Así son las excursiones a la frontera del espacio que proponen Jeff Bezos y Richard Branson
El magnate norteamericano Jeff Bezos, fundador del gigante del comercio electrónico Amazon, ha elegido el 20 de julio, la fecha en que se cumple el 52 aniversario de la llegada del hombre a la Luna, para convertirse en astronauta y promocionar en persona a escala mundial su sistema de transporte para transportar turistas caprichosos hasta la frontera del espacio ultraterrestre.
En su viaje inaugural de 10 minutos y 10 segundos más allá del límite de la atmósfera terrestre, Jeff Bezos ha hecho realidad el primer vuelo privado al espacio de pasajeros civiles sin contar siquiera con un piloto o astronauta profesional a los mandos de la astronave. “Las expectativas era muy altas pero han sido totalmente superadas”, ha expresado tras regresar a tierra. Para lo que resta de año ha planeado otros dos lanzamientos tripulados y comenzar las excursiones con turistas a partir de 2022.
La totalidad de la misión codificada SN16 del vehículo lanzador Blue Origin, desde antes del despegue hasta después del aterrizaje, ha sido retransmitida en directo. Decenas de cámaras terrestres y aéreas han podido recoger el momento del encendido del motor del cohete a las 15:11, hora peninsular española, las 09:11 horas en las instalaciones de lanzamiento de la compañía en el desierto de Texas. En su parte superior estaba fijada la cápsula New Shepard que, bautizada RSS First Step, ha alcanzado un techo de 107,1 kilómetros de altura.
Aunque partía en segundo lugar en fecha posterior a la de su más directo competidor, Bezos ha superado el techo al que llegó Richard Branson, el creador del Grupo de empresas Virgin. El británico se anticipó al norteamericano y partió rumbo al espacio el 11 de julio con su avión suborbital SpaceShipTwo, junto a un sequito formado por tres directivos de su compañía Virgin Galactic. La experiencia fue un éxito y la aeronave cumplió su trayectoria y condiciones de vuelo según estaba previsto.
Pero, tal y como se sabía de antemano, el vehículo de Branson se quedó a 13.900 metros de rebasar la invisible línea de los 100 kilómetros que su antagonista norteamericano acaba de franquear a los 57 años. Jeff Bezos lo ha protagonizado en compañía de dos invitados y un pasajero de pago. Los convidados a la experiencia han sido su hermano menor Mark, cuatro años más joven que él, al que considera “su mejor amigo y socio”. Y la piloto de aviación jubilada Mary Wallace Funk, que a sus de 82 años es la persona de más edad que ha viajado al espacio.
Una de las mujeres del programa Mercury 13 que nunca tuvieron la oportunidad de convertirse en astronautas, Funk le ha quitado el récord al veterano astronauta John Glenn, que en octubre de 1998 y con 77 años viajó a la Estación Espacial Internacional junto al joven español Pedro Duque, recién cesado en su cargo de ministro de Ciencia e Innovación. Glenn fue el primer astronauta de la NASA en orbitar la Tierra allá por febrero de 1962 a bordo de la cápsula Friendship 7.
El cuarto viajero que ha tenido el privilegio de acompañar a Bezos ha sido Oliver Damien, un adolescente de 18 años. Hijo de un multimillonario holandés, se ha convertido en el más joven de las cerca de 600 personas que hasta la fecha han llegado al espacio. El record de menor edad estaba en poder del soviético German Titov, que a sus 25 años y en agosto de 1961 fue el único tripulante de la astronave espacial Vostok 2. El muchacho neerlandés ha ocupado la cuarta plaza de manera fortuita, porque el millonario anónimo que pagó 28 millones de dólares en una subasta revendió el asiento a la baja… por problemas de agenda.
Las finalidad de las propuestas turísticas espaciales de Jeff Bezos y de Richard Branson son semejantes: liderar el mercado de las excusiones al espacio que anuncia el inmediato futuro. Pero los sistemas de transporte de ambos reyes del marketing para acceder al espacio y regresar a tierra son radicalmente diferentes. El de Bezos está basado en un vehículo lanzador de despegue vertical, en cuya parte superior está acoplada una cápsula tripulada de funcionamiento automático.
La cápsula se separa del cohete a unos 80 kilómetros, rebasa el límite del centenar de kilómetros de altura y describe una trayectoria balística de descenso. Cae por su peso y aterriza sobre las arenas de Texas, amortiguado por tres grandes paracaídas y la acción de un retrocohete que se dispara segundos antes de tocar el suelo.
La apuesta de Richard Branson es muy distinta y se configura alrededor de un avión nodriza, que parte de una pista de despegue en el puerto espacial América (Nuevo México), se eleva y suelta el avión suborbital SpaceShipTwo a unos 14 kilómetros de altura. Su motor cohete hibrido se enciende durante 60 segundos, lo que hace que alcance un techo algo inferior a los 90 kilómetros. Después describe una maniobra de retorno y aterriza planeando en la misma pista.
En relación con la duración de la experiencia, los tiempos también son muy distintos. El vuelo del SpaceShipTwo se prolonga durante unas dos horas desde su despegue fijado bajo el avión nodriza hasta concluir el aterrizaje. La mayor parte de ese tiempo se emplea en el lento ascenso hasta alcanzar el techo idóneo para soltar el avión suborbital. En el caso del vuelo de New Shepard que propone Bezos, es un viaje mucho más corto, en el que el tiempo que media entre despegue y el aterrizaje es de muy poco más de 10 minutos.
Ambos sistemas de transporte hasta la frontera del espacio y regreso en un muy corto periodo de tiempo brindan a sus pasajeros unas experiencias únicas, en las que pueden experimentar la sensación de ingravidez y observar la curvatura de la Tierra durante varios minutos, todo ello sin llegar a orbitar alrededor de la Tierra o ser inquilinos de una estación espacial. Pese a la gran diferencia de la duración del vuelo, los pasajeros de uno y otro vehículo pasan alrededor de 3 a 4 minutos experimentando la sensación de flotar.
El SpaceShipTwo de Branson puede transportar hasta ocho pasajeros, pero dos de ellos son los pilotos que lo gobiernan en su ascenso y efectúan las complejas maniobras de retorno y aterrizaje. En cambio, New Shepard puede embarcar seis personas sin necesidad de pilotos, ya que todo el vuelo desde el despegue hasta el aterrizaje es autónomo y totalmente automatizado.
En ambas iniciativas, aunque las cabinas de pasaje son muy distintas en su configuración, las dos disponen de amplias ventanas panorámicas, en especial New Shepard. Las paredes internas están acolchadas para que los pasajeros puedan disfrutar sin peligro de golpes al elevarse y obtener la sensación de ingravidez, y para admirar las vistas de la Tierra y del cosmos desde las excepcionales alturas que se alcanzan.
Las dos apuestas tecnológicas están basadas en aeronaves completamente reutilizables, lo que redunda en importantes ahorros en costes de sostenimiento, lo que permitirá comercializar los vuelos a precios asequibles. Pero será así para economías familiares sobradas, boyantes y privilegiadas, al menos durante la presente década. Los precios de los pasajes todavía no están fijados, pero se estima que cada billete estará en torno a los 250.000 dólares, como muy poco.
Como rey del marketing que es, en la rueda de prensa tras coronar el éxito, Jeff Bezos ha anunciado la entrega de un premio “Al valor y al Civismo” por valor de 100 millones de dólares, en torno a 85 millones de euros. El galardonado es el chef español José Andrés, en reconocimiento a la labor de la World Central Kitchen, la ONG que dirige el asturiano y que se dedica a proporcionar comida a las personas que en cualquier lugar del mundo se han visto afectados por desastres naturales.