Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, más de 150 combatientes desplegados por Erdogan han fallecido en combate

Asciende el balance de bajas de mercenarios proturcos en Libia

AP/RICARD GARCIA VILANOVA - Combatientes de la unidad Shelba, aliada con el GNA libio, se preparan para el combate en el frente del barrio de Salah al-Din en Trípoli, Libia

La guerra en Libia sigue su curso. A pesar de los llamamientos constantes de Naciones Unidas y de la expansión del COVID-19, las tropas del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) de Fayez Sarraj continúan luchando contra los efectivos del Ejército Nacional Libio (LNA) del mariscal Jalifa Haftar.

Se suceden los muertos en los dos bandos. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR) ha actualizado el balance de bajas correspondiente a los mercenarios que Turquía tiene desplegados en el país norteafricano. Según la entidad con sede en Londres, son ya 151 los combatientes sirios bajo las órdenes de Ankara que han perdido la vida en los enfrentamientos armados en Libia.

En total, se estima que la cifra de estos milicianos enviados por el presidente Recep Tayyip Erdogan a ese territorio asciende a unos 6.000. Muchos de ellos proceden del conflicto sirio, donde ya combatían afiliados a grupos armados cercanos a la órbita del terrorismo yihadista. Además, Turquía lleva meses desplegando soldados profesionales de sus propias Fuerzas Armadas.

Las últimas bajas entre las filas de milicianos proturcos han tenido lugar en las divisiones Al-Muta’sim y Sultán Murad y en las brigadas Suqur al-Shamal, Al-Hamzat y Suleiman Shah.

Los combates se suceden en los alrededores de Trípoli, la capital, aún controlada por el GNA de Sarraj, y de Misrata, una de las principales ciudades portuarias del país. En Trípoli, la línea de frente se sitúa en la localidad de Salah al-Din, algo al sur de la ciudad, y en Al-Ramlah, otro pueblo emplazado cerca del aeropuerto. 

A pesar de que los portavoces del LNA anunciaron hace pocas semanas que sus unidades se encontraban a poco más de dos kilómetros de la sede del poder, parecen haber encontrado más resistencia de la prevista inicialmente.

Libia se encuentra en una situación de conflicto interno ingobernable prácticamente desde la caída de Gadafi en 2011. Este mes de abril, va a cumplirse un año desde que las tensiones se recrudecieron. En abril de 2019, Haftar y los militares rebeldes emprendieron una campaña militar para conquistar todo el territorio del país. Hasta el momento, han podido asentar su sede del poder en Tobruk, al este del país. Controla ya gran parte del territorio -incluidos sus ingentes recursos gasísticos- y cuenta con el apoyo militar, entre otros, de Rusia y Egipto.

Frente a ellos, el GNA, que es la Administración reconocida como legítima por Naciones Unidas, resiste en buena medida gracias al apoyo militar desplegado en los últimos meses por Qatar y, sobre todo, Turquía. Como ha hecho en Siria, Erdogan busca expandir su influencia en la esfera del Mediterráneo oriental para quedarse con los recursos de la zona y propagar su ideario político islamista.

De hecho, una de las razones por las que está apoyando a Trípoli es porque el Gobierno de Sarraj tiene en su seno a los Hermanos Musulmanes. Este movimiento, calificado como grupo terrorista en muchos países, ha contado con el beneplácito y la ayuda de Turquía para desplegar sus actividades.

En efecto, la rama en Libia de la Hermandad ha estado en contacto permanente con el entorno de Erdogan; tanto es así que ha depositado importantes sumas de dinero -de hasta miles de millones de dólares- en bancos turcos cercanos al presidente.

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