“En Egipto no hay alternativas políticas que puedan hacer una transición”

Alberto Rubio/The Diplomat in Spain
 
Pie de foto: Nadine Abdalla / Politóloga
 
Más allá de los cambios políticos, la Primavera Árabe trajo cambios sociales que todavía están consolidándose. Nadine Abdalla investiga estos movimientos y plasma sus trabajos en una decena de think-tanks en Europa, América y en el mundo árabe, particularmente en su Egipto natal, donde vivió de cerca la revolución de 2011. La semana pasada estuvo en Madrid, invitada por Casa Árabe.
 
¿Ha cambiado algo en Egipto tras la revolución?
A nivel social se han generado dos dinámicas positivas. La primera son las redes sociales que se han formado. Tienen valores y una identidad colectiva. Quieren construir un nuevo Egipto y pueden ser el embrión de una alternativa política. Pero están fragmentadas y necesitan organizarse.
Otra cosa positiva es que la oposición ha visto que pedía cambios muy radicales y se plantea trabajar en proyectos locales sobre analfabetismo o el reciclado, es decir cosas que afectan a la vida cotidiana de la gente. Ese capital social sobre el que quieren trabajar puede ser en el futuro un capital político.
 
¿No hay cierto desencanto?
La revolución era un sueño para muchos. Hay cierta apatía y la percepción de que los políticos no resuelven los problemas. Hablo de la gente de la calle. De los que han visto su nivel de vida deteriorado o no encuentran trabajo. La sociedad, en general, rechaza la política. Y eso se refleje en los medios, que hablan mucho más de cuestiones sociales.
 
Se fue Mubarak, llegó Sisi, ambos militares. ¿Hay diferencia?
Creo que hay un gran cambio. No estamos viendo el retorno del antiguo régimen, sino la reconfiguración del poder. Pero hay un problema de corrupción y debilidad de las instituciones, y el régimen considera necesaria a la institución militar para manejar la transición y la economía. Otra diferencia con Mubarak es que Sisi tiene popularidad porque tiene relación directa con sectores de la sociedad. Pero ¿será estable esa relación sin un partido político que la canalice?
 
¿Está Egipto preparado para ser una democracia de corte occidental?
Es complicado. Por un lado, el sistema sindical está copado por el estado y es muy poderoso, pero necesita reformas estructurales. Ahora han surgido muchos sindicatos, pero sin organización, experiencia ni financiación. Hay que reformar los sindicatos estatales y promulgar una nueva ley sindical.
A nivel político pasa lo mismo. Los viejos partidos tienen estructura, pero necesitan sangre nueva, mientras que los nuevos tienen bases muy débiles.
 
“No creo que los Hermanos Musulmanes evolucionen hacia propuestas políticas moderadas”
Hay quien defiende que un país árabe no puede adaptarse a una democracia occidental.
No se trata de cultura, sino de estructura. En los países europeos, las estructuras permiten que funcione. En Polonia, Solidaridad hizo posible el cambio. En España, había estructuras políticas. El problema es que en Egipto no hay esas estructuras ni una verdadera alternativa política.
 
Allí están los Hermanos Musulmanes.
Sí, ellos tienen organización pero sus propuestas políticas son erróneas. En Egipto, las opciones políticas siempre han sido extremas, no hay opciones moderadas, como alternativa política, que puedan hacer la transición.
 
¿Ve a los Hermanos evolucionando hacia el equivalente de la Democracia Cristiana?
No lo creo. Tuvieron la oportunidad, pero se equivocaron. Para ser como la Democracia Cristiana, deberían moderarse, estar dispuestos a compromisos con otros partidos y cambiar sus visiones sobre las mujeres o la religión.
 
¿Qué necesita Egipto para avanzar hacia la democracia?
Desarrollar la educación, la sanidad… En Egipto hay un 40% de analfabetismo y pobreza, no hay una clase media fuerte. La educación es básica para avanzar hacia la democracia. Pero el Gobierno ahora tiene dos objetivos fundamentales: seguridad y economía.

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