Marruecos y Estados Unidos continúan fortaleciendo sus relaciones en todos los ámbitos. Así lo siguen demostrando ambos Estados después de que el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, confirmase a través de su cuenta de Twitter que viajará a Rabat el próximo mes de mayo para presidir la reunión de la Coalición Global contra el Daesh.
Esta coalición, fundada en el 2014 y conformada por más de 80 países y organizaciones internacionales, tiene como fin acabar con el grupo terrorista Daesh a través de operaciones militares, planes de lucha contra la financiación terrorista, control y seguimiento de los combatientes terroristas extranjeros, contrapropaganda y ayuda en la reconstrucción y estabilización de las áreas liberadas.

Blinken apuntó que el Daesh “sigue representando una amenaza” ya que sigue atrayendo “a ciertos sectores de la población” por lo que la coalición debería incluir “iniciativas civiles de desradicalización y estabilización de las áreas liberadas, brindando condiciones y oportunidades sociales y económicas a la población local para hacerlos menos vulnerables”.
El año pasado, durante la reunión anual de la Coalición el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, discutió junto con el resto de los países, formas de mantener la presión sobre los terroristas del Daesh en Iraq, Siria y zonas de África.

A pesar de la eliminación del autoproclamado califato por parte del Daesh en Siria o en Irak, la organización terrorista todavía no se ha erradicado del todo, lo que demuestra que puede resurgir. En esta línea, el pasado febrero, la Coalición Global emitió un comunicado en el que se afirmaba que la organización “sigue resueltamente comprometida con lograr la derrota duradera de ISIS. Los eventos recientes en Siria subrayan tanto el éxito que continuamos teniendo en degradar el liderazgo de Daesh/ISIS como la continua amenaza que el grupo terrorista representa en la región y más allá”. Sin embargo y a pesar de los recientes éxitos estos todavía no son suficientes para su desaparición total y no significa el cese de sus ataques.
Así, el pasado enero el Daesh libró un ataque sorpresa contra la prisión de Al-Sina’a en la ciudad siria de Al-Hasakah, ubicada en el extremo noroeste de Siria. La ofensiva tenía como fin liberar a 3.500 terroristas que se encontraban prisioneros en la cárcel siria, prisión que se encuentra bajo el control de la alianza kurdoárabe de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS).
Este ataque se mantuvo durante una semana hasta que finalmente las FDS consiguieron volver a hacerse con el control de la prisión. De acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, hubo un total de 159 víctimas mortales, entre los que se incluyen a terroristas del Daesh como miembros de las Fuerzas Democráticas.

Asimismo, la operación fue parte de una ofensiva que englobaba tres frentes. Además de la prisión de Al-Sina’a, los yihadistas atacaron un puesto militar ubicada en la gobernación iraquí de Diyala, ejecutando a 11 miembros de las FDS. Con estos nuevos ataques la organización terrorista trató de demostrar que ahora también era capaz de volver a operar de manera conjunta y organizada y no como lobos solitarios. A pesar de estas operaciones, el Daesh no cuenta con la fuerza suficiente para tomar bajo su poder las áreas más pobladas, como si que ocurrió durante la guerra civil siria.
Con la caída de Al-Baghuz, el último reducto del Daesh en Siria, Washington al igual que Moscú asumieron que el Daesh había acabado, en su mayor parte. En esta caída la FDS, creada con el apoyo de Estados Unidos, tuvo un papel destacado. Sin embargo y a pesar de que aun existían pequeños grupos que se encontraban en activo en zonas desérticas, Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, abandonó sus filiales, permitiendo que Turquía invadiese áreas asentadas por la población kurda en zonas como el cantón de Afrín.

No obstante, estas fuerzas siguen ejerciendo labores de control y seguridad en los campos de Al-Hol y Al-Roj, donde se encuentran prisioneros combatientes extranjeros junto con sus mujeres e hijos, pendientes de ser deportados a su país de origen para ser juzgados. De acuerdo con varios informes, los presos provienen de 50 países, pero siguen existiendo terroristas locales, de los que según denuncian los kurdos, continúan esperando ayuda internacional para poder juzgarles.
El Daesh ya cuenta con un nuevo líder. Según anunciaron el pasado febrero, proclamaron a su nuevo califa, Abu al-Hassan al-Hashimi al-Qurashi, que sucedería así a Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi, quien se suicidó al hacer detonar una bomba el pasado 4 de febrero para escapar de la captura de las fuerzas especiales estadounidenses.
Con la proclamación de un nuevo líder la Coalición deberá hacer frente a una nueva etapa de la organización terrorista en un momento en el que esta no ha conseguido evitar un nuevo resurgimiento.

Por otra parte, en Irak y en Siria, tratan de reestablecer un nuevo panorama de estabilización y orden, después de años de guerras y atentados. Por otro lado, Europa encara una situación preocupante después de que el Sahel se haya convertido en un reducto de avisperos yihadistas que amenazan con seguir desestabilizando la seguridad de la región.
Por último, Estados Unidos, a pesar de que ha retirado sus tropas en países como Afganistán, libran operaciones antiterroristas muy especificas dentro del marco de la Coalición de la lucha contra el terrorismo global, aunque su apoyo a las fuerzas locales haya disminuido considerablemente.