'China despertó mi pasión por el periodismo y me apartó de la diplomacia'

Alberto Rubio/The Diplomat

Pie de foto: La autora, Georgina Higueras, el día de la presentación de su libro.

Hay una delgada línea que separa el trabajo de diplomáticos y periodistas, sobre todo en el ámbito de la información. Georgina Higueras, que el pasado septiembre presentó el libro “China en mis ojos” del que es coautora, transitó esa frontera entre ambas profesiones durante algún tiempo. Quería ser diplomática y acabó siendo periodista. Hubiera podido ser al revés.

Al principio fue la diplomacia, ¿no?

Sí. Pero para entrar en la Escuela Diplomática necesitaba el título universitario en Derecho o Políticas. Como mi familia no me dejaba hacer Políticas, y Derecho me parecía un rollo, tuve que abandonar mi objetivo. Pude entrar cuando ya llevaba dos años de Periodismo.

¿Era ya tarde?

No. En enero del 79, poco antes de terminar, se me ocurrió hacer un master para mejorar mi formación porque todavía quería ingresar en la Escuela Diplomática. Intenté irme a Canadá, a la Escuela de Relaciones Internacionales, pero me dijeron que tenía que esperar al año siguiente. Era mucho tiempo para mí.

¿Y empezó a pensar en China?

Siempre me atrajo, desde que me regalaron un ejemplar del “I Ching” cuando tenía 15 años. Me pregunté: ¿de qué país no sé nada? De China. No tenía nada que ver con la carrera diplomática, pero me fascinaba.

¿No tiene el “I Ching” algo de diplomático?

Es un libro filosófico y oracular. Lo divertido es que si quieres consultar tu futuro, la contestación será absolutamente china. Sobre esta entrevista nos diría: “En Hui, el rey volverá a su templo ancestral, será conveniente tener un encuentro con el gran hombre…”. ¿Qué significa? No lo sé, deduce tú mismo. Quizá se puede ver como un ejercicio diplomático. (Risas).

El caso es se va a Pekín para hacer un posgrado. ¿Qué recuerda de aquella época?

Que, como no hablaba una palabra de chino, me metieron en el Instituto de Lenguas. Fue un aprendizaje duro, desesperante. Pensé en volver a España, pero antes decidí hacer un viaje por China. El problema es que necesitaba que el jefe del departamento de español me diera un visado para salir de Pekín. Y me llevaba a muerte con él porque pretendía adoctrinarme.

¿Y qué hizo?

Me la jugué. Le dije que mi embajador me había recordado que en España estaba prohibido por la Constitución ir a clase en Navidad. Así que le pedí un visado para irme de viaje. ¡Me miró con una cara!

No me extraña. ¿No llamó al embajador?

Se lo dije, que le llamase. No sé que hubiera pasado si el embajador se entera. El caso es que no llamó, me dio el visado y me fui a recorrer China.

En el 81 volvió a España para preparar el examen de la Escuela Diplomática.

Sí, pero en marzo del 82 llegó la crisis económica y retrasaron la convocatoria. Así que pensé que, con el doble de candidatos, al año siguiente sería imposible aprobar.

Y ahí llegó la oferta de Efe.

Fui la tercera delegada de Efe en China. Y la única que hablaba chino. Acepté dos años de contrato. Recuerdo que el redactor jefe me dijo que me iban a tomar por espía por ser periodista.

Los diplomáticos también tienen esa etiqueta a veces. ¿Qué tal era la relación con ellos?

Me llevaba muy bien con el numero dos de la Embajada francesa. Curiosamente, obtenía más información por él o por otros diplomáticos extranjeros que a través de nuestra propia Embajada, en la que todavía imperaba una mentalidad funcionarial propia del Franquismo.

¿Y con los chinos?

Tenía cenas casi todos los días. Muchas las organizaba yo. Venían el viceministro de Exteriores o funcionarios de Protocolo. También invitaba a los dirigentes de Xinhua y a otros periodistas, japoneses, americanos o británicos, con los que intercambiaba información. Era la única forma de hacerlo en un momento en el que los cambios en China eran tan alucinantes que me despertaron la pasión por el periodismo y acabaron con mi deseo de ser diplomática.

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