Arabia Saudita versus Marruecos: algo más que dos reinos hermanados

Pedro Canales
 
Las relaciones entre el reino wahabita de Arabia Saudita y el reino alauita de Marruecos trascienden lo puramente económico, social, cultural y religioso, que lo incluyen, para situarse en una convergencia histórica de dos dinastías que tienen sus raíces en la historia milenaria del Islam en la península arábiga.
 
Ambas familias reinantes tienen su origen en el Hiyaz, la parte occidental de la península arábiga. La saudí proviene de la tribu beduina Al Saud que tradicionalmente gobernó La Meca; mientras que la dinastía alauita de Marruecos desciende oficialmente del fundador del Islam, Muhammad bin Abdalá al Hachimi al Qoreichi, y llegó al Magreb por los cherifes (descendientes del Profeta Mahoma) instalados en el sureste marroquí de Tafilalet. 
 
No era necesario leer los documentos filtrados por el misterioso hacker que firma Chris Coleman acerca de las relaciones entre los dos reinos para saber que van más allá de lo puramente coyuntural para situarse en una alianza hasta el momento indestructible. 
 
Cuatro días antes del anuncio oficial de la muerte del rey Abdalá, el actual rey que era entonces príncipe Heredero Salman bin Abdulaziz, envió al jefe de los servicios de inteligencia saudíes, Jaled bin Bandar bin Abdulaziz a Fez para trasmitir un mensaje al rey Mohamed VI. Salman le anunció la inminencia del fallecimiento de su hermanastro, ingresado el día anterior en el hospital. Era cuestión de horas o de días. El núcleo principal de la familia real saudí, compuesto por los hijos del fundador Abdulaziz bin Saud aún vivos y en funciones de Estado, y algunos otros príncipes de la tercera generación – los más cercanos al monarca y al heredero al trono -, ya estaban informados. Fuera de Arabia Saudita, trasmitieron la noticia a los reyes de Jordania y Marruecos, Abdalá II  y Mohamed VI respectivamente. 
 
La monarquía marroquí, la más antigua del mundo árabe, posee un peso notable entre la nobleza y realezas árabes, y su apoyo a la monarquía saudí ha permitido  a esta última sortear todo tipo de crisis y mantener su autoridad entre los Árabes y el resto de los musulmanes. 
 
Vínculo entre Irán y Arabia Saudita
Marruecos ha tratado de resolver el conflicto histórico entre suníes y chiíes, simbolizado en el enfrentamiento entre Arabia Saudita e Irán. El anterior soberano alauí, Hassan II, intentó incluso en los años 80 del pasado siglo organizar un gran “concilio musulmán” reuniendo todas las corrientes que se reclaman del Islam, pero fracasó por el escaso interés mostrado por los clérigos chiitas iraníes. 
 
En cuanto a la actual rivalidad entre Irán y los países del Golfo, principalmente Arabia Saudita, Rabat llegó a romper relaciones con Teherán en 2009 para mostrar su alineamiento sin fisuras con Ryadh, confrontada a la presión iraní y al “chantaje” nuclear de Teherán sobre los países del Golfo. Los intentos de Hassan II de atraer la “revolución jomeinista” al campo de la ortodoxia musulmana simplemente fracasaron.
 
El nombramiento por Teherán de un nuevo embajador iraní en Rabat estos días, indica que comenzó el fin de la glaciación de relaciones. El presidente Hassan Ruhani parece querer pasar página al extremismo político-diplomático practicado por su antecesor Mahmud Ahmadineyah. La reanudación de relaciones con Marruecos, es vista como un paso hacia la normalización de relaciones con los países del Golfo, principalmente con Arabia Saudita. 
 
Es igualmente simbólica la declaración del Ayatolah Lotfollah Safi Golpaygani, para quien “la monarquía marroquí posee una ascendencia sagrada para los chiitas”. El reconocimiento implícito de la familia Alauita como cherife, es un paso importante para un futuro concilio islámico, tal como lo pretendía Hassan II.
 
Consultas estratégicas
Arabia Saudita y Marruecos siempre se han informado recíprocamente en las grandes decisiones estratégicas tomadas por uno u otro país. Cuando Hassan II decidió la “Marcha verde” de ocupación del territorio del Sahara occidental tras el retiro del Ejército colonial español en 1975, dos personas en el mundo ya estaban informadas: el Secretario de Estado Henry Kissinger y el rey Jaled bin Abdulaziz, casi recién llegado al trono tras suceder a su hermano Faisal bin Abdulaziz asesinado por un sobrino suyo en una oscura trama palaciega. 
 
Igualmente años más tarde en 1984, cuando Hassan II decidió “fusionar el reino de Marruecos con la Yamahiria libia” para cortar el suministro de armas que Muamar Gadafi otorgaba al Frente Polisario, el rey de Arabia Saudita, Fahd bin Abdulaziz también estuvo debidamente informado. 
 
Otro tanto se puede decir del encuentro en la frontera argelino-marroquí en 1989 del Presidente argelino Chadli Benyedid y el rey Hassan II, previo a la organización de la cumbre magrebí que dio nacimiento a la Unión del Magreb Árabe; el llamado encuentro de Uxda fue apadrinado por el rey saudí Fahd. 
 
Arabia Saudita  nunca dejó de apoyar a Marruecos en la crucial cuestión del Sahara occidental. No solo Ryadh financió el armamento que las Administraciones republicanas estadounidenses suministraron al Reino alauita en su “guerra del desierto” durante los años 80, sino que se volcó y sigue haciéndolo para defender “la causa marroquí” en los foros internacionales restringidos en los que el Reino wahabita participa o lidera, como el G20 o el Consejo de Cooperación del Golfo. 
 
Marruecos y el Consejo de Cooperación del Golfo
Respecto a este último organismo, creado en mayo de 1981 y que reúne a los seis países árabes del Golfo (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Catar, Oman y Kuwait), fue precisamente Ryadh el que decidió en última instancia en la reunión celebrada en marzo de 2014 abrir el CCG a la futura incorporación de Jordania y Marruecos. Ryadh había propuesto extender el CCG a Jordania, por la proximidad geográfica y el papel que juega el reino Hachemita en el conflicto medio-oriental entre Palestina e Israel. Catar, probablemente movido por ambición de protagonismo y cierta rivalidad con Arabia Saudita, propuso incluir igualmente a Marruecos. Tanto el reino hachemita como el alauita fueron invitados a formar parte de una “alianza militar ampliada” de las monarquías árabes, con un Ejército de 300.000 efectivos, unidades especiales y fuerzas de intervención rápidas para hacer frente como bloque a crisis como la de Bahrein, en que la población chiíta – que es la mayoría – se insurgió contra la realeza sunita al calor de la llamada “primavera árabe”.  
 
Consecuencia de esta “alianza militar y de seguridad” entre los reinos árabes, es el envío de contingentes militares marroquíes especializados y de efectivos de inteligencia, tanto para garantizar la seguridad interna como las fronteras de los países del CCG y de Arabia Saudita en particular, con Iraq o Yemen. 
En definitiva, la “apertura” del Consejo de Cooperación del Golfo se saldó también con un “acuerdo de asociación estratégico” que permitió financiar al Reino de Marruecos con unas ayudas cifradas en mil millones de dólares. 
 
La Familia real saudí, el Rey, el príncipe Heredero y algunos otros miembros, poseen en Marruecos residencias lujosas que son verdaderos palacios, en las que pasan tiempos prolongados de reposo. Ambos reyes suelen aprovechar estas largas estancias para ponerse al día respectivamente de los planes mutuos.
 
Los asuntos familiares marroquíes
Durante una de estas estancias en Marruecos en 2004, el difunto rey Abdalá que era entonces príncipe heredero invitó a su residencia en Casablanca al príncipe alauita Mulay Hicham ben Abdalá, primo del rey Mohamed VI. Al parecer el rey saudí quería conocer de primera mano las verdaderas causas del prolongado enfriamiento de relaciones personales entre los dos miembros de la familia alauita. Al mismo tiempo, según ciertos analistas, el soberano saudí quiso llamar la atención del rey de Marruecos, por lo que la agencia de prensa saudí “filtró” a la prensa dicho encuentro. 
 
Algunos círculos del poder, incluidas personas del entorno del rey Mohamed VI, hicieron una interpretación errónea del gesto saudí, atribuyéndole una cuasi injerencia en los asuntos internos de Marruecos; algo que llegó incluso a preocupar a ciertos círculos occidentales. 
 
Le siguió un periodo de enfriamiento notable entre las dos familias reales, sólo restablecido a partir de 2007 con la visita oficial del rey Abdaláh a Marruecos. 
El príncipe marroquí Hicham ben Abdalá mantiene estrechas relaciones con varios miembros de la familia real saudí, en particular con el príncipe Walid, hijo del príncipe Talal bin Abdulaziz hermanastro del actual rey. Mulay Hicham tiene además por parte de su madre Lamia parentesco con el príncipe Walid, ya que las madres de ambos son hermanas, hijas del dirigente nacionalista libanés, Ryad el Solh, gram figura del panarabismo y uno de los fundadores del único Estado multiconfesional árabe, el Líbano, a cuya independencia contribuyó de manera notable. 
 
La invitación a comer hecha por el rey saudí Abdalá bin Abdulaziz a Mulay Hicham, iba destinada única y exclusivamente a lanzar un mensaje a la monarquía alauita: “los asuntos de familia, se resuelven en familia”. Asuntos que curiosamente no han encontrado aún la solución.
 
Una reconciliación deseada por la Familia real saudí y hasta hoy frustrada, ya que las relaciones entre el rey Mohamed VI y su primo Hicham ben Abdalá, se encuentran hoy por hoy en su punto más bajo. Mulay Hicham, que se ha instalado definitivamente en los EEUU con su familia desde 2002,  ha sido excluido de facto de la Familia real alauita, o al menos así lo parece, ya que ni siquiera está en las fotos oficiales.
 
Por lo demás, las inversiones saudíes en Marruecos siguen en alza, y Rabat sabe que siempre podrá contar con la generosidad de sus hermanos de la Península arábiga, en caso de necesidad. 
 
 
 

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