El gigante asiático continúa fortaleciendo su influencia económica en regiones como Oriente Medio o África occidental con el objetivo de ganar poder en la gobernanza global y asegurar su suministro energético

China sigue moviendo sus fichas hacia Oriente Medio

FOTO/AP - El presidente chino Xi Jinping, a la derecha, da la mano al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, durante una reunión al margen de la cumbre del G20 en Buenos Aires, el viernes 30 de noviembre de 2018

Los tentáculos del poder chino se extienden hacia África y Oriente

La República Popular China ya no aspira a mantenerse como “la fábrica del mundo”, o, al menos, ya no es lo único que pretende ser. Durante los últimos años, el gigante asiático ha comenzado a desarrollar su presencia estratégica en todo el mundo –especialmente en el terreno económico y comercial– con el objetivo de convertirse en una gran potencia y ganar influencia en la gobernanza global.

Para ello, y a pesar de la paradoja que esto implica, Xi Jinping se ha erigido como un acérrimo defensor de las ventajas del libre mercado y uno de los principales promotores del proceso de globalización. Ejemplo de ello fue su discurso, durante la inauguración virtual del Foro Davos, el pasado 2020, donde afirmó que “el multilateralismo es la arquitectura básica que nos dará la eficacia para todas nuestras acciones coordinadas”. Siguiendo esta hoja de ruta, el secretario general del Comité Central del Partido Comunista (PCCh) y presidente de la República Popular China desde 2013 ha liderado la firma de importantes acuerdos económicos internacionales, como es el caso de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) que, adoptada en 2020, se ha consolidado como el mayor pacto comercial del mundo hasta el momento. Solo sus miembros representan el 30% del PIB mundial.

AP IMAGE/LUKAS COCH  -   Los líderes de la ASEAN para una foto de grupo virtual después de firmar la Asociación Económica Regional Integral (RCEP) durante una ceremonia de firma virtual en la Casa del Parlamento en Canberra, el 15 de noviembre de 2020

De hecho, la legitimidad política se ha convertido ya en una de las principales herramientas con las que China pretende fortalecer su presencia internacional. El aumento de su notoriedad en las instituciones internacionales ha convertido al país en un socio – aparentemente– más confiable, y esto ha resultado en un considerable crecimiento de su comercio exterior. En 2021, en medio de una pandemia que parece no terminar y de las crisis de energía y de suministros, la economía china no ha visto interrumpida su tendencia alcista, y ha alcanzado un superávit comercial superior a los 675.000 millones de dólares; más de un 30% por encima de los resultados del año anterior.

Todas estas cuestiones evidencian, sin lugar a duda, el fortalecimiento de la presencia china en el mundo, lo que inevitablemente ha cambiado los equilibrios históricos que regían la sociedad internacional hasta el momento. La balanza de poder mundial se está inclinando hacia el lado de la República Popular de China, y está dejando relegado a los Estados Unidos de América a un segundo puesto. A lo largo de los últimos 10 años, Pekín ha ido sustituyendo paulatinamente a Washington como principal socio y proveedor de Latinoamérica, Europa, África y Asia, y en esta dinámica de transición de poder, ya son varios los expertos que estiman que, para el año 2050, China se convertirá en la primera potencia a nivel global.

AFP/NICOLAS ASFOURI  -   Donald Trump, presidente de Estados Unidos, junto a Xi Jinping, presidente de China

Las relaciones diplomáticas entre China y EEUU se han ido erosionando a lo largo de los últimos años; alcanzando su apogeo en 2018, cuando el expresidente Donald Trump declaró la guerra comercial al gigante asiático. La agresiva política con Pekín, que incluía aumentos arancelarios y restricciones a las importaciones e inversiones chinas, agudizaron las hostilidades entre las dos potencias. Mientras, el aislacionismo político y económico que guiaban las medidas del exmandatario terminaron por debilitar la influencia estadounidense en la comunidad internacional.

Sin embargo, Xi Jinping no dejó pasar la oportunidad diplomática y comenzó a aprovechar el vacío de poder que las medidas aislacionistas de Trump generaron en las estructuras internacionales. Así, la estrategia de fortalecimiento de su imagen llevó a Pekín a consolidar su presencia en instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o las cumbres internacionales sobre el clima, frente a la retirada de EEUU de muchos de los acuerdos y tratados.

PHOTO/ Nazri Rapaai/Malasia Departamento de Información vía AP  -   El presidente chino Xi Jinping pronunciando un discurso a través de una reunión virtual durante los Diálogos CEO de APEC 2020, antes de la cumbre de líderes de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Kuala Lumpur, Malasia, el jueves 19 de noviembre de 2020

Ahora, en lo que respecta a sus relaciones comerciales, el gigante asiático ha comenzado a expandir su influencia a nivel mundial, aunque prestando especial atención a Oriente Medio. Tras el gradual alejamiento de EEUU de la región – que se ha acentuado después de la salida de las tropas norteamericanas de Afganistán –, y sirviéndose de los progresos realizados en la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda (One Belt, One Road Initiative), China ha comenzado “un cambio histórico que parte de una reformulación del plan geopolítico para el Medio Oriente”, como lo definió el reportero y periodista especializado en África y Oriente Medio, Joseph Dana. 

China en Oriente Medio; la Nueva Ruta de la Seda

No debemos esperar que Estados Unidos pierda su posición dominante de la noche a la mañana, pero la marea está cambiando y, a menos que la Administración Biden encuentre una nueva forma creativa de involucrar a los aliados en el Medio Oriente, la sombra de la Gran Muralla China continuará cubriendo la región creando asociaciones más profundas y una mayor colaboración. La transformación ya ha comenzado”, afirmaba Joseph Dana para el medio Al-Arab News.

PHOTO/AFP  -   Terminal de Contenedores de Comercio Exterior del Puerto de Qingdao, en la provincia oriental de Shandong, China.

La entrada de China en la región se ha apoyado sustancialmente en la Nueva Ruta de la Seda, también conocida como “collar de perlas”. Esta iniciativa lanzada en 2013 se ha erigido como el proyecto más ambicioso del gigante asiático, y se compone de un enorme abanico de rutas comerciales que conectarán numerosos mercados en Eurasia y África occidental. El plan consta de dos partes diferenciadas. La primera, relativa al transporte terrestre, es el “corredor” o “Franja Económica de la Ruta de la Seda”, mientras que la segunda se ha denominado “Ruta Marítima de la Seda del S. XXI”. La combinación de ambas pretende impulsar las conexiones con más de 70 países, relanzar la economía china y colaborar en la exportación de la cultura del país; consolidado la influencia política y financiera de Pekín.

Así, a través de esta iniciativa comercial, junto al fortalecimiento de los acuerdos de asistencia militar y exportación de tecnología y equipos de defensa en la región, China ha aventajado a EEUU, que actualmente se encuentra reevaluando su política de venta de armas a históricos aliados como Riad, a causa del conflicto de Yemen.

Los costes de la infraestructura necesaria para un proyecto de este calibre han sido asumidos por las empresas chinas de construcción, con el respaldo del Gobierno de Pekín y la financiación realizada mediante el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB por sus siglas en inglés), el Banco de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y el Fondo de la Ruta de la Seda. No obstante, pese a que el país mantiene que esta iniciativa supondrá un enorme impulso económico para los territorios que atraviesa, lo cierto es que, en materia de construcción, los proyectos de infraestructura están siendo y serán ejecutados casi en exclusiva por ciudadanos y compañías chinas.

ruta de la seda china

El objetivo fundamental del plan es revertir la progresiva desaceleración económica que experimenta el gigante asiático –y que se pronostica mayor de cara al año 2022 a causa de la caída de demanda–, así como la creación de nuevos mercados para la economía china. La creación de infraestructura en los territorios que cruza es clave para la reactivación económica.

Con todo, uno de los intereses primordiales de Pekín en Oriente Medio tiene que ver con sus necesidades energéticas. El país es uno de los principales importadores de petróleo del mundo, y su estrategia a largo plazo en la región es la de estrechar vínculos con las potencias del territorio – particularmente con los del Golfo –, y convertirlo en un espacio de influencia exclusiva. Más del 40% de las importaciones de crudo de China provienen de Oriente Medio, y la región es, además, un proveedor de gas clave para el gigante asiático. Es por ello por lo que Pekín depende del suministro energético de estos países, y se espera que esta dependencia aumente conforme se incremente el consumo de energía en los próximos años. 

La Asociación Estratégica Integral con Irán

En esta línea se enmarca el acercamiento entre China e Irán. Con la firma del tratado de Asociación Estratégica Integral el pasado 2021, para los próximos 25 años, ambos países acordaron la cooperación en materias de energía, infraestructura, seguridad y comunicaciones. Así, la República Islámica ha visto impulsada su economía gracias a una inversión millonaria por parte de Pekín, mientras que este gozará de garantías en la provisión de suministros regulares de petróleo persa a un precio marcadamente reducido.

“Irán es un Estado clave en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y uno de los principales exportadores de petróleo a China”, sostenía el exembajador, Hua Liming, para el medio chino Global Times. De hecho, anticipándose a esta necesidad del crudo iraní, Pekín ya ha desarrollado una ruta marítima que conecta directamente con el puerto de Bandar Abbas, en el Estrecho de Ormuz.

AP/NOEL CELIS  -   El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi (Derecha), estrecha la mano del ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, durante su reunión en la Casa de Huéspedes del Estado de Diaoyutai en Pekín el 31 de diciembre de 2019

El acuerdo generó preocupación en la Administración Biden, que se mantiene firme en su determinación de imponer sanciones al régimen iraní a causa de las violaciones del Pacto Nuclear de 2015. Por si esto fuera poco, la posición de China, apoyando a la República Islámica y calificando de “unilaterales e ilegales” las multas que pesan contra ella, no ha ayudado a mitigar las tensiones. Sin embargo, aunque es cierto que esta es la primera gran alianza que China alcanza con un enemigo histórico de EEUU, el gigante asiático ya ha hecho uso de esta herramienta de política exterior para acercarse a muchos otros países en la región, como Irak o Arabia Saudí. 

El puerto israelí de Haifa

Paralelamente, el desarrollo de las relaciones con Israel, aliado histórico de los Estados Unidos, se ha sucedido de manera más tortuosa. No obstante, como muestra de que el avance es lento pero continuado, el año pasado Tel Aviv y Shanghai International Port Group (SIPG), una compañía china, firmaron un contrato para operar el puerto de Haifa – uno de los principales puertos del país– durante los próximos 25 años. Este pacto se integró dentro de la Nueva Ruta de la Seda, pero no fue muy bien acogido por el Gobierno de Washington.

Estas instalaciones portuarias tienen un marcado carácter estratégico, y acogen a la Sexta Flota militar de EEUU en sus desplazamientos. Por ello, ante la preocupación por la presencia china en una zona de operaciones militares conjuntas, las autoridades estadounidenses advirtieron de que la flota dejaría de atracar en el puerto si no se le permitía llevar a cabo una inspección. La negativa israelí puso de manifiesto la brecha entre Tel Aviv y Washington, y deja entrever la posibilidad de una apertura de las relaciones sino-israelíes en un futuro próximo.

PHOTO/REUTERS  -   Área de la costa de Haifa, Israel

“Los intereses basados en la geopolítica no se detienen en ningún país, y le guste o no a Estados Unidos, la huella china en el Medio Oriente se está expandiendo debido a décadas de cuidadosa planificación y la construcción de relaciones de manera pausada. Además, con el aumento de las compras de petróleo crudo de China en Medio Oriente y los Estados Unidos divididos sobre cómo tratar con la región en el futuro, la influencia china se profundizará en la región y, después, en el mundo”, concluyó el periodista Joseph Dana.

Los conflictos regionales

En términos generales, la naturaleza de todas las relaciones y alianzas que Pekín está construyendo en la región es fundamentalmente económica y comercial. La estrategia de Pekín se aleja de los acuerdos políticos o militares, ya que a la larga podrían obligarle a posicionarse en un conflicto y resultarían en obstáculos comerciales. “A China le interesa que haya estabilidad en la zona para poder continuar desarrollando su comercio, ya que tiene muchos problemas de suministro energético, tanto de gas como de petróleo”, afirmaba Pedro Baños, coronel del Ejército de Tierra en la Reserva y Experto en Geopolítica, en el foro “Geopolítica de Oriente Próximo en un mundo cambiante”.

En este sentido podríamos decir que el gigante asiático se ha convertido en un partícipe responsable de la paz regional; aunque, en la práctica, el alejamiento de las alianzas militares pone en duda la voluntad de China por trabajar en la seguridad de Oriente Medio. El país solo desea la estabilidad en la región porque, de lo contrario, la agitación y el conflicto terminarían por las importaciones de petróleo y destruir sus inversiones en el territorio.

PHOTO/AFP - En esta foto de archivo tomada el 6 de febrero de 2009 un supervisor chino da instrucciones a sus compañeros de trabajo en la obra de construcción del Estadio Nacional en Zimpeto, Maputo

Sus relaciones con Afganistán se conciben también en estos términos. Ante el temor de que los talibanes apoyen a los movimientos independentistas de Xinjiang, una región al noroeste de China habitada por la minoría uigur, y que el país vuelva a convertirse en un refugio para otros grupos terroristas – como ya sucedió entre 1996 y 2001 –, Pekín se ha mostrado dispuesto a formalizar las relaciones diplomáticas con Kabul. Además, a través de su promesa de invertir en la reconstrucción del país y las presiones que el Gobierno paquistaní –enormemente dependiente de China – pueda ejercer sobre las autoridades afganas, el gigante asiático espera que los talibanes logren garantizar la estabilidad su territorio. 

China en el continente africano

Del mismo modo que el interés de Pekín en Oriente Medio se debe a sus recursos energéticos; el deseo de extenderse por África está motivado por una presencia de materias primas y recursos naturales más baratos y accesibles. En esta línea, la estrategia de china se ha desarrollado de manera similar: impulsada sobre el proyecto Nueva Ruta de la Seda, el aumento de las exportaciones tecnológicas y el incremento de las inversiones. De hecho, desde el año 2009 China se ha convertido en el principal socio comercial de África gracias a las inversiones en sectores clave, como la construcción o los servicios.

 AP PHOTO/LINTASO ZHANG

Además, en este ámbito el Banco Mundial ha reconocido que las facilidades en los préstamos han supuesto un elemento clave en el rápido fortalecimiento de las relaciones. En términos totales se estima que la inversión total acumulada supera los 910 millones de dólares. Sin embargo, aunque en principio esta política de beneficio mutuo pueda parecer un triunfo, son varios los analistas que sostienen es un posicionamiento mucho más ventajoso para China que para los países africanos y que, a la larga, la presión de la deuda podría comprometer al continente de por vida

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