África fortalece sus comités éticos

Al servicio del individuo y de la comunidad

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El principal objetivo de la ética en la investigación de la salud es el respeto al ser humano y su entorno, y en eso se aplican los comités éticos de un grupo de países de África occidental.

Un grupo de expertos de los comités éticos de Senegal y Benín analizaron el pasado mes de mayo en Zaragoza protocolos de investigación y procedimientos. Además, conversaron con científicos y expusieron los avances y desafíos a los que se enfrentan en sus países de origen, donde hace décadas que se trabaja para garantizar la protección de las personas ante los avances científicos. Esta iniciativa forma parte de un proyecto de la Universidad de Zaragoza financiado por la Comisión Europea que se puso en marcha hace tres años.

Este grupo de expertos africanos, que llegaron a la capital aragonesa dispuestos a compartir y aprender desde la experiencia y los planteamientos adaptados a retos socioculturales en constante mutación, participa en un intercambio de información basado en el respeto y el reconocimiento mutuos en el que todas las partes salen beneficiadas: los países africanos, porque avanzan en la normalización de la relación entre ciencia y sociedad, y España, porque necesita mejorar sus recursos para actuar en situaciones de emergencia, como se ha demostrado en la gestión de la COVID-19

¿Qué es la ética de la investigación?

«La ética es un cuestionamiento permanente. Se puede resumir en “cómo hacer para hacerlo bien”. Necesitamos la ciencia, progresar y resolver cuestiones de sanidad pública, pero la investigación debe hacerse en un marco que respete la dignidad humana, la libertad de elección y de participación, con un reparto justo de los beneficios y evaluando los riesgos y beneficios, para que la población no se vea expuesta. La ética es plantearse cómo lograr que la ciencia progrese a la vez que se respeta al ser humano», inicia la conversación en una improvisada mesa redonda Aissatou Touré, farmacéutica y bióloga, vicepresidenta del Comité Nacional de Ética de la Investigación en Salud de Senegal. Fernand Guedou, microbiólogo y epidemiólogo, miembro del Comité Nacional de Ética para la Investigación de la Salud de Benín coincide con el planteamiento de que «la ciencia se ejecute sin hacer daño».

«La ética está en un cruce de caminos en el sentido de que, a menudo, las investigaciones o el desarrollo se producen en un fondo de conflicto entre valores. Hay que determinar la mejor actitud y posición a adoptar para respetar a la persona, porque la investigación está al servicio de la vida, y no al revés. Qué sería de una investigación si, al final, no hay personas que puedan disfrutar de los frutos de la misma», añade el P. Malgoire Ockry, experto en matrimonio y familia y representante religioso del citado comité ético beninés. Junto a él, la antropóloga Amelie Akinshola, con la que también se codea en este organismo, opina que «es una reflexión continua sobre la buena realización del proceso y de los medios utilizados para mejorar la salud de la población».

Annick Quenum, abogada y miembro del Comité de Ética en la Investigación del Instituto de Ciencias Biomédicas Aplicadas de Benín, incide en la necesidad de buscar la protección y seguridad de los pacientes que participan en las investigaciones. «La ética de la investigación permite juntar cierto número de directrices para enmarcar la investigación y evitar al máximo perjuicios sobre las personas». En este sentido, la experta beninesa destacó la forma de preservar la confidencialidad de los datos biológicos en el Biobanco del Sistema de Salud de Aragón, que visitaron los expertos africanos.

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¿Cómo aplicar la ética?

«Una de las principales dificultades es la comprehensión entre los diferentes interlocutores de la investigación, su puesta en marcha, el seguimiento de la misma, las observaciones, las decisiones tomadas por expertos… Hay que preguntarse si lo que hacemos es sobre la base del conocimiento actual y de perspectivas que no perjudican a nuestros interlocutores, por el bien de nuestra comunidad», señala Abib Ndiaye, psicólogo y trabajador social de la División de Investigación del Ministerio de Sanidad y Acción Social de Benín.

En este sentido, los miembros de los comités éticos africanos incidieron en que los valores sociales y culturales sí que son importantes en África y que pueden tener relevancia a la hora de poner en marcha investigaciones científicas, tratamientos experimentales o ensayos clínicos en los que participan individuos a título personal, y para los que se requiere su autorización o consentimiento. «En Occidente se habla de autonomía individual, un concepto que puede traer problemas cuando lo aplicamos a nuestros países, donde la comunidad, y no el individuo, está en primer lugar. Es complejo hacerles comprender que se debe decidir de forma individual y que debe firmarse el consentimiento. Hacemos mucha incidencia para que la población se apropie de ese concepto. El consentimiento en la investigación científica consiste en estar informado de la misma, no firmar porque lo dice la autoridad tradicional. Es un consentimiento individual, informado y libre, aunque para llegar a esa firma se tenga que discutir previamente en comunidad», señala Touré secundada por Ndiaye, quien apunta a la necesidad de «organizar actividades, foros en todos lo sectores, porque las personas deben saber para qué se recogen sus datos».

Pero no todos los retos tienen que ver con la ciudadanía. «Otro problema habitual es que tras recibir el protocolo y obtenerse la autorización para un estudio, no siempre se vuelve al terreno para comprobar que el investigador está garantizando la seguridad de los participantes. Y nosotros no tenemos autonomía financiera para hacerlo», añade -Quenum.

Akinshola argumenta varias dificultades más: «En el comité de ética, los miembros carecen de una buena formación. En los últimos años, el número de protocolos ha aumentado, sobre todo con la covid-19. Hay que reforzar nuestras capacidades para mantener la calidad. Además, es necesaria una coordinación entre el Gobierno y la dirección de investigación, al margen de una mayor sensibilización para que la ética esté presente en la investigación del país».

¿Ciencia europea o africana? 

«¿Es la ciencia europea?», pregunta molesto Ndiaye, respaldado por la complicidad irónica de todos los demás. Y es Touré quien prefiere desarrollar este aspecto: «Se comparten grandes principios, religiones… El respeto de lo humano está en todas partes. Pero ¿cómo hacerlo?, ¿con qué medios? Ahí es posible que haya alguna diferencia. Yo no vengo aquí para descubrir lo que es la ética, porque es en lo que trabajo desde hace 20 años. Aportamos nuestra visión, una perspectiva diferente, porque hay cosas que pueden no tener sentido en nuestro país y deben ser reformuladas… a veces solo cambiando el tiempo verbal al condicional. Así, a la hora de evaluar las actividades que determinan la calidad de vida de los ciudadanos, los criterios que se emplean al preguntar a un europeo, por ejemplo si saca la basura de forma activa o pasea a su perro, no tienen sentido para nosotros, por lo que buscamos otras preguntas».

«La ética es una ciencia universal y depende de cada uno su adaptación, teniendo en cuenta el contexto. La ética es la ciencia más contextual, estamos obligados a estudiar la situación caso por caso. La ética no permite agarrarse a una imagen fija, cada uno debe ser consciente de la realidad para adaptarlo a su contexto», añade Guedou. Y el P. Ockry se centra en el individuo: «Damos un paso adelante cuando se integran los desafíos socioculturales. En África el acercamiento se debe hacer a través del grupo, no de los individuos. El consentimiento es individual, pero en nuestra realidad cultural hay una necesidad de concertación porque las personas viven en comunidad y la decisión de una persona afecta a muchas otras. «También en Occidente se aplica la ética del corazón, la persona enferma que toma una decisión individual apoyada por un círculo de personas, porque necesita compartirlo para decidirse», añade Touré.

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El lugar de los valores

«Me gustaría que en África existiera un sistema de seguridad social, una solidaridad institucional estática a través de las cotizaciones que beneficiaran al enfermo, a los que ya no pueden trabajar. Para nosotros es inconcebible que una persona mayor pase dos o tres meses sin recibir la visita de sus familiares, que sean abandonadas en lugares sin contacto con los suyos. Y en Europa es lo contrario, no debes llamar la atención para no molestar a tus hijos y que no te envíen a la residencia», analiza Touré.

«Incluso la cuestión de los valores es tributaria de una historia de los pueblos, de la dinámica cultural. Europa estuvo marcada por el cartesianismo, cogito ergo sum («pienso, luego existo»), su desarrollo, inevitablemente, lleva a concentrarse en  uno mismo. De otro lado, la dinámica no es de cogito ergo sum sino de cognatus ergo sum («me relaciono, por lo tanto soy»). Pongo un ejemplo sencillo: te invitan a una fiesta. En el contexto europeo, las preguntas son qué había para comer y qué te ha gustado. En el africano, la cuestión es quién estaba allí. Pasamos de qué has comido, personal, a quién estaba allí, relación. Son pequeños elementos culturales que pueden dar grandes resultados en lo ético», explica el P. Ockry. Esta confrontación en los valores permite a Akhinsola añadir un ejemplo más: «Los africanos, por una cuestión de principios, no aceptan la homosexualidad o la transexualidad, hay mucha crítica. Pero en el contexto europeo se asume hablando de libertad, lo que nos lleva a pensar si realmente es una falta de valores».

«¿No es un problema del estatus?  Ser padre de familia ¿qué es?, ¿solo ser el padre de un niño que desde que nace goza del mismo título que el padre?, ¿o es el disfrute de ese derecho?, es una fusión que comprende una corresponsabilidad. El estatus de una persona en Occidente es individual, mientras que para nosotros está definido, descrito y posicionado por su familia o su lugar de procedencia. La realidad social es fundamental para no crear un conflicto, porque la transformación social es cuestión de percepciones, de cómo se leen las cosas. Luego viene el proceso de integración y acomodación», argumenta Ndiaye.

Colaboración UE-CEDEAO

Farah Nabyl es la gestora del proyecto que vincula a los comités éticos de Senegal, Benín y Malí con la Universidad de Zaragoza desde que comenzó, en agosto de 2019, y cuya segunda fase está prevista que concluya a mediados de 2023. Aunque el objetivo es implicar a los 15 países de la CEDEAO, otras naciones africanas ya han empezado a interesarse por los beneficios internos que aporta la «capacitación de los socios, miembros y presidentes de los comités nacionales de ética en la investigación». Se centran en temas como la integración, la implantación transversal de perspectivas de sexo y género en la investigación sanitaria o la evaluación de protocolos de proyectos y ensayos clínicos. Además, pretenden que  todos los países analicen los ensayos clínicos bajo las mismas directrices, herramientas y procedimientos. Otra de las vías de actuación es la evaluación de los proyectos de ensayos clínicos en África occidental con el fin de acelerar la producción de tratamientos y elementos terapéuticos.

«En Senegal hay mucha actividad investigadora, en ensayos clínicos o investigación observacional. El país tiene capacidad para producir fármacos, además de un alto potencial epidémico; en Benín la actividad investigadora es baja, no hay muchos ensayos clínicos, pero tiene potencial para tenerlos; y Malí tiene un alto potencial epidémico, una baja actividad investigadora y un sistema de salud más deficiente que el de los otros dos países», apunta Nabyl para justificar el interés en ellos.

Una de las situaciones que se pretenden remediar es que «la biomedicina ha estado históricamente orientada en la biología de los hombres y ha habido una exclusión de las mujeres en los ensayos clínicos», por lo que es «un imperativo ético la integración de sexo y genero en la investigación». De hecho, Nabyl apunta que la sólida infraestructura de los países africanos que participan en el proyecto permite hacer trasversal el género. «Hay un poco de rechazo, porque lo suelen confundir con la promoción de la homosexualidad, un tabú, criminalizado en los países con los que trabajamos, o con la diversidad sexual en general. Pero, en realidad, lo que se pretende es terminar con la ceguera del género en la investigación, que no reconoce las diferencias de género en, por ejemplo, los ensayos clínicos con medicamentos».

Burocracia y corrupción

Pero las dificultades no terminan ahí. La burocracia y la corrupción son los principales obstáculos a los que se enfrentan los comités de ética en los países de África occidental que intentan ser autónomos, aunque dependen de sus Gobiernos. Samba Cor Sarr, jefe de división en el Ministerio de Salud y Acción Social de Senegal, comparte sus inquietudes porque «el 80 % de los proyectos se inician en el Norte y solo desarrollan una colaboración con el Sur».

Mientras que Aragón recibe entre 500 y 600 protocolos de evaluación al año, en Senegal, con 17 millones de habitantes, apenas llegan al centenar. «Tenemos un único comité ético que se creó en 2001 y no empezó a funcionar hasta ocho años después, cuando se aprobó la ley. El Estado debe apostar por la creación de comités de ética institucionales en las universidades, en centros de investigación, en empresas… La descentralización de los comités es un gran desafío».

Cor Sarr tampoco disimula su asombro después de haber conocido a su paso por Zaragoza a científicos españoles que investigan sin recibir una remuneración económica. «En nuestro país sería imposible. A partir de los impuestos que pagan los senegaleses, el Estado debe proporcionar los medios para avanzar en la ciencia».  

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