El investigador pasó por los micrófonos del programa “De cara al mundo” y analizó la situación de Brasil con la victoria de Lula da Silva en las elecciones presidenciales

Carlos Malamud: “Lula tiene un firme propósito de reforzar la relación con la Unión Europea”

En la última entrega de “De cara al mundo”, en Onda Madrid, contamos con la participación de Carlos Malamud, investigador para América Latina en el Real Instituto Elcano, quien habló sobre la nueva etapa que le espera a Brasil con el nuevo mandato de Lula da Silva y sobre la situación de la izquierda en América Latina

¿Es tan preocupante la división en Brasil? ¿teme usted que puede haber enfrentamientos en las calles que derive en una situación de caos?

Lo que es preocupante es la polarización existente en el país, de eso no hay duda. Los enfrentamientos dialécticos en la campaña y en algunos casos que llegaron a la violencia así lo testifican. Ahora, buena parte de las protestas están remitiendo, los cortes de carreteras ya han terminado prácticamente, en casi todas las autopistas y autovías brasileñas se puede volver a circular con total normalidad y aquellos seguidores de Bolsonaro más firmes o radicales están abandonando las calles donde protestaban contra el supuesto fraude. Fraude, por cierto, inexistente. 

Y a esto se está sumando una serie de señales positivas como por ejemplo la también reseñada visita de la delegación de la colación ganadora encabezada por el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, que es un político de centro derecha, para de alguna manera dar por iniciado el proceso de transición. 

Pero al mismo tiempo otras señales como las declaraciones de un obispo evangélico, Macedo, que en su día fue un firme apoyo de Bolsonaro, que ha dicho que ha llegado el momento de perdonar a Lula para poder iniciar una nueva etapa en el país. Esto no implica que Brasil esté totalmente pacificado, pero sí que se están dando pasos en la buena dirección por lo menos para evitar esos estallidos violentos. 

Ahora bien, esto no implica que, en un futuro, sobre todo a partir del primero de enero que es cuando asuma el nuevo Gobierno, Brasil vaya a ser una balsa, aguas tranquilas. El nuevo Gobierno se va a tener que mover en aguas bastantes turbulentas, teniendo en cuenta que en el parlamento los partidos de derecha y centro derecha controlan el 50% de ambas cámaras y que el poder territorial en buena medida está en manos de partidos de la derecha, no necesariamente los bolsonaristas. El bolsonarismo controla 14 estados, entre ellos, Sao Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro, entre los más importantes. La cosa va a estar complicada y eso va a requerir por parte de Lula y su Gobierno una política de alianzas muy firmes y mucho más amplias desde que aquella coalición prodemocrática que en esta oportunidad le permitió ganar las elecciones.

¿Qué Lula da Silva piensa usted que nos podemos encontrar? El Lula de la primera etapa que, hay que recordar, con su política sacó de la pobreza a muchos millones de brasileños, o un Lula que tras sufrir la cárcel pueda tener algún tipo de revancha o que pueda alinearse con líneas bolivarianas.

En su día, los cuatro gobiernos del Partido Trabajador (PT), inclusive los dos Gobiernos de Lula más los dos de Dilma Rousseff, mostraron una distancia bastante importante respecto al chavismo y a los gobiernos bolivarianos de entonces. Hoy la situación es muy distinta. En la primera década del siglo XXI, estábamos en pleno auge de las materias primas, las exportaciones de commodities suponían insuflar caudales constantes y crecientes de dinero a las arcas públicas con las cuales financiar políticas públicas y esto era el aceite que engrasaba estos gobiernos. Hoy la situación es muy diferente. Las dificultades económicas, comenzando por la inflación hasta los problemas con el abastecimiento en Brasil. Hay más de 30 millones de personas que están pasando hambre y Lula prometió dar respuesta a esta situación. Todo eso hace que Lula tenga que estar mucho más pendiente del frente interno, de los problemas de dentro del país que de dar respuesta a las cuestiones exteriores. Con lo cual, no quiere decir que no lo haga, pero aquél que espera que Lula se convierta de alguna manera en el gran líder de la izquierda latinoamericana me parece que está equivocado. 

Por más que haya intentado captar el voto de muchos electores evangélicos, por más que sea proclamado contrario al aborto y creyente, ni así va a poder hacer milagros y hacer que la izquierda latinoamericana hable con una sola voz. Es una tarea prácticamente imposible. Poner en acuerdo por ejemplo a Daniel Ortega, el dictador nicaragüense, con el presidente Boric de Chile en torno al tema de Ucrania y la vulneración constante de Rusia de los derechos humanos en la región, me parece que es una tarea a la que Lula no va a estar a la altura para poder cumplir.

Los intereses económicos españoles, que son relevantes, ¿tienen por qué preocuparse o ya se ha demostrado con Lula que en este caso esas inversiones se van a respetar y van a poder seguir trabajando como siempre?

En absoluto. Brasil es un país sumamente estable, incluso con Bolsonaro y con todas las dificultades que hubo durante su gestión. La seguridad jurídica, y sobre todo la seguridad jurídica de las inversiones extranjeras no fue comprometida en ningún momento. Ya vimos cómo fueron los cuatro gobiernos del PT en el pasado donde tampoco ocurrió nada similar. Entonces yo no creo que en este momento la situación de la inversión española en Brasil esté comprometida bajo ningún punto de vista en ninguno de los sectores donde está presente, que son muchos. 

Yo creo que Lula tiene un firme propósito de reforzar la relación con la Unión Europea. No va a ser sencilla porque en el trasfondo de todo esto es la ratificación del Tratado de Asociación Unión Europea-Mercosur, algo que es una tarea complicada. Pero las manifestaciones de Lula van en esa dirección. 

En esta corriente de izquierdas que está imperando ahora en América Latina, aunque por supuesto cada país es diferente, quizá la Unión Europea o Estados Unidos tienen algo de responsabilidad y que han estado un tanto despreocupados o que no le han mostrado la atención que merece América Latina en estos momentos, ¿o son ciclos políticos?

El otro día había grandes titulares en la prensa internacional sobre el giro a la izquierda, la nueva ola roja o incluso que las cinco mayores economías latinoamericanas van a estar gobernadas por la izquierda. Esto en principio es así, pero si nos quedamos en eso, entendemos la mitad o menos de lo que está pasando. Si nos fijamos únicamente en el color de la camiseta del presidente, vamos a tener una foto, pero si queremos tener la pantalla completa hay que atender por ejemplo a cómo están compuestos los parlamentos. 

En el caso del parlamento brasileño, la derecha y el centro derecha tienen más o menos el 50% del control de ambas cámaras, del Senado y de la Cámara de Diputados. En Chile o en Colombia pasa otro tanto de lo mismo. La situación parlamentaria complica la gobernabilidad y hace que – este es el segundo punto que hay que tener presente –estos gobiernos teóricamente de izquierdas tengan que pactar con la derecha o el centro derecha.

En el caso de Lula tuvo que llevar de compañero de fórmula a un político claramente alineado con el centro derecha como es Geraldo Alckmin, que proviene del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el partido de Fernando Henrique Cardoso, aunque luego lo dejó, porque si no, no ganaba la elección. Y estas alianzas con la derecha o con el centro derecha se realizan bien antes de la elección, bien en la segunda vuelta o bien después para garantizar la gobernabilidad. Así vemos por ejemplo que Gustavo Petro en Colombia tuvo que formar una alianza parlamentaria con partidos de la política internacional calificados como neoliberales como son el Partido de la U, el Partido Liberal e incluso con el Partido Conservador.

La tercera cuestión, en esa misma línea, es que en buena parte de estas elecciones la identidad del ganador se resolvió en la segunda vuelta, porque la candidatura de izquierdas finalmente triunfadora no obtenía los votos necesarios, y para poder ganar en la segunda vuelta tuvo que hacer esas alianzas, pero también tuvo que recibir una gran cantidad de votos, podríamos decir, prestados. Y estos votos provienen muchas veces de sectores de la población que no quieren bajo ningún concepto un presidente de extrema derecha. Esto es lo que ha ocurrido en Brasil, en Chile y en Colombia. 

Si no tenemos presentes estas cuestiones caemos en el simplismo de decir que está gobernando la izquierda en América Latina como en esos mapas donde prácticamente aparece toda la región teñida de rojo como si fuera la nueva Unión Soviética. Perdemos la posibilidad de entender realmente lo que está pasando en América Latina.

En esto del interés por América Latina, el señor Feijoo ha emprendido una gira por Uruguay, Argentina, Chile y Ecuador. Con lo cual, afortunadamente todavía tenemos políticos que se preocupan en ello. El presidente también estuvo por allí hace escasas semanas. ¿Es necesario que España preste más atención política? 

Es vital. De ahí la trascendencia que espero que tenga la presidencia rotatoria de España en la Unión Europea en el segundo semestre del año próximo, donde ya el Gobierno apuntó que uno de sus objetivos es precisamente volcarse en reforzar la relación birregional, la relación entre la Unión Europea y América Latina. 

Hay muchas expectativas, quizá demasiadas, en lo que pueda apuntar una cumbre entre la Unión Europea y la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que en los últimos años ha sido la estructura fundamental sobre la que se basa esta relación birregional. Pero esta apuesta por América Latina tiene un peso más importante que nunca, sobre todo después de la invasión rusa de Ucrania y de la necesidad de la Unión Europea, pero también de Estados Unidos de reformular sus alianzas. En ese sentido, la proximidad cultural, de valores, lo que siempre se ha argumentado en torno a la cercanía con América Latina, es importante y es fundamental.

China es en buena parte de los países de la región el principal socio comercial. Sin embargo, las inversiones chinas no tienen el peso que tienen las inversiones europeas o estadounidenses, sobre todo. La relación financiera de China con América Latina también hay que ponerla en perspectiva. A esto yo alegaría una cosa más y es que si se completa, como consecuencia de la guerra en Ucrania, la deriva de Rusia a aumentar su dependencia de China, y esto es una posibilidad que cada vez tiene mayor peso, entonces Rusia se convertiría en un gran proveedor de materias primas, de hidrocarburos, de productos energéticos, de minerales y de alimentos a China, entre otras cuestiones por cercanía. Si esto ocurre, el protagonismo de América Latina para la economía china disminuiría de forma considerable, lo cual es algo en lo que los dirigentes latinoamericanos deberían empezar a pensar teniendo en cuenta que Europa sería uno de los relevos naturales de esa presencia china como socio comercial de América Latina.

Coordinador de América: José Antonio Sierra.

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