Xi Jinping acentúa su liderazgo y reescribe la historia del Partido de los cien años

China, entre el expansionismo y la tentación aislacionista

Communist Party of China

El asentamiento de Xi Jinping en el poder, en puertas de oficializar un inédito tercer mandato, genera tanta seguridad como incertidumbre sobre el camino de futuro que adoptará la República Popular China que se encuentra en una encrucijada inesperada. Su desarrollo económico y potencia internacional, unido a la estabilidad del mando, harían pensar en un horizonte claro. Pero la aparición de la COVID y su difícil control, las grietas surgidas en varios sectores económicos internos, unidos al malestar internacional por su creciente dominio del comercio mundial abren una serie de conjeturas sobre como encarará Pekín su futuro inmediato.  El próximo Congreso quinquenal del todopoderoso Partido Comunista marcará la pauta, con un líder decidido a mantenerse en el poder más allá de lo previsto. ¿Sucumbirá a la tentación totalitaria, volverá China a replegarse sobre si misma? Los síntomas de crisis empiezan a ser claros, las soluciones mucho más complejas. 

Atravesar el sorprendente puente de cristal, joya de la ingeniería china, construido en Hunan la provincia natal de Mao, sobre el Gran Cañón de Zhangjiajie, produce dos tipos de vértigo. Su tablero de vidrio es el más largo (430 metros) y el más ancho (6 metros) del mundo, flotando sobre un desnivel de trescientos metros. Pisarlo y mirar hacia abajo genera enseguida en el paseante un miedo de altura. Pero también da vértigo pensar en las cifras invertidas para acometer una obra de corte faraónico cuyo objetivo es la mera contemplación para el turista. En pleno auge económico y desarrollista de China, este fue un icono de su trasformación y su poderosa tarjeta de visita para asombrar al mundo. ¿Cómo se rentabiliza un proyecto arquitectónico tan arriesgado?  Tras la visita al puente colgante, durante un viaje previo a la pandemia, le pregunté al alcalde-gobernador de la zona cuantos visitantes y cuánto tiempo necesitarían para poder recuperar tal inversión. Sin pestañar respondió que ya estaba pagada. “Solo con el flujo del turismo interno se amortizaba el coste”. Efectivamente había cientos de turistas chinos y apenas un puñado de occidentales. La lección es que China se bastaba por sí misma para rentabilizar su desmesurado gasto, si organizaba adecuadamente sus flujos de viajes turísticos. Situados ya en el universo COVID, se hace más cierta la ecuación de que no hay otra opción que vivir de la economía interior. Y en el caso chino una población de mil trescientos millones hace su economía por comparación con otras mucho más capaz de sustentarse con el aporte del mercado interno. 

Partido Comunista China

¿Esta China ante una opción de replegarse ante varios síntomas económicos que amenazan con su hasta ahora gran crecimiento? Ante la aparición de varios síntomas de crisis económica en grandes corporaciones y la creciente desconfianza internacional, es crucial avistar que posición tomara el Partido y su líder Xi Jinping que enlaza la reciente reunión del Comité Central con la del Congreso del año en puertas para determinar el futuro político y económico de China en los próximos años. Ya tan omnipresente en la vida del país como lo fue Mao, Xi ha dejado en cambio de viajar al exterior. Desde la pandemia no toma un avión. Ni a Davis, ni al G20, ni a la Cumbre del clima. Todo lo más apariciones en pantalla y, especialmente, el cara a cara telemático con Biden. La pandemia obliga a mantener las distancias, quizá para dar a ejemplo, también a preservarse ante cualquier contingencia inesperada y a no dejar su campo de supervivencia política ni un solo segundo. El juego de poder en una superpotencia no es cualquier cosa, ni puede dejarse a ninguna improvisación.

La batalla política para la llegada al poder hace una década fue ciertamente dura y competida. Por el camino se quedaron contrincantes de nivel como Bo Xilai, entonces secretario general en la poblada región de Chongqing, entre acusaciones sobre corrupciones, crímenes y contubernios. Su destino fue la cárcel. Ahora, ante un nuevo episodio de ajuste de poder en China, vuelve a hablarse de un control férreo del aparato, de evitar cualquier disidencia, con voces que reclaman además un retorno a la ortodoxia en el Partido. No debe haber cabos sueltos en este periodo clave que va del reciente Comité Central y al Congreso del año próximo que consagrara el nuevo mandato de Xi. 

Los 370 hombres más poderosos del país, la elite política y militar, integrantes del Comité central del PCCH, celebraron la segunda semana de noviembre su sanedrín anual de cuatro días, con un único punto en el orden del día, tan vago como amplio: la resolución sobre la historia del Partido, que acaba de cumplir sus cien años de existencia. Este tipo de reajuste con la historia solo se ha producido en dos ocasiones previas. En el lejano 1945 con Mao y en 1981 con Den. Sabido es que en ambas ocasiones el resultado fue un mayor control del poder por los líderes del omento. La consecuencia para el tiempo presente es igual de clara. Xi consolidará su poder, iniciará el próximo año un tercer mandato quinquenal y entrar en la historia como el nuevo gran timonel que ha conducido a China a su etapa de mayor prosperidad económica y poder internacional en estos cien años. Difícil de vislumbrar hace solo unos años, el salto delante de la nueva China engendrada por Deng y consolidada por Xi es abrumador. Hasta aquí ninguna sorpresa. El liderazgo no cambiará, y menos en este momento de crisis postCOVID que no permitiría mudanza alguna. Pero ¿cuáles serán las líneas económicas y la estrategia política para los años venideros? La incógnita está mucho más abierta.

Xi Jinping

La cumbre telemática entre Xi y Biden ha mostrado al mundo quiénes son ahora mismo los hombres más poderosos de la tierra, que se dejando claro que aquel viejo equilibrio del terror que se jugaba entre Washington y Moscú ahora tiene un nuevo eje, en Pekín, y un claro protagonista en el actual inquilino de la Ciudad Prohibida. Se ha hecho énfasis en que este dialogo en la distancia, lleno de referencias amigables, lo que intenta es amortiguar la tensión sabida en el plano comercial- exacerbada en su momento por Tremp –, y la creciente en el plano militar (presión aérea sobre Taiwán y respuesta occidental con submarinos nucleares desde Australia). Aunque ambos casos ya han provocado ríos de tinta, que no de sangre, la verdadera batalla se mantiene en el campo económico y las perspectivas para ambas partes no son halagüeñas.

China sigue, como todos, en la resaca del Cavad que le está provocando efectos añadidos muy particulares. Se ha generado una desconfianza en la deslocalización de industrias occidentales, por la falta de productos y los problemas de logística con resultado en el desabastecimiento actual. Menos empresas piensa en el territorio chino como un destino seguro y profesionales extranjeros que ofrecían sus conocimientos al gigante asiático empiezan a marcharse de China ante las restricciones de movilidad y la vida aislada de la pandémica. 

China recibe menos imputs y sigue muy cerrada, trasladándose el efecto COVID también al terreno político. Aislados estamos más seguros. Una tentación histórica que puede dar al traste con sueños de avance geoestratégico y comercial como el de la Nueva Ruta de la Seda.  Las dificultades chinas en el campo energético son otra rémora para mantener su hasta ahora imbatible crecimiento. El carbón debe restringirse, pero sigue siendo la base energética y de gran contaminación. China es el mayor contaminador mundial. Los mercados del gas y el petróleo están más competidos y caros. China lo sufre como todos y sus productos para exportación antes tremendamente competitivos también se encarecen. Su inversión para reducir la contaminación ambiental también será la mayor y muy superior a la de Estados Unidos y la Unión Europea juntos.

Xi Jinping, presidente de China

También han brotado con intensidad otros problemas económicos adicionales, como los desajustes financieros provocados por un crecimiento desmesurado en el campo de la construcción con el grave problema de la constructora Evergrande y su incapacidad para hacer frete a los créditos impagados. Otros movimientos financieros de altura, como la salida a bolsa de la filial de Alibaba, Ant Group, fueron congeladas ante el miedo del gobierno a entrar en una espiral de descontrol que sacuda los cimientos del programa de desarrollo sobre el que se sustenta el poder de Xi Jinping. El crecimiento de la deuda y los movimientos especulativos se ven como dos grandes pecados del capitalismo impropios de un régimen de ortodoxia comunista. 

En medio de esta encrucijada, con la pandemia como campo de minas adicional, el gran momento de gloria de Xi y su tercer mandato aparece también como el de una gran incertidumbre sobre el camino seguro a tomar. El retrato de Mao sigue presidiendo el monumento más emblemático de Pekín, sobre la puerta de entrada a la Ciudad Prohibida, y aunque Xi quiere estar a la misma altura, será esta prueba de fuego del equilibrio entre el crecimiento y la ortodoxia comunista le que termine escribiendo el final de su historia.

Cuando Mao y Den, sus dos grandes predecesores en la historia del Partido y de la China actual, se vieron en encrucijadas de calibre, sus respuestas siempre fueron muy drásticas. Mao vio temblar su poder ante el fracaso de sus políticas económicas y en respuesta lanzó la Revolución Cultural que mando al campo a las mentes más privilegiadas de aquella China, eliminando a los disidentes y la criticas a su gestión. Más tarde Den emprendió el camino contrario de la reforma economía y el desarrollo del país con técnicas occidentales. Pero en el momento crítico de petición popular de una mayor democracia por los manifestantes de Tianmamén su decisión fue abortar de forma cruda y violenta la protesta.

Presidentes de China

El visitante de Pekín comprobará que las entradas a la mastodóntica y emblemática plaza siguen controladas con normas tan estrictas como las del acceso a un aeropuerto: Soldados, Policía, máquinas detectoras de rayos x, registro de bolsas y vestimenta son las barreras que uno encuentra en los accesos. Más de treinta años después el control no se ha relajado.  Y la tentación del liderazgo actual podría ser reforzar el control en todos los aspectos de la vida en China. Así lo pide el ala más radical y ortodoxa del Partido. la de reforzarlos en todos los sentidos. Si se acentúa la crisis económica- por los problemas energéticos, de exportación, financieros etc. –la línea dura del partido abogará por virar más claramente hacia esa línea, culpando precisamente a los excesos capitalistas y el descontrol financiero como causas del menor crecimiento que empieza a producirse. Si hacemos caso a la historia, la línea dura tendría las de ganar. No parece vislumbrase ahora, como aventuraban los analistas hace años, una solución democrática como resultado del crecimiento económica de estos años. Más bien podría ir en la dirección contraria. Reconducir las reformas económicas y encontrar las respuestas mirando hacia dentro. ¿A costa de un menor crecimiento, cuando China ve sus logros en acabar con la pobreza? Parece claro, ante el panorama actual del mundo, que la coronación de Xi Jinping para su tercer mandato puede llegar rodeada de más temores que de grandes fastos.

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