?

Los expertos lo tienen claro: en la situación ya extrema que estaban viviendo la mayoría de estas naciones. “Esta es una crisis de dimensiones múltiples”, asegura Eduard Soles i Lecha.

“Existen diferentes grados de mayor o menor vulnerabilidad. Están los países más expuestos a las economías del sur de Europa, que ahora se han visto fuertemente golpeadas; o los que dependen en su mayor parte del turismo o del envío de las remesas de aquellos ciudadanos que viven en Europa y enviaban dinero a sus familias, pero ahora ya no podrán hacerlo”, señala Julia Choucair.

Además de estas vulnerabilidades que se han acentuado con la crisis del coronavirus, los investigadores ponen en duda que los datos ofrecidos por los gobiernos sean totalmente veraces, por la simple explicación de que tampoco tienen unos medios que les permitan tener un conocimiento profundo y realista de la propagación de la enfermedad. “En el mundo árabe hay dos enfermeras por cada mil habitantes y el gasto en sanidad corresponde al 5% del producto interior bruto (PIB), cuando en la media global son ocho enfermeras por cada mil habitantes y un gasto medio de 10% del PIB”, apunta Choucair.

Tiempo muerto para las protestas

Los gobiernos no pudieron contener las manifestaciones en ciudades como Beirut, Argel o Bagdad. El coronavirus, en cambio, sí ha podido, forzando a las masas a permanecer en sus casas, despejando las calles que llevaban meses llenas de gente protestado contra las élites corruptas, la rigidez del sistema o el deterioro de la situación económica.

“La pandemia llega en un momento en el que Oriente Medio presenta movimientos de gran resistencia y los Gobiernos de Líbano, Argelia e Irak han aprovechado para intentar recuperar la legitimidad que las protestas les habían robado y están repartiendo mascarillas, dinero, etc.”, señala la investigadora Choucair.

Además, “en estos países se puede hablar de ‘securitización’, término que quiere decir que el Gobierno de turno presenta una amenaza para la seguridad del estado -en este caso la COVID-19-, y lo utiliza como excusa para llevar a cabo medidas de mayor control, excepcionales, y que los regímenes autoritarios lo toman como un regalo”, advierte Awad.

Incertidumbre económica

Aunque aún estamos en una fase temprana, donde los casos de contagio no son tan pronunciados como en Estados Unidos o Europa, “esta emergencia sanitaria va a aumentar el malestar general y si a esto sumamos la caída fuerte y pronunciada de la crisis económica, sobre todo, por la bajada histórica en el precio del barril de petróleo, y el turismo, puede hacer que estos países salten por los aires”, asegura Haizam.

Pero no todos los países de la región se verán igual de afectados. Hay que tener en cuenta que los estados que conforman el mundo árabe son muy diferentes. Están los países del Golfo, más desarrollados y con un mejor sistema sanitario, lo que se ha demostrado, ya que, según los datos, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, dos de los países más ricos, han podido realizar pruebas masivas y de esta manera controlar mejor el virus.

Otro asunto que preocupa a los investigadores es cómo va a afectar el confinamiento obligatorio en países donde la mayor parte de la población vive al día y apenas tiene ahorros. “En Egipto, el 80% de la población trabaja en lo que llamamos economía informal”, señala el profesor de la universidad de El Cairo, es decir, en una economía sumergida donde no tienen derecho a un seguro médico y donde se cobra al día. 

“El verdadero desafío lo tendrán los gobiernos para enfrentarse a los precios del petróleo, los hidrocarburos, en una guerra de precios iniciada ya por Arabia Saudí”, apuntan los ponentes.

Cooperación internacional

“Es momento para que la Unión Europea ayude a la zona del sur del Mediterráneo”, sostiene Soler. “La Liga Árabe, como suele ser habitual, brilla por su ausencia; no así en los países de África Central donde la Unión africana sí ha mostrado su cooperación para mitigar los efectos devastadores de esta crisis”, añade.

Una situación sin precedentes en la que se verán unas transformaciones que van a requerir un cambio en las formas de actuar, y puede brindar una oportunidad para negociar un nuevo contrato social, “porque solo la represión no va a servir para mucho”, indica Haizam. “Dependerá mucho del contrato internacional”, señala Awad. Cabe destacar, en esta línea, que la paz social en estas circunstancias adversas peligra con la COVID-19, también en lugares como Siria, Yemen, Libia o Palestina, donde solo agravará aún más la disfuncionalidad de las infraestructuras y el desabastecimiento de bienes.

A pesar de las malas noticias, es verdad que se han visto ciertos acercamientos que parecían imposibles, como el señalado por Soler: “Hamás y el Gobierno israelí han llevado a cabo una mínima colaboración, y en Yemen se ha reducido la intensidad del conflicto”, aunque, no obstante, asegura que la COVID-19 no va a ser el “revulsivo” que ponga fin a estos combates.

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